“Espero que este pequeño cuento haga parte de la historia de la UDENAR, algún día lo escribí para Nuestra Universidad.”

 

Elaboración:  PASTO 1992

 

Y los caminos se abrieron hace ya casi un centenar, junto con ellos el tiempo en que con brumosa esperanza se despliegan por coloridos senderos en donde los anhelos se encuentran envueltos entre verdes ramas que desean algún día crecer.

 

Por tal lugar vive el Duende, que en su lucha fratricida patalea por sobrevivir; lleva su típico sombrero verduzco desteñido por el paso inclemente de los años como si fuera el calcetín de militar infante, que bien hace conjunto con su larga camisa verde, pero la pinta se torna chillona ya por sus medias anaranjadas o por sus zapatos morados que oscurecen aún más el brillante gris de sus ojos.

 

Sin comprar fracción de alguna lotería, el premio gordo se llevó al encontrarse con el Hada Mater en tanto practicaba su desesperado deambular; y con ella fue aprendiendo una ciencia que desde ese momento fue su seguro pistolón, así que desde entonces andaba armado de libros hasta los dientes.

 

Los fines de semana eran entonces como un largo lunes hasta el día martes; mantenerse despierto era la consigna, alcanzar el éxito, la píldora para Morfeo. De esta manera, sin echar cana al aire, al décimo escalón llegó la fiesta de licenciado en Naturalia, fueron tres días de fiesta en los que se dividieron los recuerdos para restar las penas a la corta suma de las alegrías, como residuo quedaron remembranzas verdes moreteadas que figuran la nostálgica intención de ahogarlas en licor; el guayabo al final sería lo único que se multiplicaría.

 

A la ingrata anécdota con ironía raíz cuadrada, se le sacó y se obtuvo el recuerdo del baño que con agua fría en momento oportuno al Duende mojó, despertándolo para que escuchara a quien tenía el colador por el mango y apoderado de la situación mediante una toma pacifica manejaba los hilos de numerosos y enigmáticos sucesos. El Duende y demás cuasi colegas, los secuestrados, y quién estaba al mando del operativo, no permitían que nadie abandonara el recinto y menos aún cuestionar las razones, por cierto, no muy claras, que tenían para realizar tal acción de fortuito sometimiento, puesto que ya de por sí era una pregunta muy boba.

 

Entre paso y paso, el áspero individuo se sentó en la palabra que ni el mismo entendía, sus propias palabras referentes al tema que se constituyó de difícil recordación. Afortunadamente, fue relevado por otro tipejo, que sin ofender al ogro anterior, este fue más cordial, aunque con vacíos no dejaba que los secuestrados echaran a perder el espantoso Good Will, qué suspendido se veía estandarizado y yacía sobre el mamotreto de medallas logradas por su virtud no estándar carente de ética y propósito común.

Los secuestrados encubiertos se veían de palidez, el Duende ofuscado sudaba frío a causa de las incipientes novedades: El árbol donde la mascota hace su necesidad era tree; el lápiz, pen; borrador dizque era eraser.

 

El Duende se llenó de un aire sumamente corajudo y sacando una pistola del cinto, apretó su empuñadura, y osó en preguntar: “Correcto es decir, I will go out of here (Yo saldré de aquí)” – el tipo aquel respondió: “sí, pero no”. Es decir, vertical y horizontalmente no dijo nada concreto y tomó su agenda, se dispuso a clavar módulos de redondo aspecto desde el catedrático trampolín contra la reactiva mala educación del Duende.

 

En ese instante surgió un apagón eléctrico, lapso de tiempo que aprovechó el guardián aquel, para arrebatarle el arma qué el Duende firmemente sostenía en sus manos; sigilosamente lo desarmó y al quitar el proveedor de dicha arma se desparramó silenciosa agua por entre sus manos, la pistola de agua no mataría ni a cansona cucaracha, pero la intención del Duende fue la que se tuvo en cuenta para emproblemarlo entre insuficientes cifras. En plena oscuridad la voz del mandamás especulativo dijo: “El corte eléctrico debe ser a causa de esos saboteadores tombos qué quieren rescatarlos, ¡quietos ahí!”

