El Bien Común como derecho fundamental abarca conceptos de amplio espectro social en la media que crece la población, el desarrollo y las necesidades de los pueblos. Así mismo, como atributo surge para establecer identidades propias del humanismo para contrarrestar las desigualdades. Entre explosiones e implosiones sociales se dinamizan realidades que evolucionan para el bienestar y la convivencia. El sentido existencial y humanista se intensifica hacia nuevos derechos humanos donde el estado asume su compromiso tutelar.

 

Esta reflexión suscita debates para la era de las resistencias y la rebelión comunitaria como un llamado para defender los principios de libertad, igualdad y fraternidad que se proclaman en las calles con sentido común. Por allá en el siglo XX, surgió en Europa una filosofía del personalismo, cuyo eje era la defensa de la persona, de sus valores, de sus atributos, de sus derechos, que, a pesar de tener sustento legal, por la barbarie de los estados, eran y son violados. Esta filosofía social como tantas otras brotan ante el desorden social llevando a la praxis, la denuncia que permite estructurar el compromiso y el deber para que se asuman las teorías simientes y políticas para los vivientes transformadores de la naturaleza y del mundo.

 

El universo de derechos del pensar filosófico no es otra cosa que el Bien Común, existencia real incorporada al humanismo con eminente dignidad y compromiso. Existencia incorporada y compromiso son acciones plenas que ocupan un espacio en el personalísimo como parte de la creación – evolución, permanente sine qua non. Ante un apocalipsis de poderes en crisis, tenemos unos pueblos disponibles para el bienestar, llenos de fe y esperanza, con unos cambios transformadores que en el lenguaje propio de la resistencia y la rebeldía se traducen en el Bien Común. No se puede ni se debe desconocer, quitar o apartar a alguien de lo que es suyo, esto es, ser por derecho natural. El Bien Común no está en la línea de contrarios, mejor aún, no se contradice, pues ello de por si es un patrimonio ineludible, imposible desconocer su origen humanista.

 

Proporcionar la legalidad categórica del Bien Común involucra una cadena de actores, cada uno con su dinámica y responsabilidad para producir las cosas, los elementos y servicios fundamentales para su entrega y prestación dentro de las praxis humanistas y legales. Este derecho ya nos lo recuerda Aristóteles, diciendo que es vida para el pueblo y Platón sigue esa línea señalando que su existencia depende del buen gobierno que busca la felicidad para su pueblo como guía para todos los derechos, que nacen desde el nacimiento biológico. Manifestaciones de todo pensar nos dice que la economía no se fundamenta en el dinero, sino en el bienestar común, la facilidad del pueblo fundamentos para gobernar con justicia social.

 

La ausencia de sensibilidad y justicia son señales para indicar una sociedad en decadencia. El eje del Bien Común es la persona; el mundo político desde su devenir viene arrasando derechos y atributos e identidades de personas, desconociendo al otro, llevándolos al ostracismo social, propiciando divisiones para poder reinar. Oh justicia, Oh sociedad, Oh gobernantes y políticos, todos estamos en la obligación de juzgar para que se condene a quienes con indolencia le roban la felicidad y el amor al hombre. Existen quienes traducen a su conveniencia los atributos y derechos de los otros, de la sociedad. Dice un filósofo que solo es rebelde y subversivo quien pone en tela de juicio la obligación de existir, los otros, empezando por el anarquista pactan con el orden establecido, y es que, en ese anarquismo renovado, prima el bien común, como sustancia social, como defensa que ha sido atrofiada disque por destruir, si, ‘por destruir las cosas inútiles que alteran la vida de los pueblos, pero no, después de destruir, viene la naciente de una nueva existencia donde sin violencia y con amor social se va a gobernar. Decía Tolstói … El ser humano no sería humano, si no hubiera alternativas…

 

El mundo esta carente de amor, por ello el caos fracasa para dar sentido de vida, solo que el hombre no ha aprendido a amar, solo se satisface.

 

Debatir con la conciencia crítica y un pensamiento libre, son dos principios que se necesitan para que unos y otros actores sociales y políticos entiendan al otro, a valorarlo, permitiendo convocar al espíritu que llevamos dentro para construir el Bien Común con la praxis de la verdad, alimentando a los otros con sus raíces, costumbres, ideas, colores de piel, lenguaje, creencias. Esto es parte del Bien Común que como un universo incorpora todo el arsenal material, espiritual y cultural que engalanan al ser para su existencia. Y es que el hombre se hace en el mundo, en su relación con los demás, allí donde los nadies y los vulnerables son parte del cambio. Menos violencia, más paz indica que tantos oposicionistas revisen su conciencia llena de tantos desfaces éticos y morales, que les hacen olvidar la historia por su doble moral. Cuando la oposición insensata surge, cual reaccionarios por antonomasia, se vuelven conservadores, derechistas carentes de veracidad, carentes de bases políticas como siempre por tradición endeble.

 

Política y economía no pueden ocultar el humanismo poseedor del universal Bien Común. La razón espiritual del hombre nos permite dar fuerza de vida y con el pan producto del sudor del trabajo y la acción, todos contribuimos al bien y a la convivencia social. Mandeville acierta al decir que aun el peor de la multitualidad algo hace para el Bien Común. Pareciese que creemos en la solidaridad y en la gestión comunitaria, pero todo gesto para lograrlo crea en el hombre universos imperiales, ante la seducción del poder, la ambición, la avaricia y el consumismo.

