Reconocer el camino, herramientas para afrontar la pérdida – I Parte

 

 

Todos pasamos por el entrenamiento frente a la perdida. Pero no sabemos que lo estamos haciendo hasta que finalmente esta no es pequeña.  Ni una simulación, sino una realidad aplastante que suele llegar a la vida como un ladrón que irrumpe en una noche silenciosa y que golpea la ventana del cuarto, o como una escena de terror de la cual no somos simples espectadores sino sus propios protagonistas.  Hemos de admitir que todos hemos experimentado por lo menos una vez en la vida la emoción del miedo y que le tememos a la pérdida; por esta razón debemos saber muy bien cómo es que las personas afrontamos y vivimos las etapas de la pérdida hasta llegar a superar el temor. Puesto que es una realidad irrebatible que alguna vez deberemos perder, incluso nuestra propia vida.  Es mejor afrontar estas etapas consciente y juiciosamente, sabiendo que es un entrenamiento imprescindible para el buen vivir.

 

Fue la psiquatra Elisabeth Klübler-Ross[1] quien después de trabajar durante muchos años en una unidad de cuidados paliativos durante la segunda mitad del siglo XX,  finalmente describió sus hallazgos que hasta ahora seguimos encontrando útiles para describir la condición de las personas en situación de pérdida, no sólo por muerte física sino por el distanciamiento emocional o por la pérdida de condiciones de vida, pérdidas económicas  y otras en las que el ser humano puede verse amenazado en su integridad.

 

La primera etapa de este camino de aprendizaje se llama Negación: Podemos ver como las personas continúan con su vida normal; piensan que los acontecimientos son hechos lejanos que nos los tocan. La indiferencia es la sensación predominante, pero está acompañada por un estado de calma tensa. Para algunos es inaceptable que alguien que esté pasando por una pérdida no pueda proceder como si esto no pasara; entonces podemos escuchar comentarios: “parece como si no se le diera nada”, “que persona más desconsiderada…”, etc. Pero en realidad la negación para la mente es una forma de inducir a la persona a un estado de letargo ante una inminente catástrofe. Cuanto más se tarde esta etapa en sobreponerse a la psiquis de las personas, más terribles suelen ser las siguientes etapas. Esta etapa la ha vivido cada país al afrontar la situación por el anuncio de la llegada de una pandemia letal y los ciudadanos han seguido viviendo como si la situación nunca les pudiera tocar.

 

La segunda etapa es La ira: Ya que no es sostenible seguir en negación, la psiquis busca descargar las emociones contenidas durante la primera etapa, en la que el miedo se ha incubado sin forma pero de manera creciente. Las emociones negativas se descargan con fuerza buscando un contenedor y en última instancia buscando que otro sea quien se encargue de solventar la tensión acumulada. Es una etapa en la que suelen haber muchas discusiones, las frustraciones se pueden manifestar como pérdida de la fe y como el arrebato de querer solucionar todo “a las malas”, el deseo de vengarse o de salir corriendo, sin reparar en el otro, son actuaciones normales que deben ser contenidas por otro que ha podido superar el estado de temor y de pérdida. La  represión punitiva suele derivar en conflictos aún mayores cuando no se pueden contextualizar en la situación emocional por la que atraviesan las personas. Durante esta etapa no faltan los movimientos de insurrección armada, que buscan la justa reparación por medios que para algunos no pueden ser aceptables…

 

Después de esta devastación de la tensión emocional, se presenta la etapa siguiente: La negociación, que no es más que el intento de la psiquis por mantener la situación en un estado de control ilusorio, en la que pensamos que si cedemos podremos obtener algo a cambio; pero no es más que una prolongación de la negación, puesto que la mente no puede entender aún que no se puede negociar sobre pérdidas…  No es posible revertir un proceso que ya ha sucedido, sólo en nuestras fantasías infantiles podemos ir al atrás y borrar lo que ha pasado. Algunas personas llegan a terapia ya adelantado este proceso y su motivo de consulta suele ser: “solo quiero olvidar”, “quiero borrar esto que pasó”, o “Como quisiera hacer como si esto no hubiera pasado y seguir con mi vida”. En esta etapa, la solución suele ser, recurrir a algo que nos haga olvidar, seguir haciendo la vida como si nada pasara, o simplemente culparse por no haber tomado las precauciones para que no ocurriera lo que está pasando. Esta etapa es importante para que los sujetos podamos fabricar nuevas formas de proceder frente a nuevas amenazas. Pero no soluciona la actual, por lo que tampoco es una etapa de resolución.