 

Preguntar era inútil, puesto que el burro con estar en el camino empedrado debe conocer que si ya no encontró piedras es porque los políticos ya no están robando, toser era un mal síntoma, ya que si el clima había sido inclemente e indomable, todos quería desahogarse inmediatamente, se le sugería un consejo de una sola vía: Cuide esa tuberculosis y si se presenta una leve mejoría vuelva, puesto que los enfermos en una toma pacífica son totalmente inservibles. El Duende, gracias al lazo de respeto qué apretaba con sus manos, obedeció la orden impartida a manos de la señorita Apatía, de buscar la causa del apagón y no quería pasar de irrespetuoso, tomando bandera ajena venció al visible  fantasma, de modo que las lámparas volvieron a brillar en neón.

 

De regreso el duende al lugar de la toma, sintió la fatiga de quién en soledad lucha en batalla contra numeroso ejército, abriendo la puerta salió fulgurante luz que acompasada marcaba el desplome del Duende contra el piso caído, qué levantó el acumulado polvo que estático durante años se había mofado por la ausencia de escobas, que quizás encontraron transportando brujas a sus infaltables congresos una nueva asignada función.

 

Del tremendo totazo en la cabeza del duende, giraban pajaritos que trinaban en oído inconsciente y sin brújula marcopolense un colibrí de la formación salió, pues, por tanto, girar alrededor de la testa duéndica, sintióse mareada, cosa que abandonó la conformada aureola pajarezca de la accidentada dificultad. Pero vaya sorpresa con el evadido colibrí pechí amarillo, ya tenían una entablada amistad, resultado del continuo transitar por ese mencionado sitio de la cotidianidad, qué ensimismada en personalizada realización siempre conducía a la “Viejita, pero vea” tembleque la charla se tornó entre desmayo inconsciencia y mareo.

 

El Duende comentó a tierno pajarito “me prohibieron tomar el sendero el cual yo contigo me encuentro, pues dicen que se aleja del modelo patrón, es que además al duende nocturno aún menos al diurno se le va a comer cuento – El agua es para las flores y las flores están en el jardín, ahí tengo dudas…. ¿Las raicillas cuentan? Si solo roban agua y sol y no se es una flor de un día para otro de la noche a la mañana.”

 

¿Cuál es tu preocupación? – pregunto el Colibrí – mi ignorancia – dijo el Duende – por no entender la diferencia entre raicilla y flor.

 

Riéndose a carcajadas, el Colibrí forcejeaba ante la risueña para hacer nebulótica aclaración: “Tú lo entenderás cuando seas una flor y te preocupe la gota de agua que atraviesa uno de tus tantos pétalos, porque ella siempre estará llena de pureza mágica y de dulzura, tal como un día la recibirás y entonces ahí el sol en resplandor brillará, de modo que esa raicilla crezca un milímetro más y la sombra que a ella les hagas con tu florida silueta debería ser un motivo de preocupación y debes estar pendiente por si tienen el anhelo insolado en aprender con paciencia en el Bing Bang del ir y venir, con una metodología pitagóriana aplicada para el logro de un objetivo, más que merecido orgullo por haber despejado la sed de quien el aliciente de haber coronado aún no ha logrado la tergiversada manera de apacentarla con creces, con gotas gordas de sudor de quienes a su vez proyectarán la labor de realización ensimismada en su propio ego, morir de sed sin encontrarse en un lejano desierto.”

 

“¡Espere un momento!”- repuso el Duende, es decir, qué debo el umbral cruzar, ayudar a la puerta cerrar. Y somos los que estamos y los que estamos somos decir.

 

“¡Yo no he dicho eso!” gritó el Colibrí. Buscando impactar para poder continuar y decir: “Los deseos con los que convives en el día de hoy, mañana en el horizonte serán los que conforman tu ética profesional. Hubo un corto silencio que fue espantado por la lluvia que, en restringido sendero, estabilizaba el paisaje y al desafinado son de mutuo mareo momentáneamente danzaba.”

