Hablar de política y de lo político es hablar del hombre y lo que debe ser el gran espíritu de socialización del mundo. Cada ser posee su capital humano, material y espiritual, su trabajo y sus virtudes que deben ir en crecimiento en la medida que se vuelve solidaria dentro de una política social, esto es, hacerlo participe al igual que la política, sin perder sus derechos de propiedad, bajo la tutela de una democracia limpia. Presunciones, odios, contradicciones, oscurantismos, corrupciones, no alcanzan para desarrollar las retoricas metáforas que ha recorrido por los laberintos de su devenir y aun trasiega, la política inquietante, bajo las diversas formas fantasmales.

 

Historia sin juicio ni fin, tiranía, populismos, estados de excepción, fronteras invisibles. Democracia en decadencia, libertad irresponsable, entre verdad y mentiras, ley con impunidad, jueces de mármol, lideres sin escrúpulos, política sin rostro, pueblos sin voz, estados a la deriva, comedias sin argumentos, semillas de odio, violencia sin fin, evangelios marginados, nación sin génesis, juventud sin futuro, estados terminales, males sin remedio, sátrapas al asecho, terrorismo en la sombra, derecho sin juicio, decadencia jurídica, pretorianos insaciables. Inexistencia de control social, estallidos sociales, confinamientos en apuros, religión impura, disciplina encarcelada, humanismo en incertidumbre, laberintos femeninos, cultura al garete, ecología en llamas, país entre pan y circo, siempre doble moral, consumismo sin control, fe muerta, hambre con desangre, paz entre trisas y remiendos. Estos laberintos y muchos más son las sendas de nuestra política, entonces ¿Qué esperar para el bien común?

 

Grecia, Atenas, Roma nos legaron la política, lo político y el derecho, fundamentos de gestión pública, de control, de justica y paz, que los hemos convertido con instinto irracional en verdaderos fantasmas, monstruos del orden, razón de ambiciones para gobiernos infecundos. Al contemplar este escabroso camino buscamos con ilusión llegar hasta el umbral de nuestras republicas, ¡oh sorpresa! sus senderos son un dilema inexorable. La podredumbre se extiende putrefacta para contaminar al pueblo, impidiendo que acciones ante la barbarie fortalezcan el populismo negativo, acompañado de la demagogia sus argucias y los sofistas voraces.

 

Los desengañados de las falsas promesas, incautos sin sentido, son presa fácil de los embaucadores políticos y religiosos, de lideres corruptos. Como pueblo no podemos perder la identidad de ser y del respeto, sin olvidar lo que somos y cuál es nuestro sino como hilos conductores de la palabra, porque como se dice, que el hombre que sirve, es aquel que lucha y gobierna para los demás. Esto nos recuerda la historia de quien siendo Dios se humanizo por todos para su liberación, naciendo así el proyecto universal de la teología revolucionaria de la liberación que bien se aplica a la política.

 

La memoria histórica está impregnada de saberes cuyos hechos el pueblo no puede olvidar jamás, ya que allí se describen los procesos de las gobernanzas para que conociéndolos sepamos decidir, sepamos pronunciarnos como verdaderos gobernantes, sepamos exigir y si es preciso desconocer la legitimidad de aquellos regímenes que se salen de la órbita de la democracia imponiendo con la coadyuvancia de terceros sus leyes, sus ordenamientos, sus posturas decisorias. Cuando se entierra la verdad histórica, la verdad se concentra, adquiere vigor violento, y así el día que falte esa verdad hace volar todo en ella.

