“EL DIAPASÓN Y LA BATUTA DEL MAESTRO”
_Una Remembranza_
Marco Freddy Solarte Ruano
Tres veces por semana, a las seis de la tarde, asistíamos a los ensayos de la Asociación Polifónica Nariñense que dirigía Justino Ernesto Revelo Obando; entonces, con las partituras bajo el brazo llegábamos al salón de ensayos, convencidos de que hacíamos algo interesante para la Cultura musical y, sobre todo para motivar a los niños en esta disciplina .Al respecto el animador del Programa “El “Conciertazo”, de la Televisión española, daba a entender que los niños; pueden marcar el ritmo de la música con sus manos, debido a que éste se encuentra en la circulación de la sangre y, las neuronas lo guardan junto con las experiencias de la inteligencia emocional pero que también podía perderse por falta de práctica.
Entonces, para nuestro propósito, alternábamos entre el conocimiento de la Gramática Musical, el valor de las notas dentro del pentagrama y el tiempo marcado en los cuatro compases; tema en el que colaboraba Max Gallardo, ex Hermano Marista que tenía vastos conocimientos sobre el solfeo y el canto
Antes de los ensayos calentábamos las cuerdas vocales con ejercicios rutinarios y ganábamos confianza con la batuta y el diapasón.
Los treinta y ocho cantores y cantoras nos organizábamos por voces_ Soprano, Contralto, Tenor y Bajo_ Yo estaba en este último grupo con mi compañero Marcos Montes; sobresalían quienes habían tenido experiencias anteriores o interpretaban algún instrumento, como mi amigo Arsenio Corella que era un maestro de la Guitarra española, igual que los hermanos Feullet. Excelentes intérpretes de la guitarra y buenos cantantes.
Digno de resaltar eran las voces cultivadas de Adíela Córdoba, de Teresa Mora, de Eva Erasso; de Cristina Cerón, con su voz bien educada y adornada con un timbre ronco y sensual que le daba brillo a las notas; la excelente voz de la señora Ana María Guerrero que además era excelente pianista; también es importante destacar el entusiasmo y carisma de Ernesto Rodríguez, porque transmitía alegría; como también la simpatía y amor al Coro Polifónico de Nariño, de Luis Francisco Villalobos, persona comprometida con la cultura del teatro; pero, no logramos que Humberto Márquez y Clara Luz , se integraran con el grupo, aunque eran cumplidos y buenos cantores; a María Revelo, a Hermógenes Hernández, a Delicia, a Alfonso y a Hilda, su sobrina Justino los mantenía en la raya. Augusto Cabrera y yo habíamos tenido la experiencia temprana lograda en el Coro Polifónico de la Gran Normal de Occidente, dirigido por el Maestro Luis Ponce; Noro Burbano era el Redoblante de la Banda Departamental por tanto colaboraba con el compás; Francisco Delgado Maya, un cantante muy reconocido en el medio, puesto que hizo parte del dúo con su primo, el Senador Enríquez Maya; en fin, unos más que otros teníamos algunos conocimientos sobre el canto y la música; aunque a Olguita Muñoz muy poco se le escuchaba, pero ahí estaba cumplidita.
Mi desorden era muy ordenado y a muchos fastidiaba; pero Justino no me recriminaba; solamente se enojaba cuando alguien desafinaba; entonces quebraba la vara de la batuta o tiraba el atril; típico carácter de Director; aunque poco nos preocupaba porque sabíamos que su rabia era santa, pues antes había sido Cura.
Realmente, Justino era un maestro de la música y la composición; con estudios especializados en la Ciudad de Roma, Italia; era nuestro amigo muy estimado y respetado por quienes éramos sus colegas y por todos los demás integrantes del Coro.
ensayábamos una partitura de música sacra, con muchos harmónicos ondulantes que deben salir en un mismo compás; entonces, uno de los cantores, ya cansado, dijo Maestro: mejor “busquemos una música sacra, pero “guasca” (carcajadas y relajo total)
Arnulfo Dávila, su esposa Teresa Paz y su hija, además de buenos cantores, sobresalían por su amabilidad y disposición para alojarnos en su casa en los ensayos nocturnos ; en un sentido similar nos prestaron grandes atenciones los esposos Burbano.
Bueno, entre “ires y venires”, la primera presentación del Coro fue en el Teatro Gualcalá, de la Ciudad de Pasto, Nariño; estrenamos esmoquin negro con camisa blanca, corbatín negro, igual que los zapatos; también las cantoras muy elegantes con sus vestidos largos con randa larga en la pierna; con su blusa blanca de manga larga, una pañoleta roja, atada al cuello y tacones altos negros.
Antes de ingresar al Teatro, alguien nos brindó un trago de Brandy con miel de abejas, para mejorar el timbre de voz; en fin, entre movimientos nerviosos y voces encontradas, nos organizamos como bien pudimos ; tras bambalinas, pasamos al escenario y se bajó el telón y, Justino al frente, hizo una elegante reverencia al auditorio, dio media vuelta y, tranquilamente golpeó tres veces con la batuta al atril, y, al unísono iniciamos; mantuvimos muy bien el tono, el tiempo y la melodía de la partitura; mientras el semblante del Director transmitía confianza; en tal estado de cosas, terminamos la primera de las tres partituras y cada momento mejoraba la calidad de las voces del Coro, hasta que las concluimos, en medio de sonoros aplausos del respetable público.