 

El Colibrí rápidamente en rama de frondoso árbol se escampó. En tanto, el Duende prefirió refrescarse un poco más, levantando su rostro y cerrando sus ojos, recibió las gruesas gotas de lluvia de manera plena en su divino rostro. En seguida, nuevamente abrió sus ojos y rodeado de sus compañeros secuestrados, despertó. Habiendo sido ellos quienes empujaron al reaccionar del sorpresivo desmayo, mediante agua que en un vaso le fue vaciada en plena cara del duende. ¿Con este sobresaltado despertar, se puso de pie y preguntó: “¿atraparon a los secuestradores?” Y, casi en celestial coro, recibió la inmediata respuesta: “El tiempo nos dejó libres”. Tomando la vocería, uno del grupo de los ocho interrogó – ¿A qué se debió el apagón?

 

Una mano inquieta – El duende respondió- que quizá a oscuras por estas circunstancias pasó. Y quería socorrernos, lo que no sabía, agregó, es que siendo la toma pacífica, nosotros somos secuestrados voluntarios. Cosa que es peor que ser sometido por la fuerza. Además, dijo el Duende: “Pero me parece que ese individuo conocía la “Viejita, pero vea”, porque sin altivez comprendió que eso de apagar la luz eléctrica es un problema, ya que con seguridad silbando y aplaudiendo es imposible el robar un beso o una caricia a reales y bellas dulcineas que no siendo del toboso, sí lo son de Torobajo.”

 

El caballero que lucía pasamontañas, dijo: ” “Viejita, pero vea” que ha soportado soplido de la dinastía del político lobo feroz, sus paredes están sostenidas por grafitis que adornan las entrañas arquitectónicas, de lo contrario, sería un cementerio lleno de lápidas en numeradas, que si las pizarras están blancas hasta la mitad, es porque alguien aprovechó la clandestinidad y dejó al descubierto la parte verde. Además, eso de “Viejita, pero vea” es una característica tradicional inherente al hecho de ser tan pública, razón valiosa de su ser. Mi cédula es vieja, pero aún funciona, claro y espero me sea entregada una que tenga el estilo semejante a una tarjeta de crédito. En el caso de documentos, lo importante es que sean de utilidad, así tengan un siglo de vieja o un segundo de nueva.”

 

Juan Gilberto, uno más del grupo de los ocho, cuestionó. – ¿Quién era ese fulano con quien tú hablaste, pilo Duende? No respondió dijo el Duende: “En todo caso, Me pidió escribiera para él, El Renacuajo Paseador… de un tal Rafael bombo. Claro que ese apellido me sonó con un tono un tanto descuadrado; sin embargo, para no quedar mal ante él, le escribí, pues si me negaba a su petición, posiblemente pensaría que yo no estaba haciendo absolutamente nada en la “Viejita, pero vea”. – Me tocó improvisar, y así yo se la dicté:

 

Duendín majadero, salió esta mañana muy fresco el bergajo, con pantalón Levis, chaqueta de jean, pañoleta extranjera, arete a la moda y chicle en la boca. ¡Muchacho afánate!, le grita mamá, pero él como siempre bailando, se va. En el camino, se encontró vago vecino, venga usted conmigo que a tacar billar nos vamos, habrá pola ventiada, aguardiente del extranjero sin cocorinche. A poco llegaron, y de una con disimulo entrándose van.

 

En tanto que el barman un poco intrigado viene y les pregunta ¿En qué les puedo servir? A ver los tacos, dijeron los vagos: antes queremos un poco ensayar.

 

Lo siento muchachos, réplica el barman. – Pero sin plata el mirar jugar es totalmente gratis… Ustedes deben ser Simón y su amigo el bobito.

 

De pronto, se lanzan de aquella patrulla ¡a ver documentos!, dijeron los verdes y si son extranjeros, cadena perpetua van a pagar, y si son unos vagos, en la estación trasnocharán. Duendín sin papeles al teniente Martínez con la charla lo quiso tramar. Estuvo de suerte, pues era un colega, un licenciado que sin trabajo no tuvo elección. Ponerse el verde, coger el bolillo para autoridad ganar y así a Duendín ordenar: Se me va pa´ la casa y recuerde cuasi colega. … Que sirve de algo haber conocido a la “Viejita, pero vea” teniendo el recuerdo que en un mañana de apuros te sacará. Y en el calabozo oscuro nunca estarás, en tanto que el vago vecino intentando escapar, saltando y corriendo a la patrulla levantada a pata fue a terminar”.

