Este tipo de lectura está pensada para aquellos lectores tranquilos, que se conocen a sí mismos y no encuadran en ese vaivén vertiginoso de la vida apresurada, esa que solo el viento hace sentir. Lectores que no están habituados a comparar ni a compararse, jugando siempre con el tiempo. Es decir, lectores escasos, aquellos que huyen de las lecturas críticas, de las fichas de lectura o de las pruebas de única respuesta. A estos lectores aún les queda algo de tiempo; han sabido moverse. Para ellos, avanzar o retroceder no es la única opción, como algunos de sus colegas lo han “pensado”. Han dejado de ser bidireccionales y se han transformado en multidireccionales; en cualquier dirección encuentran mayores tesoros, momentos más fecundos y vigorosos. Para ellos, la jornada siempre ofrece un instante para meditar, más valioso que cualquier otro.
El detenimiento se hace junto a la reflexión. A diferencia de quienes están siempre ocupados, estos lectores sienten que han transcurrido el día de una manera verdaderamente digna. Para ellos, desprenderse de la mala costumbre de pensar mientras leen es una tarea difícil, pues incluso siguen reflexionando mucho después de haber cerrado el libro. Conocen de un arte casi extinto: el secreto de leer entre las líneas. Y no lo hacen para escribir una reseña, ni mucho menos una crítica o un nuevo libro, sino simplemente, así por el reflexionar. Un lector así resulta insostenible en nuestra sociedad.
Se precisa cuidar y cultivar esta clase de lectores, pues deben ser lo suficientemente tranquilos y pacientes para emprender, de manera generosa, un camino indómito y extenso, cuyas metas jamás podrán visualizarse ni mucho menos planearse, aunque el lector, con toda honestidad, lo intente. Este es, pues, un lector ciego, guiado más bien por el instinto. Un lector que huye de la opinión, del lector de red social que se considera en la más alta estima y con la capacidad para opinar de cualquier cosa. Ante estos, no hay más que dar un ágil salto o actuar con ligereza.
Llegados a este punto, y considerando la influencia que las redes sociales están teniendo sobre las sociedades, y a pesar de que estos medios, con su avalancha de imágenes, videos y lecturas que de manera sistemática se presentan, no han permitido que lector al que este texto está dirigido, haya perecido, a pesar de los tantos adeptos, adictos o “influencers” que estos medios tengan. Es importante resaltar que, para estar frente a una pantalla horas, no hace falta mayor esfuerzo. Leer hace parte de las relaciones humanas; cuando se lee, existe un diálogo entre el pensamiento y la pasión del escritor y su lector. Leer implica una religación. Mirar una pantalla no es ninguna manera de religarse.
Finalmente, apreciado lector, dejo aquí una idea clara y preciosa, única, como lo fue el maestro Fernando González, y que está relacionada con la idea de lectura y de lector que aquí se propone, el ritmo: “El ritmo es tan importante para vivir … Cada individuo tiene su ritmo para caminar, para trabajar y para amar. Indudablemente, cuando un hombre y una mujer se atraen, eso se verifica por sus ritmos; es porque unidos son importantísimos para la economía del universo”.
Autor. Juan Camilo Mafla Pantoja
Estudiante de Maestría en Estudios Latinoamericanos.
Primer semestre
Licenciado en Filosofía y Letras, miembro del grupo de investigación Ágora Latinoamericana, miembro del Taller de Escritores AWASCA, miembro y fundador del colectivo cultural Minerva.