Los Páramos son ecosistemas estratégicos porque producen más del 80% del agua que consumimos en la región Andina, sin embargo, el cambio de uso del suelo es una peligrosa amenaza que podría llevar a una escasez de agua nunca antes vista.
¿Pero por qué esta diferencia tan marcada entre regiones de un mismo país, y por qué hemos tenido tanta y tan buena agua en la región Andina, que hasta nos da la sensación de que es ilimitada? La respuesta la encontramos en las montañas andinas, en ecosistemas que superan los 3000 metros de altura sobre el nivel del mar, y que los llamamos “Páramos”. De ellos oímos hablar a diario, que son biodiversos, frágiles y que son “fábricas de agua” que se deben conservar y proteger.
Esta narrativa es de dominio popular en Colombia, pero poco se sabe el por qué, escasamente conocemos los detalles científicos y sus implicaciones en la vida de las personas y la dinámica de las sociedades. Y la razón es que los Páramos regulan las entradas de agua de la lluvia con una eficiencia de hasta un 90%, esto significa que de cada 10 litros que caen de lluvia (o neblina), 9 se convierten gradualmente en caudal de agua dulce lista para ser consumida. Además, los caudales básicos de agua, o sea la cantidad de agua que fluye normalmente por un cauce, no cambia significativamente de invierno a verano, lo cual garantiza un suministro continuo casi ininterrumpido hacia las ciudades andinas que están bajo estos ecosistemas. A esto se le conoce como “regulación hídrica”, siendo la de nuestros Páramos la más alta de todos los ecosistemas del mundo, y de ahí que se los conozca cómo, “fábricas de agua”.
Las razones de esta altísima regulación hídrica son básicamente tres: clima, suelo y vegetación, las cuales son muy particulares de los Páramos. Por su altura (3000 – 3700 m), la temperatura en los Páramos es generalmente baja (5 a 10°C en promedio), hay lluvias frecuentes y una humedad relativa muy alta que se debe a la presencia notable de nubes que, condensándose a esas alturas, envuelven todo el ambiente y chocan con la vegetación, incorporándose al suelo en forma de pequeñas gotas.
Estas condiciones climáticas no solo determinan que el ambiente esté siempre húmedo, sino que, debido a la baja temperatura y a la permanencia de las nubes, la evaporación es baja, perdiéndose poca agua desde el suelo hacia la atmósfera.
El segundo componente son los suelos; jóvenes y desarrollados a partir de cenizas volcánicas, con una enorme cantidad de materia orgánica que puede tener una profundidad de hasta un metro. Debido a las bajas temperaturas, esta materia orgánica -proveniente de la vegetación y los animales- se descompone y mineraliza muy lentamente, lo que permite que el suelo tenga una estructura esponjosa, poco densa y con una gran cantidad de poros donde el agua se puede almacenar y fluir continuamente.
Finalmente, la vegetación como tercer componente de esta ecuación, es quizá el más importante, porque determina cuánta agua se transpira hacia la atmósfera y cuanta se queda en el suelo y fluye hacia las bocatomas, además de ser una capa protectora para el suelo mismo contra la erosión.
La vegetación nativa de los páramos es de tipo abierto (poco densa), de porte bajo y debido a sus adaptaciones a las condiciones ambientales de frío, viento y humedad (hojas pequeñas con pocos estomas) realiza una transpiración muy baja, esto significa que saca poca agua desde el suelo para regresarla a la atmósfera en forma de vapor. La interacción balanceada entre estos tres componentes permite que las gotas de agua que caen de la lluvia o de la neblina realicen un viaje rápido y directo (con pocas escalas) hacia las bocatomas, acueductos de las ciudades, para finalmente llegar a los múltiples grifos de nuestras residencias y lugares de trabajo.
El recorrido de una gota de agua en ecosistemas cada vez mas degradados (Tercera Parte)