Ensayo elaborado en el marco de la Maestría en Promoción y Prevención en Salud Mental.

 

El concepto de estilo de vida ha sido abordado desde diferentes enfoques que, en ocasiones, para su comprensión, han fragmentado y desligado el contexto que rodea a los sujetos, cayendo en la individualización y responsabilizando exclusivamente a las personas de adoptar un “buen” estilo de vida (Guevara, 2021). Por ello, es necesario que este concepto, se movilice desde la comprensión holística de las condiciones de vida de los sujetos, que reproducen condiciones de inequidad en los grupos y personas, principalmente desde un enfoque de género, étnico y de clase social (Guevara, 2021), así mismo debe tenerse en cuenta las capacidades y la autonomía de las personas para adoptar conductas que promuevan su bienestar, el de su colectivo y el del entorno.  

 

Un concepto que se acerca a esta intención lo define Maya (2001) quien propone que el estilo de vida saludable es un proceso social atravesado por aspectos culturales, sociales y conductas de las personas y los grupos en la búsqueda de una vida satisfactoria. Esto permite acercarse a la resignificación de los procesos de salud y enfermedad, desde su concepción histórico y la reproducción social que genera diferentes situaciones para que las personas asuman uno u otro “comportamiento saludable” (Cardona, 2016). 

 

Si bien existen condiciones que determinan los modos y estilos de vida de las personas, estas poseen capacidades y una autonomía relativa que les permite llevar a cabo procesos emancipatorios para construir una vida digna, hacia un modelo que proteja y promueva la vida en todas sus expresiones (Breilh, 2013). 

 

Ahora bien, concebir los estilos de vida desde esta mirada, implica involucrar elementos que permitan la transformación de las condiciones dignas, a partir de los conceptos de sustentabilidad; soberanía; solidaridad y salud/bioseguridad integral, los cuales solo pueden ser desarrollados en la medida que se abandone los modelos de acumulación de capital, mercantilización de la vida y la naturaleza (Breilh, 2013).  Lo soberano, se refiere a la posibilidad que tienen los sujetos de tener control sobre su propia vida, que promueva la toma de decisiones en beneficio colectivo para vivir dignamente (Breilh, 2012), entre lo cual se destaca la posibilidad que tienen las comunidades de definir la manera de producción, distribución y consumo de alimentos, desde sus tradiciones y saberes. 

 

Los solidario, hace mención a que el sistema se organice a favor de la vida y el bien común, fomentando el acceso equitativo de los recursos disponible para una vida digna y segura (Breilh, 2012), por ello, la adopción de los estilos de vida no pueden asumirse desde el beneficio individual, sino del colectivo, en el cual la relación se fundamente en un ganar-ganar, involucrando a las distintas formas de vida existentes (Mura, 2017). La sustentabilidad, busca que los cambios que se realicen permanezcan en el tiempo, apoyados por procesos protectores de la vida, tales como vivir dignamente, poseer capacidad de trabajo, recreación, cultura, organización solidaria, soporte colectivo y relaciones armoniosas con la naturaleza (Breilh, 2012). Es decir, que no puede comprenderse un estilo de vida, sin el soporte necesario que brinda el contexto y viceversa (Mura, 2017). Lo saludable/bioseguro establece que los procesos protectores de la vida deben ser prioritarios en las esferas fisiológicas, psicológicas y sociales, abandonando los patrones consumistas que degradan los modos de vivir, por ello se propone un giro total de la lógica extractivista y derrochadora de la industria que degrada también la relación sociedad – naturaleza (Breilh, 2012).  

 

De este modo, la adopción de hábitos que constituyen los estilos de vida, implicará que las personas sean cocientes de los patrones y procesos malsanos que no favorecen su salud, la del colectivo y la naturaleza, pero desde un ejercicio crítico y un posicionamiento político que busque la transformación de las condiciones, desde la movilización social, el trabajo solidario y la colectividad; para con ello, llegar a tener calidad de vida y bienestar que aporte a su salud y a la salud mental de la colectividad.  

 

 

 Esteban David Delgado Cadena – Jésica Lisbed Sarchi Imbacuan. 

Maestrantes en Promoción y Prevención en Salud Mental

Universidad de Nariño

 

 

Mg. Ps. Álvaro Dorado Martinez – Docente Orientador
Docente – Investigador, Programa de Psicología 

Universidad de Nariño

 


 

Referencias

 

Breilh, J. (2012). Principios y estrategias para las 4 “S” de una agricultura para la vida: perspectiva desde el derecho a la vida y la salud integral.  

 

Breilh, J. (2013). La determinación social de la salud como herramienta de transformación hacia una nueva salud pública (salud colectiva). Revista Facultad Nacional de Salud, 31 (1), 13 – 27. 

 

Cardona, J. (2016). Determinantes y determinación social de la salud como confluencia de la salud pública, la epidemiología y la clínica. Archivos de Medicina (Manizales), 16(1), 183-191. https://www.redalyc.org/journal/2738/273846452019/html/ 

 

Guevara, C. (2021). Aprendizajes derivados de las prácticas pedagógicas dinamizadas por gestores y operadores de la estrategia Ciudad bienestar durante el periodo 2013 – 2018. (Trabajo de Maestría). Universidad de Nariño.  

 

Maya, L. (2001). Los estilos de vida saludables: componente de la calidad de vida. FUNLIBRE. http://www.mitecnologico.com/Main/EstilosDeVidaYCalidadDeVida  

 

Mura, F. (2017). Buen vivir vs. Bienestar. Cosmovisión indígena andina. Madrid, España: Ateneo Riojano. https://www.ateneoriojano.com/storage/Buen%20vivir%20vs.%20bienestar.pdf 

 

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