Los Páramos son ecosistemas estratégicos porque producen más del 80% del agua que consumimos en la región Andina, sin embargo, el cambio de uso del suelo es una peligrosa amenaza que podría llevar a una escasez de agua nunca antes vista.

 

 

En las ciudades andinas de Colombia es común que una residencia estándar tenga entre 5 y 7 llaves de agua, superando en promedio al número de sus habitantes. Las encontramos en el baño principal, la cocina, el patio, el baño secundario y eventualmente en áreas auxiliares para lavandería y jardinería.

 

En ciudades como Bogotá, Cali, Manizales, Medellín, Bucaramanga, Pasto y en general en la mayoría de municipios andinos con cercanía a los Páramos, el agua puede ser consumida directamente desde las llaves sin temor a enfermedades, ya que la cantidad de coliformes y/o sedimentos es baja o nula.

 

Como si esto fuera poco, la cantidad de agua que fluye por nuestros hogares andinos es relativamente similar durante todo el año; abrimos la llave en diciembre o julio y el caudal no varía significativamente, así como tampoco sus propiedades químicas. No sufrimos racionamientos o cortes de agua anuales o semestrales (excepto en eventos históricos muy puntuales), como si ocurre en tierras bajas de Colombia y en otros países donde incluso, en casos extremos pero cada vez más frecuentes, es regla y no excepción que rara vez haya agua.

 

Finalmente, y para que no quede duda de nuestra enorme fortuna hidrológica, las sociedades de la región Andina de Colombia pagamos uno de los precios más bajos de Latinoamérica y del mundo por un litro de agua potable (en promedio 30% menor a cualquier otra región o país), y considerando que esta es de buena calidad para beber o cocinar, vivimos sin exageración en un paraíso hídrico. Solamente el 1% de la población de la región Andina no tiene acceso al agua potable, cifra extremamente baja si la comparamos con el Chocó, La Guajira y algunas áreas bajas de la costa atlántica, la Orinoquía y la Amazonía, donde este valor puede alcanzar un escandaloso 90%.

 

 

Sin embargo, a escasas horas de viaje desde nuestras ciudades andinas hacia alguna de las regiones bajas antes mencionadas, el panorama puede cambiar drásticamente, en un contraste inesperado que se asemeja a entrar en una dimensión desconocida. En estos lugares, en el mejor de los casos hay una sola llave de agua potable por residencia, porque en el peor de ellos hay un solo poso de agua no potable para varias decenas de familias, donde la poca higiene y la baja salubridad llevan a enfermedades y epidemias.

No es sorpresa que algunas áreas en La Guajira no estén muy lejos de parecerse a países africanos como Somalia o Ruanda, donde el acceso a unos pocos litros de agua marca el límite entre la vida y la muerte.

 

El recorrido de una gota de agua en ecosistemas cada vez mas degradados (Segunda Parte)

 

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