 

Cuando la política se aparta del humanismo nos acercamos a lo injusto, a lo absurdo, al recrudecer el odio, a perder el sentido social, se destruye la esperanza y la egolatría hace su exaltación diluyendo la vida, agonizando la libertad, y la indiferencia emana con su desdén. Ningún estado con su politiquería a bordo le ha brindado alternativas sociales a la población, ni políticas para vivir mejor en la sociedad para llegar al bien común. La indiferencia separa a los seres más sensibles de toda filantropía categorizándolos como espurios, oxímoros, laxos, invisibles cual estuviésemos en conjuro permanente. El antropocentrismo político fracturado por las distintas formas de violencia, permite que toda política social este por fuera de la epistemología, dejando a la comunidad por debajo de los objetivos de la gestión política. El antropocentrismo político contiene al ser humano como el centro de todo, y es allí en ese dador de razones donde encontramos el cómo se pueden humanizar las bestias de toda política, porque el mundo debe ser otro. Estamos aquí, no importando según las creencias como llegamos. Lo cierto es que la llegada al mundo debe tener razones, la vida no debe ser un discurrir literal, como tampoco tan radical. En conciencia vamos encontrando eclípticamente la forma de actuar. La naturaleza, ese ser de vida que nos habla con sus leyes; también, nos entrega la manera de entendernos y entender al otro dentro de un dialogo diáfano, abierto a la verdad.

 

Acudiendo a la vena de la reflexión y la interpretación, no podemos desconocer lo político como la acción hacia la unidad comunitaria y solidaria dentro de la visión al cambio social que debe ir en evolución permanente hacia la defensa de los ideales sociales. Lo político conlleva a procesos contra los que trafican con y en la política; lo político vivido en esta dimensión es una distopia producto de la bazofia politiquera, que como hienas pululan tras un pueblo al cual quieren desangrar, levantando barreras visibles e invisibles en medio de una geopolítica ilegal.

 

A la política le avienen aquellos sátrapas con sus conjuros para hacer de ella una pandemia, irrespetando la vida y la dignidad humana. Los politiqueros arremeten por igual en el mundo creando divisionismo para reinar, polarizando y politizando el devenir del pueblo, fragmentando su accionar mediante intereses voraces ambiciones, sembrando gérmenes para hacerla inoperable e irla llevando con la democracia al ocaso donde nacerá el poder de la dictadura, con un arte político puro nace el templo de la política, obra que lleva el hilo conductor del orden con pensamientos procaces como Platón, Sócrates, Aristóteles, pero que hoy se ve manchado por la corrupción política que incita a repensar y a vivir la filosofía para entender al otro con liderazgo veraz.

 

La historia nos enseña como ante los grandes conflictos sociopolíticos, los pueblos asumen posiciones abyectas a la hora de la verdad; sus actos histriónicos confunden ante el divide y reinaras. La conciencia política de los pueblos se desvanece ante las metamorfosis vocingleras que alimenta el sentir social decadente, porque no se reflexiona ante los problemas. Una cosa dice en el diario vivir y otra cosa hacen cuando de escrutar se trata, la costumbre irreflexiva hace presencia.

 

La política pasión para gobernar, pasión para aniquilar la democracia, tal es, anhelada para fines perversos por quienes la follan con su cobarde espíritu, como los politiqueros de oficio y gobernantes de turno, los tramóyanos sin escrúpulos, escuderos y bufones serviles, usurpadores y corruptos vocingleros sin sustancia. Las ilusiones perdidas de la política y la democracia hacen nula lo político y se desconectan de los objetivos del estado, bajo los conflictos y las contradicciones, quedando la unidad comunitaria sin hilos conductores, perdiendo la representatividad constitucional e institucional, pero atenta al combate con espíritu lúdico.

 

La institucionalidad como agente de la política y lo político, tiene que ser un orden marcado por la democracia que desarrolla las estrategias sociales para que el estado lleve a cabo su cometido. El uso indiferente a lo que enmarca los cánones permite que actos perversos anticonstitucionales obstaculicen todo justo proceso. La política en lo político a través de sus instituciones se obliga a ocupar los espacios y en los tiempos debidos a crear compromisos de acción humanista; ello obliga a comulgar con el evangelio y la teología de la libertad, participando y enfrentando los desafíos y las epifanías sociales, abrazando pasiones populistas, es decir, del pueblo contrariamente a lo que hoy se entiende por populismo, como desconocer al otro, al prójimo.

