El reconocimiento es un acto de justicia y dignificación de quienes ya no están y de quienes continúan caminando en un escenario de incertidumbres…

 

En Colombia y en el mundo en general, atravesamos por una compleja situación debido a la pandemia del COVID-19, situación tal vez inesperada que ha trastocado cada rincón de nuestros mundos: público, privado, subjetivo e intersubjetivo; sin lugar a dudas un escenario de grandes desafíos y de grandes retos que deberemos asumirlos con responsabilidad social y compromiso por nosotros, por los nuestros y por los otros. Pese a este contexto, en Colombia, no podemos perder de vista la compleja realidad asociada con el conflicto armado, y de allí este escrito, en reconocimiento al día de la memoria y la solidaridad con las víctimas, que se conmemora el 9 de abril de cada año.  

        

La memoria como un proceso que no solamente tiene como propósito conocer la cruel realidad por la que ha tenido que atravesar la sociedad colombiana en el marco del conflicto armado y de sus múltiples manifestaciones de violencia, sino además, como un proceso político que ha permitido el reconocimiento de las víctimas, hombres y mujeres que desde sus territorios han tenido que enfrentar, resistir y re-existir en medio de conflictividades territoriales y de los escasos destellos de la anhelada paz, que quedó plasmada, teóricamente, en los Acuerdos para el Fin del Conflicto y la Consolidación de una Paz estable y Duradera, firmados el pasado 24 de noviembre del año 2016.

 

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Colectivo Mujeres Nariñenses por la Paz. Mujeres, quienes desde sus iniciativas privadas, pero también desde sus liderazgos sociales, impulsan acciones de memoria como el tejido de las colchas.

 

La memoria ha generado importantes espacios para la sanación y los procesos de resiliencia de las víctimas, les ha permito tejer nuevos horizontes y nuevas esperanzas, pese a las dificultades y complejidades presentes en los lugares donde habitan. Una memoria que los alienta a seguir adelante y que inspiran procesos de transformación de las sociedades. Un ejemplo de ello, son las mujeres, quienes desde sus iniciativas privadas, pero también desde sus liderazgos sociales, impulsan acciones de memoria como el tejido de las colchas, una forma de manifestación y movilización política en contra de las afectaciones del conflicto armado, y a la vez, por el reconocimiento del activismo y liderazgo de aquellas personas que ya no están, por que fueron acalladas de manera violenta por el hecho de haber defendido sus territorios y luchar por los derechos que les han sido negados.

 

No es solo una fecha, es el deber del reconocimiento de una sociedad que continúa siendo victimizada, no solamente por la acción bélica de grupos armados sino además por el abandono de los gobiernos, por la falta de garantía para la seguridad y soberanía de los territorios, más en épocas de crisis, como la que actualmente atraviesa el mundo. Territorios donde se continúa asesinando personas, líderes y lideresas sociales, defensores y defensoras de derechos humanos y de la naturaleza, personas que más que cifras, fueron pilares de resistencia y lucha dentro de sus comunidades, y ahora merecen ser nombradas y reconocidas.

 

Juan, María, Pedro, Adriana, Diego, Luz Yeny, Camilo, Álvaro, Giovanny, y lastimosamente, aquí no termina la lista, ellos y ellas hacen parte de las más de 620 personas asesinadas entre el 24 de noviembre de 2016 (fecha en la que se suscribió el acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC – EP) y el 20 de julio de 2019. De quienes, 92 eran mujeres y 535 eran hombres. 142 indígenas, 55 afro descendientes y 245 campesinos ambientalistas comunales o impulsores PNIS. Los departamentos con mayor número de homicidios son Cauca, Antioquia y Nariño. Igualmente se han asesinado 138 ex guerrilleros de FARC – EP en proceso de reincorporación y 36 de sus familiares (INDEPAZ, 2019). Y la violencia continúa, pese a la pandemia COVID–19, en los tres meses transcurridos del año 2020, más de 100 líderes sociales han sido asesinados, los departamentos con mayor afectación son: Cauca, Antioquia y Valle del Cauca.

 

Un contexto complejo y lleno de incertidumbres, donde lo que cuenta es el aquí y el ahora, y por ello, aquí y ahora, un reconocimiento a la memoria como acto político en función del papel que juega en el establecimiento y la permanencia de un nosotros, las víctimas, quienes afectadas por la violencia, han tenido que convivir, sobrevivir y luchar por continuar perviviendo, en un mundo hostil, egoísta, sin memoria, y en la actualidad, indefenso ante un virus invisible a los ojos, con grandes impactos sociales y económicos, pero que a la vez ha frenado la presión del ser humano contra la naturaleza y el medio ambiente.      

 

Este día es para reconocer que pese a un Acuerdo de Paz, en Colombia, la estigmatización, el señalamiento, el desplazamiento forzado, los asesinatos y un sin número de violencias que siguen presentes en los territorios. Reconocer también la pujanza y la valentía de quienes los habitan, quienes día a día agencian acciones en favor del mejoramiento y la protección de la vida, desde lo humano y en armonía con la naturaleza. El reconocimiento es un acto de justicia y dignificación de quienes ya no están y de quienes continúan caminando en un escenario de incertidumbres…

 

 

 

Alba Jakeline Ruano Jimenez

Docente- Investigadora Universidad de Nariño

Mujeres Nariñenses por la Paz

 

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Alba Jakeline Ruano Jimenez
Docente Tiempo Completo adscrita al Departamento de Sociología de la UDENAR, Magister en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Estudiante de Doctorado en Estudios Sociales, con énfasis en Conflicto y construcción de Paz en la Universidad Externado de Colombia. En el marco del doctorado adelanto la investigación "Acción Colectiva y Construcción de Paz en el Departamento de Nariño". Por otro lado, soy integrante del Colectivo Mujeres Nariñenses por al Paz.

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