 

Momentos después, cuando concluyó dicha poesía, la versión de presumido afán, el Duende preguntó a quienes lo habían acompañado durante el relatado tramafa – ¿Cometería un error al escribirle tan distorsionada poesía?

 

Gilberto Ramiro, quien era un miembro activo del mencionado grupo de los ocho, opinó: “Pueda que se haya cometido un error bastante pequeño, pero ten en cuenta lo dicho por la “Viejita, pero vea”: Aquella poesía es de Rafael Pombo y nada tiene que ver con el nombre dado por el tipo aquel con quien cruzaste palabras; partiendo de ahí, creemos que lo que hiciste hipersupertetramegaplay.”

 

Repentinamente, en tanto hablaban, un nuevo apagón se presenta y ya nada que ver con la familia Vatio, pero sí muy relacionado con lo administrativo, que con razones valederas puso en estado de coma a la “Viejita, pero vea” un paro cardíaco con azotes agónicos la castigaba. Quienes la conocieron radiante de juventud, entristecieron. El silencio vagaba entre la penumbra tras la búsqueda de fórmulas tramitadoras de urgentes auxilios que sacasen de la crisis a la “Viejita, pero vea”, con autorización tenían que ser las visitas para con la veterana.

 

El Duende y el grupo de los ocho, debieron entrar a una Junta extraordinaria. De dónde salieron con la conclusión de buscar al Hada Mater, pues ella se constituía en el alma de la “Viejita, pero vea”, que se nombró la infaltable comisión en momentos de catástrofe y a tal minúsculo grupo conformado por Kien Chave, Yennisé, y Ke Pachará,  le fue asignada semejante tarea. En realidad se trataba de toda una nómina encabezada por un pergamino de notables y sobresalientes dudas.

 

Y precisamente, ellos llevaron a cabo la misión de traer consigo un escalofriante mensaje mágico que parecía venir de algún sociólogo Taita o del más acá contra descuidado hechizo. Besar la piedra del alguien que con pudor quiso que un día fuese lo que ha sido la “Viejita, pero vea” que son 90 abriles los que se cuentan en su cabello cano; y ese alguien quizá existió lo que haría difícil dar con su paradero después de numerosos amotinamientos pasados. La suerte de dicho objeto sólido era desconocida, fue entonces qué color de hormiga se puso el acabar, el terrible encanto que tenía paralizada la “Viejita, pero vea” pero de los pies a la cabeza, el tiempo para dar cumplimiento a tal condición era de cuatro horas, es decir, antes de la medianoche, mientras que la oscuridad era como siempre, cómplice del viento que con aire de inevitable duelo se paseaba entre la ósea y fría estructura.

 

El Hada Mater por su parte, sabía que sería un tanto difícil cumplir con el deseo de la “Viejita, pero vea”, la desesperación entre sus moradores cercanos y allegados ahogaban las esperanzas de mantenerla con vida y sin poder contener su aflicción empezaron a gritar consignas que con vehemencia reclamaban el por qué se llegó al punto de crisis de la “Viejita, pero vea” y con qué fatal y final desembocadura.

 

Los culpables indicados por dedo índice fueron conocidos, uno a uno se los vio caer y sin darse la más mínima cuenta, unas cuantas chispas de coraje encendieron cirios de valor que con la intensidad del choque eléctrico en la “Viejita, pero vea” produjo reacción y entonces el negocio más oscuro con aquella luz se iluminó. Ella empezó a recuperar el conocimiento de quién era, y aunque no comprendía por qué tantas luces brillantes la iluminaban con el costoso combustible del aprecio y del agradecimiento para con ella.

 

Pues, recordó cuántas penas tuvo que sobrepasar en soledad, aún pensaba que lo estaba soñando y alegremente cinco minutos antes de la medianoche, sus propias luces se iluminaron en actividad. Agradecida la “Viejita, pero vea” envió un mensaje con el Hada Mater:” Que nunca se había sentido tan iluminada por ese apoyo de aquellos que la conocen y la definen como persona grata y fundamental para la comunidad”.