 

Toda actitud de ataque a la política implica inestabilidad, implica violación de derechos y de institucionalismos. La política como orden, arte y control debe rechazar todo aquello que afecte al hombre, teniendo en su haber la teología de la liberación política como defensa cuando el pueblo es víctima del capitalismo que le lleva a padecer miseria, hambre y esclavitud social. La teología de la liberación política fundamenta la emancipación en compañía de la fuerza evangélica cuyo componente es el amor y el servir al otro, al desvalido, al sin voz, al indiferente que clama en silencio por doquier con la cruz a cuestas, gimiendo y llorando sus pesares.

 

Dícese que la fe de la burguesía capitalista se opone al principio humanista, esto es, el principio histórico de la lucha rebelde, pero con la posibilidad del Génesis del cambio hacia un devenir solidario, donde se conjugue la razón del entendimiento, la comprensión y la equidad social. Estas y otras razones de un discernimiento profundo, implica una reflexión de la teología de la liberación política, a partir de la praxis de la verdad y la justicia, materias propias del sentir del hombre que nos hizo visibles, el Jesús histórico en su revolución política y religiosa; este y todos aquellos mensajes de tantos mesiánicos de siempre, de la verdad, de la justicia, de la política, de la no violencia que viene desvirtuando el mal que impera en el mundo con su barbarie social, culminara cuando vivamos de acuerdo a las enseñanzas sociales de la teología política y la epifanía de la liberación.

 

Cuando todos los pueblos quieran asumir posiciones deben conocer la verdadera praxis política con sus hechos del acontecer de la gobernabilidad, para no estar vociferando sandeces confucionistas sin sentido, desconociendo el acontecer histórico. Tolstói nos afirma que el hombre destruye lo social, lo político y lo estatal; esta verdad es comprendida. Con el tiempo se recrudecen actos bajo artimañas por quienes con apariencia cínica asumen poderes, destruyendo las bases democráticas de una gobernanza, sometiendo a la ignominia al pueblo, pero el pueblo debe surgir con opinión y actos de rebeldía contra esos postulados. Quienes aspiran al poder lo harán con la convicción política y humana, liberados de todo llamado legal, respetando opiniones y siendo claros en la presentación de sus propuestas, alejados de posiciones emocionales, folclóricas llenas de diatribas histriónicas. Pero aun, ante estas hipertrofias la nación va firme hasta el umbral de la república.

 

La política es inquietante, dinámica, busca el orden y el gobierno de las cosas, de la naturaleza y de la comunidad. Aristóteles bien lo definió “… el principio de la naturaleza es el orden y cuando el hombre destruye ese orden, esta reacciona…” igual ocurre con la política, cuando el hombre acude a conductas bárbaras e injustas, al poder ególatra y otros juguetes politiqueros de los comediantes, la política se desploma y con ella el orden generando caos, crisis. El error humano al decir político, procede el desorden, el desvío de la conciencia social y la razón.

 

La debilidad humana se deja llevar por los espejismos y las ficciones sociales, y por un elemento que es el conjuro a la política, mediante el cual todos los programas de gestión social se alteran terminando en hecatombe, siendo el pueblo quien sufre las consecuencias. Es de señalar que el conjuro es aplicado a toda la estructura del estado, perfilándose las más insinuantes manifestaciones hechiceras propias de este fantasmal elemento disipador de las buenas gestiones, todo para garantizar favoritismos y actos de corrupción.

 

Lleguemos al final de esta reflexión señalando que, la vida nos exige a todos los humanos desde nuestro control de mando, servir y servirnos, amar y amarnos como sentido de vida, para consolidar la unidad del pueblo, buscando lo justo, lo razonable, profesando la verdad que vive en nuestro interior, y que ella como está escrito, nos hará libres.

 

 

Mariano Bernardo Sierra Sierra

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

 

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