 

Luego llega una etapa que suele ser estigmatizada por esta sociedad que se niega a tener sensaciones negativas. Se trata de la etapa de la depresión, y se considera necesaria en un proceso de duelo, porque nos enfrenta con la realidad del vacío y de la pérdida, con la ilusión de la permanencia. Llorar y sentir que el corazón se rompe porque la pérdida es importante es reconocer que se ha perdido, que se está en una situación vulnerable. Ya no se fantasea con una realidad ilusoria en donde todo permanece, sino que se instaura en el sujeto un hueco psíquico en el que cabe la conexión con aquellos que también han perdido. Este tejido cicatricial se debe reconocer y valorar para poder sobreponerse  y no perder la conexión, porque de lo contrario nos convertimos en sombras ávidas que buscan volver a tener lo que han perdido, o sienten que solo ellas han experimentado la pérdida y se convierten en los huérfanos del mundo, los incomprendidos de la humanidad. El tejido debe fabricarse con calma, llorando por lo perdido y viendo hacia los lados.

 

Observando la película “La tumba de las luciérnagas”[2], un personaje al contemplar la devastación de Japón tras la caída de las bombas durante la segunda guerra mundial dice: “Al menos mi casa también se quemó, porque me daría vergüenza que la mía siguiera en pie, al menos así estamos todos iguales”. La depresión nos hace conscientes de la igualdad frente a la pérdida. Los que no pierden, no pueden sentirse iguales hasta que no les pasa… pero ya tendrán la oportunidad de ponerse al día con la tarea.

 

Así llegamos a la etapa de resolución: La aceptación. Esta etapa no suele ser caracterizada por sentimientos muy marcados o picos emocionales. Al principio más bien las personas se sienten como si hubieran recorrido un largo camino en el que el cansancio es predominante, se  puede sentir estar cansado físicamente. Pero ya se acepta que la situación ha cambiado, que lo que se ha perdido se ha ido irremediablemente y, que se debe vivir y seguir adelante, puesto que se empieza a edificar un nuevo sostén psíquico que se llama responsabilidad vital y que sostiene la voluntad de vida que se sobrepone a la condición de seguir en el estado de pérdida. La aceptación puede ser una condición resiliente  que nos ofrece la posibilidad de cambiar la perspectiva frente a la vida. No se puede, sin embargo, ceder a la aceptación de la pérdida desde la depresión pues esto significa que el sujeto no se puede tejer nuevamente y sentirse en igualdad de condiciones frente a los otros. Tampoco se puede entrar desde la ira, transformada en la fría venganza al culpar al que no ha aprendido porque no ha perdido. Al final este aprendizaje es básico y no se lo puede saltar nadie, algunos pasarán suavemente por estas etapas, para otros tendrá un efecto fuerte y otros deberán repetir año antes de haber aprobado la práctica. Sólo quien ha perdido a consciencia es portador de la sabiduría para poder acceder a la abundancia y a la solidaridad.

 

Así se inicia una nueva era de oro para la humanidad, si estamos listos este salto cuántico de consciencia nos requiere con el pago anticipado de la seguridad de la pérdida de un sistema endeble que ya se cae a pedazos solo y que inevitablemente nos va a hacer pasar por el purgatorio antes de sentirnos en un nuevo paraíso.

 

Sólo quien ha perdido a consciencia es portador de la sabiduría para poder acceder a la abundancia y a la solidaridad

 

 

 

Carolina Benítez Perugache

Psicóloga Egresada de la Universidad de Nariño

Terapeuta Clínica y Profesora de Yoga

 

 

[1] Para saber más: https://psicologiaymente.com/clinica/etapas-del-duelo

[2] Para saber más: https://es.wikipedia.org/wiki/La_tumba_de_las_luci%C3%A9rnagas, https://www.revistaesfinge.com/filosofia/corrientes-de-pensamiento/item/572-71vida-de-elisabeth-kuebler-ross-experiencias-al-borde-de-la-muerte.

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