 

El Bien Común traspasa todas las fronteras del bien y del mal dentro del marco de todas las disciplinas del contrato social y las dramaturgias estatales. El Bien Común busca el sentido de la política social en medio de ocurrencias que tratan de desviar el camino, ocultando el rostro humano y todo proceso para acercar al hombre con el hombre. Con la fe y la esperanza ante la desconfianza en el cambio hay ficción constitucional, no un deber universal para disminuir toda desigualdad que vive en los sueños y voces del pueblo. Heráclito nos dice que el cambio es la única constante de la vida, pero ante cambios siempre se busca hacer sombra, como cuando se gobierna, y este accionar conlleva a divisionismos para dividir y reinar.

 

El Bien Común no es nada político, es un derecho universal y como tal no está subordinado a nada, se extiende, crece, evoluciona alcanzando el mayor derecho, aplicado a todo ser sin exclusión. El Bien Común es un derecho patrimonial del hombre para todos los tiempos y espacios. Todo gobernante político, social y de cualquier naturaleza debe tener un referente para este derecho. Se gobierna con la cabeza no con la rodilla, quiere decir que el bien común no debe ser exigido, de plano se da.

 

El Bien Común gravita en nuestras vidas, son muchos los ciudadanos en especial los más necesitados que no conocen este derecho que en forma dispersa reciben, que se les da sin ningún sentido del porqué, sin razón alguna. Su materialización tiene la fuerza del principio vital que procede del derecho y más allá, como su sentido de vida, de desarrollo, de existencia, sin ningún boato de mendicidad. Con que razón Joan Melich fijo su espiritualidad cuando dijo que “El ser humano es un Dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona”.

 

Ningún derecho fundamental se pone en tela de juicio, porque de hacerse así, genera caos humanista y legal, como de conveniencia; Vargas Vila al final de la vida, en una de sus obras escribió que los hombres mueren para que el hombre viva, y en ese desenlace también dijo que el mundo no engendro hombres, sino para el sacrificio. Queriendo decir que siempre nos estamos oponiendo a irrespetar derechos y su exigencia conllevando a producir violencia, mediante guerras sociales de todos contra todos, en un campo de batalla donde la corrupción cosmopolita esta presta a desconocer al otro, haciendo del olvido una excusa; Saramago expreso lo que somos “somos la historia que tenemos y la responsabilidad que asumimos y que sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.

 

El Bien Común se encuentra en la vía del Tao Político, aunque su esencia es social dentro de un complejo capitalista donde habitan conciencias disfuncionales que reprimen los derechos. La fuerza de los derechos es de tal magnitud que todo su reflexionar lo encontramos en las páginas de la historia, la literatura, la teología, la filosofía, el derecho y la política entre otros frentes. Comprender el Bien Común es dar vida a tan alto derecho social que todo manifiesto humano le da sentido porque comunica y une al hombre consigo mismo. El contrato social, se abre a la práctica de toda gestión pública en espacios llenos de saberes humanistas, siendo ese círculo humano donde se encuentra el mayor enemigo del Bien Común, el hombre.

 

El Bien Común se practica sobre bases económicas principalmente, de allí que la cleptocracia incursa en las gobernanzas, sea el mecanismo apropiado para afectar el erario público. La cleptocracia, se presenta como la vía para el enriquecimiento personal y el sistema más aberrante diseñado para robar. El Bien Común y natural tiene al hombre como su peor enemigo y que por razón de sus actos irracionales ha perdido mucha de sus características e identidad humana. No más aporofobias, si el Bien Común, legado humanista y de trascendencia universal que recibimos del evangelio del amor que se nos enseñó a gobernar con la ley del amor, que hoy este preñado de dramaturgias judiciales, utilizando comedias jurídicas, ficciones de procesos que se amañan con vencimientos de términos, con acuerdos que van y vienen hasta que resultas dilatorias borren de la memoria histórica, para concluir en la impunidad con sentencias ridículas que son absorbidas por buenas conductas o ciertas comunes garantías. De esta manera toda realidad de gobernanza sufre las pasiones del fluir líquido para hacer esparcir hacia la nada toda gobernabilidad.

 

El Bien Común esta incurso en los derechos humanos como fuerza social y legal y como se dice, depende de estos derechos. El Bien Común es la expresión de una comunidad que argumenta con hechos la emancipación, los clamores de una lucha en América, África, Europa, Asia, es decir, convergen a todos por su universalidad. El Bien Común está en contraposición al bien privado y a todo interés personal. Rousseau lo determino en el contrato social, Locke y Hobbes argumentan su presencia e identidad comunitaria para asegurar la paz y la protección de todo derecho.

 

En casi todas las revoluciones sociales universales, el Bien Común ha sido participe y factor esencial en las luchas emancipadoras, y, su forma de resistencia ha sido factor de enseñanza para ver el mundo, para entenderlo con sus bases para la paz. El devenir y el sentido de la historia se forja bajo principios donde la comunidad es protagonista como referente en el tiempo y el espacio para la vindicación histórica y disfrutar la vida que proporciona la filantropía del Bien Común.

 

 

MARIANO SIERRA

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

Comentarios de Facebook