CRÁTILO O DEL LENGUAJE

NOTAS

 

Estas notas sobre Crátilo o del Lenguaje,  vienen al caso como una invitación a leer este artículo en su totalidad; teniendo en cuenta que, por su forma y fondo, requiere mucha atención. Para el efecto,  intento condensarlo sin desvirtuar su esencia.

 

SÓCRATES La naturaleza no ha dado nombre a ninguna cosa: todos los nombres tienen su origen en la ley y el uso, y son obra de los que tienen el hábito de emplearlos.

 

Este planteamiento teórico dio pie para la formulación de la Teoría lingüística denominada estructuralismo; pues ésta se fundamenta en el evento tangible de la comunicación lingüística humana que la presenta en sus componentes Lenguaje, lengua y habla; dándole al primero la calidad de capacidad mental del hablante-oyente; a la segunda la define como producto social de la capacidad del lenguaje; y a la tercera como acto individual de voluntad e inteligencia.

 

Tal división solamente se justifica como un método para estudiar separadamente estos aspectos que, en su esencia, permanecen unidos para su propósito comunicativo.

 

SÓCRATES _ Luego, si todas las cosas no son para todos de la misma manera a la vez y siempre, y si cada objeto no es tampoco propiamente lo que parece a cada uno, no cabe la menor duda de que los seres tienen en sí mismos una esencia fija y estable; no existen con relación a nosotros, no dependen de nosotros, no varían a manera de nuestra manera de ver, sino que existen en sí mismos según la esencia que les es natural.

 

No todas las cosas son las mismas para la totalidad, ni cada objeto es lo que a cada uno le parece; pues los seres tienen en sí mismos una esencia fija; porque no existen con relación a nosotros, ni varían según nuestro punto de vista; pues, existen según la esencia que les es natural.

 

En este aspecto, encuentro alguna divergencia ya que, desde otro ángulo, la fuerza de la mente y la imaginación permiten transformar el objeto, en atención a la cosmovisión de cada individuo; aunque obviamente habrá elementos esenciales que determinarán su nombre, para su entendimiento dentro de la comunicación.

 

SÓCRATES_ No es éste, mi querido Hermógenes, un negocio sencillo; porque la institución de nombres no es tarea para un cualquiera, ni para gente sin talento. Y Crátilo habla bien cuando dice que hay nombres que son naturales a las cosas, y que no es dado a todo el mundo ser artífice de nombres, y que sólo es competente el que sabe qué nombre es naturalmente propio a cada cosa, y acierta a reproducir la idea mediante las letras y las sílabas.

 

Como ves, Hermógenes, éste no es un asunto sencillo; porque la institución de nombres no es para cualquier gente sin talento; por eso, Crátilo dice bien: al afirmar que hay nombres que son naturales a las cosas y que cualquiera no puede ser artífice de nombres, y solo es competente quien sabe el nombre indicado para cada cosa, cuando reproduce la idea con las letras y sílabas indicadas.

 

Palabras más, palabras menos, este aporte de Crátilo cuando afirma que esta competencia no le es dada a cualquier gente sin talento, confirma la idea de que los valores individuales son determinantes para dar el nombre indicado a cada cosa.

 

/,,,/ pero el resultado de nuestras comunes indagaciones es que, al contrario de lo que creíamos al principio, nos parece ahora que el nombre tiene una cierta propiedad natural, y que todo hombre no es apto para dar a las cosas nombres convenientes ¿No es cierto?

 

/…/ pero resulta que, al contrario de lo que creíamos, ahora parece que el nombre tiene una propiedad natural, y que todos no son aptos para dar los nombres indicados a las cosas. ¿No es cierto?

 

Esta pregunta dubitativa, muestra que en estos aspectos no se puede dar sentencias, sino aproximaciones racionales sobre las capacidades del hombre para nominar las cosas, los eventos y los valores.

 

/…/ por lo demás, que una cosa sea expresada por tales o cuales sílabas, poco importa; ni tampoco que se añada o se quite una letra. Basta que la esencia de la cosa domine en el nombre y que se manifiesta en él.

 

Aquí, se confiere el valor comunicativo que tienen los fonemas de la lengua, aunque los alófonos fueran diferentes, más aún si no existieran.

 

/…/ además, que una cosa sea indicada por una u otra sílaba, no importa; ni tampoco que se añada o quite una letra. Basta que la esencia permanezca en el nombre y se manifieste en él.

 

/…/ ¿cómo saber si los nombres prueban por sí mismos, que no son producto de la casualidad, sino que tienen alguna propiedad natural?

 

/…/ ¿cómo saber si los nombres prueban por sí mismos, que no provienen de la casualidad, sino que tienen alguna propiedad natural?

 

/…/ la mejor manera de examinar, si fuéramos prudentes, sería confesar que nosotros nada sabemos ni de la naturaleza de los dioses, ni de los nombres con que se llaman a sí mismos; nombres que, sin dudar,  son la exacta expresión de la verdad

 

/…/ lo mejor sería examinar con prudencia, y confesar que no sabemos ni de la naturaleza de los dioses, mucho menos de los nombres que son exacta expresión de la verdad.

 

/…/ yo no estaba equivocado cuando había imaginado que a los hombres de la antigüedad habían designado los nombres de las cosas, les ha pasado lo que, a nuestros sabios, y que después de grandes esfuerzos en las indagaciones sobre la naturaleza de los seres, se han deslumbrado, y han creído ver todas las cosas moviéndose en torno suyo, y huyendo sin cesar. /,,,/ pero prefieren creer que las cosas nacen sin cesar, que no hay una que sea durable y fija, que todo pasa y que todo está en un movimiento sin fin y en una eterna generación (*). Y esta reflexión la aplico a todas las palabras de que se trata.

 

/…/ no me equivoqué al imaginar que, en la antigüedad, quienes habían designado los nombres de las cosas, les había pasado lo mismo que a los sabios de ahora, y que después de haber indagado sobre la naturaleza de los seres, han creído ver , todas las cosas moviéndose en torno suyo, y huyendo permanentemente. /…/ entonces, prefieren creer que tales cosas nacen incesantemente, que no hay una que sea durable y permanente, que todo pasa y está en un movimiento sin fin y en una eterna generación (¿gramática generativa, tal vez?) reflexión que Sócrates aplica a todas las palabras.

 

Encuentro en este párrafo la confirmación de que la lengua sea un “producto Social” y, como tal, cambia según las necesidades de los usuarios; es decir se crea una verdadera transacción.

 

MARCO FREDDY SOLARTE

 

Docente Titular Pensionado

Universidad de Nariño

 


 

Referencia

 

PLATÓN, DIÁLOGOS, Editorial Porrúa SA. Argentina,  1972.

 

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