Tal reconocimiento, nos colmó el espíritu de alegría; entonces, con mayor ímpetu continuamos interpretando las nueve obras clásicas que habíamos ensayado; tomamos un descanso prudencial; el público salió al Hall del Teatro para fumar algún tabaco, tomar un café, un refresco o algo parecido; nuevamente ocupamos el lugar indicado, abajo el telón y continuamos con una tanda de tres partituras de música colombiana que obviamente alegró el ambiente de los presentes que, despojándose de ese aire clásico, lentamente empezaron a moverse al son de nuestra música tropical y andina.
El cierre del concierto lo hicimos con nuestra canción insignia: La Guaneña, con arreglos para coros hechos por el Director Justino Ernesto Revelo Obando.
En la fotografía, se observa de pies, en la parte izquierda, a Aníbal Feullet que interpreta un solo, con su resonante voz, mientras, los cantores del grupo de Bajos acompañamos con sonidos nasales. Estamos en la fila posterior, de izquierda a derecha, Arsenio Corella, sigue Ernesto Rodríguez, luego Noro Bastidas; Marcos Montes, después; Héctor Ortega y cierra Marco Freddy Solarte Ruano. Adelante se distingue a la Señora Mariela Bolaños de Ortega; a Olguita Muños y a Hilda Revelo
Pasadas unas semanas, con el Director habíamos convenido reunirnos un sábado por la mañana, para preparar las obras musicales clásicas y colombianas que habríamos de llevar a la presentación en el Salón del Consejo de la Ciudad de Sandoná; tanto las autoridades del lugar como los asistentes mostraron conocimiento de la Música y el canto; pues por alguna razón habían surgido del lugar el Maestro Juan Castillo, Director de la Banda de Linares y el trompetista internacional, Eduardo “Lalo” Maya, radicado en Curazao. Luego otros conciertos en diferentes espacios de nuestra ciudad y, para la época navideña preparamos los Villancicos Gloria in nexelxsis Deo; Villancico de los Ecos; Vení vení Enmanuel; Adeste Fideles; Campanas Navideñas; Las Cinco de la Mañana Tal Concierto se hizo en el Templo de Las Lajas, con la presencia de un Canal de Televisión; pero, lastimosamente, una afección a la garganta me impidió asistir; por fortuna mi gran amigo Arsenio Corella me obsequió el CD conteniendo las canciones de música clásica sacra y colombiana, aun guardo el disco compacto y, en la Revista Élite de Rafael Valet encontré una fotografía de los integrantes del Coro en tal presentación.
Nuestra dedicación y capacidad interpretativa, nos dieron el aval para viajar a la Ciudad de Quito, Ecuador, gracias a la invitación que nos hiciera Laureano Alberto Arellano, Embajador de Colombia; pero, los costos del Viaje los hizo el Director de la Revista Élite, Rafael Valet; nos presentamos en el Teatro Nacional Sucre, de la capital y el éxito fue apoteósico; luego nos reunimos en la casa del Embajador Arellano y brindamos con champaña y bebimos whisky y bailamos y cantamos hasta el amanecer.
Al tiempo, la Asociación Polifónica Nariñense continuaba ganando prestigio nacional; aunque yo había perdido un poco la motivación para asistir a los ensayos; sin embargo, estuve en el homenaje que organizó Justino para su paisano Hernando Suarez Burgos, Senador de Colombia, propietario del Periódico “Diario del Sur y dueño de la Universidad Cooperativa de Nariño”; de todos modos, poco fue lo que cantamos porque el whisky atravesó la presentación; entonces salimos con Alfredo Verdugo Villota, Luis Eduardo Vicuña, Arsenio Corella, algunas cantoras y nos dirigimos a la casa de Justino ; nos bebimos todo el vino que había tenido en su cava ;y , mientras cantábamos “Por qué no engraso los ejes, me llaman abandonado, si a mí me gusta que suenen…pa-qué los quiero engrasados? (Facundo Cabrales, “Los Ejes de mi Carreta”) y otras canciones de la vieja guardia, alguien preguntó si me comunicaba con la “Pomponcha” y le respondí que solamente a través de la Luna y mi mente que le enviaba mensajes, cuando estaba llena y fulgurante en el firmamento.
“La Asociación Polifónica de Nariño” tuvo que disolverse por falta de interés de las Entidades encargadas de la Cultura en nuestro Departamento de Nariño y en su Capital, San Juan de Pasto; pues, la quijotada de Justino y la nuestra había tocado su fin Y para despedirnos, el compañero Luis Francisco Villalobos nos invitó a su residencia y gozamos, cantamos, bailamos, bebimos whisky y guardamos en nuestros corazones los recuerdos de una gran faena cultural, con los mejores amigos.
En el mes de febrero de 1993, Justino Revelo Obando estaba de Rector de la Universidad de Nariño, yo había cumplido con los requisitos necesarios para recibir mi jubilación; le entregué mi carta de agradecimiento con mi deseo de retirarme y al despedirnos me dijo: Federico _así mi llamaba_ debes continuar escribiendo- Y aquí me tiene.