 

El grupo de los ocho, junto con el Duende en actitud de perdidos la fe y la esperanza, habían dejado a la “Viejita, pero vea” una hora antes de la medianoche en busca de coronas florales para su evidente sepelio que ellos presupuestaron ante lo imposible de romper tan malévolo hechizo; y para ello se armaron de grandes cirios, pues deseaban darle la que llaman merecida y cristiana sepultura. Al encontrarse en el portal de la “Viejita, pero vea”, tiraron al piso tan inoportunas coronas y llevando tan solo los velones en sus manos, se adentraron buscando a quien les comentase la razón del bullicioso ambiente festivo y la emocionante luminosidad que aun mirándola no lo podían creer.

 

Estando fuera de foco con lo sucedido, el Duende y su corte, quien le había pedido escribiese dicha poesía, se dirigió al comando central energético para desconectar la electricidad con el propósito de que la “Viejita, pero vea” no sufriera daños en los restos mortales de su planta física, más ella ya se encontraba en perfecto funcionamiento.

 

La multitud que disfrutaba y celebraba la estabilidad funcional de la “Viejita, pero vea” calificó este proceder como un atentado sumamente descabellado, puesto que no había pasado mucho tiempo desde que se puso nuevamente en pie, y descarado terrorista ya quería regresarla a una aguda crisis, de modo que muchos de los ahí presentes iniciaron la persecución tras vándalo que buscaba refugio tras las faldas de la “Viejita, pero vea”.

 

El grupo de los ocho, encabezado por el Duende, iniciaron entonces una improvisada carrera atlética y sobrepasando contenedores que por pésimo estado físico quedaban rezagados en el cruel deseo de linchar a quien ocupaba el primer lugar en cabeza de competencia, que a su vez si sabía que la turba que lo perseguía lo superaba en número, por tanto, se encontraba motivado para no ser la trucha de fácil alcance.

 

La dura carrera proseguía y los de buen estado físico en plena prueba comentaban lo que les esperaría a quien lideraba la carrera. Mirando la situación, el grupo de los ocho impuso paso para su capo escuadra, se pusieron la camiseta y tras imponer un fuerte ritmo ganaron leve ventaja, pero el fuerte esfuerzo hizo que uno a uno de los equiperos del Duende se fueran rezagando.

 

En el momento oportuno, el Duende emprendió un violento ataque tras la cacería del fugado e improvisado deportista, a quien ya lo tenía en la mira, descontando valiosos segundos lo atrapó y lo detuvo diciéndole: “Tranquilo que yo lo voy a respaldar”. Segundos después, la multitud arribó disminuida en sus intenciones tras la ardua persecución y a los agobiados competidores, el duende hizo acezante aclaración: “Miren si se apagaron las luces, es porque queremos celebrar el cumpleaños de la “Viejita, pero vea” lo menos que se quiere es hacerle daño. Tengan en cuenta que aún ella se encuentra convaleciente y 90 son 90.”

 

Mejor, agregó el Duende, “enciendan esos cirios que les serán entregados por mi equipo de promoción y cántenle a la “Viejita, pero vea” el happy birthday.”

 

La parranda se armó después de los actos ceremoniales de tan memorable fecha, el tipo que había sido perseguido con calma y tranquilidad se paseaba como Pedro por su casa; el Duende y grupo ya entonados por la rumba al mirarlo tan fresco se ofrecieron para acompañarlo hasta el portal de la “Viejita, pero vea” con el fin de que no se vaya a sufrir otra persecución a manos de quienes consideran que sus acciones no son del todo compatibles con los que quieren celebrar, y así evitar problemas que con tragos en la cabeza se pueden originar, así como equivocados procederes que luego se tengan que lamentar.

