Quiero compartir algunas ideas generales que, de alguna manera, tienen relación con la guerra ruso-ucraniana. Estas reflexiones toman como base la obra de Giovanni Arreghi, El largo siglo XX.  Dinero y poder en los orígenes de nuestra época.

 

Esta guerra podría ser el primer pulso en la búsqueda del reemplazo de Estados Unidos como potencia hegemónica. Es sabido que Estados Unidos ya no tiene el peso que tenía cuando se constituyó en hegemón en la posguerra mundial. La potencia hegemónica tiene, en general, tres puntos de apoyo: el militar, el económico y el del conocimiento (o la opinión). En el aspecto militar, si bien Estados Unidos cuenta con el mayor poder en el mundo y tiene sus tropas apostadas en todos sus países amigos, algunos reveces militares como Vietnam y Afganistán muestran que su poder en este campo ya no es indiscutible. En el campo económico, el avance de China, por ejemplo, pone en duda su poder. Y el dominio del conocimiento de Estados Unidos se basa más en la propaganda de Hollywood que en las ciencias sociales; por ejemplo, la ciencia económica se convirtió en cómplice del aumento del hambre en el mundo, propiciada por neoliberalismo, lo cual  le ha quitado prestigio. El profesor colombiano Renán Vega Cantor afirma que los economistas neoliberales son nuevos criminales de guerra.

 

En la visión de Arreghi el mundo capitalista, imperialista, cambia de hegemonía en determinado momento, cuando un nuevo país adquiere suficiente poder, en los campos mencionados, para reemplazar al que tiene dicha hegemonía. El paso de una hegemonía a otra se ha dado mediante una guerra.

 

Holanda, en el siglo XVII, desplazó a las potencias del momento que eran España y Portugal y se constituyó en la primera hegemonía capitalista de la historia. Al respecto nos dice Arrighi:

 

Cuando en 1566 las tropas españolas fueron enviadas a ocupar los Países Bajos, básicamente a imponer la exacción de los tributos, tal movimiento se volvió contra sus inspiradores. Los rebeldes holandeses se apoderaron de los mares y desarrollaron habilidades sobresalientes no únicamente en la evasión fiscal, sino en la imposición sobre las finanzas de la España imperial de una es­pecie de detracción fiscal “a la inversa” mediante la piratería y la actividad de los corsarios. Durante ochenta años, es decir, hasta el término de la Guerra de los Treinta Años, las finanzas de la España imperial estuvieron sujetas a un enorme drenaje, cada vez mayor, que reforzó a los rebeldes holandeses y debilitó a España absoluta y relativamente respecto a otras organizaciones territorialistas subordinadas y a sus competidores, en particular, Francia e Inglaterra. Y cuando el centro imperial se debilitó, proliferaron las guerras y las rebeliones hasta que la Paz de Westfalia institucionalizó el emergente equilibrio de poder europeo.[1]

 

La Paz de Westfalia, en 1648, puso fin a las guerras del momento e instaló la primera hegemonía capitalista. Como dice Carlos Marx:

 

Holanda, el primer país en que el sistema colonial adquirió pleno desarrolló, había llegado ya en 1648 al apogeo de su grandeza comercial. Se hallaba en posesión casi exclusiva del comercio con las Indias Orientales y del tráfico entre el sudoeste y el nordeste de Europa.  Sus pesquerías, su marina y sus manufacturas sobrepujaban a las de cualquier otro país.  Los capitales de esta república eran probablemente superiores a los de todo el resto de Europa junto.[2]

 

Además, Holanda ya cumplía con las prácticas propias del capital. Dice Marx:

 

La historia del régimen colonial holandés –y téngase en cuenta que Holanda fue el modelo de nación capitalista del siglo XVII– despliega ante nosotros un extenso cuadro de traiciones, de corrupción, de alevosos asesinatos y de infamias. Nada más revelador que el sistema de robo de hombres aplicado por estos colonizadores en las Célebes, con el fin de obtener esclavos para Java.[3]

 

El ciclo holandés que duró hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando países como Inglaterra y Francia se sintieron con capacidad para hacer el relevo. El punto donde culmina el proceso que le entrega la hegemonía a Inglaterra es la derrota del ejército francés en la batalla de Waterloo. Inglaterra empezó a mostrarse como hegemón desde finales del siglo XVIII y asumió la hegemonía hasta el siglo XX. En las primeras décadas de este siglo surgen dos países con intenciones de asumir una nueva hegemonía: Alemania y Estados Unidos. El primer brote bélico, propio de la transición, tiene lugar en 1914 y la guerra dura hasta 1945, otra guerra de 30 años, que instaló a Estados Unidos como la nueva hegemonía.

 

Como he dicho, la hegemonía de Estados Unidos muestra claros signos de agotamiento.  Esta hegemonía, como sostiene Samir Amin, es acompañada de cerca por Europa Occidental y Japón. Este equipo acompañante se muestra claramente en la guerra de este momento. ¿Qué país o países estarán en condiciones de asumir la nueva hegemonía?  Quizás el dueto Rusia-China.

 

En todo caso, el tránsito de una hegemonía a otra es largo y sangriento. Y con el potencial de armas nucleares que existe hoy en el mundo, si la locura del capital llega hasta usar ese potencial, puede que lo que viene no sea solo el fin de una hegemonía sino el fin del capitalismo y, de pronto, el fin de la especie humana.

 


 

[1] ARRIGHI, Giovanni (1999) El largo siglo XX, Madrid: Ediciones Akal S. A., págs. 161-162.

[2] MARX, Carlos (2015) El capital, tomo I, México: Fondo de Cultura económica, pág. 672

[3] Ibid., pág. 670.

 

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Julián Sabogal Tamayo
Profesor Titular y Profesor Emérito de la Universidad de Nariño, adscrito al Programa de Economía; ha sido profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN. Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Socio fundador de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, autor de 18 libros, autor de artículos publicados en revistas y periódicos de Colombia y del exterior.

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