 

Sacándose el pasamontañas, aquel individuo rechazo tan gentil ofrecimiento por parte del grupo de los ocho, y dijo que quería hacer una ferviente aclaración: “Ustedes están equivocados porque yo soy el celador de la “Viejita, pero vea” van a ser las 6:00 de la mañana y la fiesta fue anteayer, lo mejor que pueden hacer es abandonar a la “Viejita, pero vea” “. Con la borrachera el homogéneo grupo avanzaba un paso, pero retrocedía tres. Sin embargo, la entrada principal lograron coronar en donde sin fortuna no pudieron encontrar vehículo que a sus hogares respectivos los pudiese movilizar.

 

A esperar la Chiva tocará, dijeron los fiesteros, a medida que observaban al arriero que con casi 40 cabezas de ganado cruzaba frente a la entrada de la “Viejita, pero vea”,  casualmente tres reces se internan en la morada instruccional, el arriero desesperado pide ayuda a tan inestables parranderos, quienes formando un círculo alrededor del fatigado arriero.

 

Juan Gilberto, que era el más cuerdo del ebrio grupo, preguntó: “¿Cuál es su preocupación o acaso no puede darse cuenta de que ahí no es el matadero?” Aún atemorizado el arriero contestó: “Me preocupa que se entraron ahí tres de las reses que estoy arriando, no vaya a ser que me las gradúen.”

 

Gilberto Román le recalca: “Mire, ahí dentro saben lo que es imparcial, lo que es burro y hasta frenillo manipular. Así que se puede ir calmando, es más, yo creo que si sus reses ingresaron es porque la “Viejita, pero vea” se asemeja a una plaza de toros en la que en su arena son lidiados bravos, toros de purísima casta y a punta de valor por parte del hombre del traje de luces, se gana aplausos de los presentes, dos orejas o hasta el rabo del ejemplar, siempre y cuando los pases realizados sean chicuelinas, verónicas o de pecho. Pero mire señor arriero que completicas sus tres reces están de regreso.”

 

Rápidamente, el arriero borneando su látigo, fuertes azotes a las evadidas les propinó animándoles a entrar, pero al resto de las reses que en el lote disciplinado se había mantenido, la fila perfectamente alineada mientras el arriero solucionaba el percance fomentado por la indisciplina de los ejemplares que con castigo les estaba siendo escarmentado y que posiblemente se extendería hasta el destino fatal.

 

El arriero prosiguió con su arriada labor, la confraternidad de ex Duendes continuó hartando trago ese día y al día siguiente. Dividida la multiplicación que se restó a la suma, los días de guayabo fueron más de tres.

 

Años más tarde, el Duende fue discípulo de César Rincón, el arriero llegó a ser zootecnista, el secuestrador obtuvo el rango de policía sin cambiar de bando. Los ex secuestradores esperan mirando semáforos que cambiarán de color para llevar a los pasajeros del taxi que conducen al otro lado de la ciudad. El arquitecto espera varillas de papel para casa en el aire construir. Egresados de medicina hacen largas filas para recibir a manos del doctor ya contradicción, una píldora que baje la fiebre de la mala situación. El ingeniero espera el metro y en últimas el tren; el zootecnista busca reses que se dejen vacunar contra la fiebre aftosa. El agrónomo espera que la roya acabe con la broca; el bilingüe anhela viajar a países extranjeros, le tocará cómo polizón, a menos que utilice oligarcas helicópteros que continuamente vuelan sobre la “Viejita, pero vea” para invadirla y atentar contra una social filosofía.

 

Y en ese momento, sonrisa burlona y coqueta de la “Viejita, pero vea”, será para nuestros nietos que algún día desearán conocerla. Entre nos, qué chismosa la “Viejita, pero vea”, le comentó al celador que el renacuajo paseador es Rafael Pombo. Y enterado, aquel trabajador enciende un cigarrillo mientras medita: “Que ni por el carajo la “Viejita, pero vea” de 90 años vaya a coger malas mañas de la pobre viejecita”, poesía, que también ya se la aprendió.

 

Agradecimiento especial, a aquellos que dediquen tiempo para un mínimo rato de esparcimiento y gracias a quienes colaboraron en la realización de este pequeño trote.

 

UNIVERSIDAD DE NARIÑO FELIZ CUMPLEAÑOS.

PASTO 1992

 

Oscar Roberto Hernández Pantoja

 
Licenciado egresado en Inglés – Español
Universidad de Nariño

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