El desdoblamiento del dragón y la libélula

Intervención del artista en carnaval

 

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Hablar de pintura en Nariño es hablar de Orlando Morillo Santacruz. Maestro en artes plásticas de la Universidad de Nariño con estudios de grabado en la Universidad Nacional Autónoma de México, Doctor en Historia del Arte de la Universidad de Barcelona y profesor de la Facultad de Arte de la Universidad de Nariño.

 

 

El avance prodigioso en su trabajo proviene de su modo de enfrentar la actualidad y las posibles «representaciones-intervenciones» del cuerpo y no solo humano, del tiempo y sus secretos, del carnaval en el desdoblamiento del dragón y la libélula.

 

Su entusiasmo en reivindicar la noción de arte haciendo énfasis en la conveniencia de asumir cambios de paradigmas derivados de los desbordes, las aporías y los errores de la modernidad, es contagioso. Si bien es verdad que, debido al positivismo científico, propio de esa modernidad, se impuso una serie de maneras de percibir el mundo bajo la lógica de objetivación de los modos como éste se manifiesta y por esta razón es posible que la comprensión del mundo se presente fragmentada, como fragmentada-desdoblada se encuentra la imagen material del carnaval por la intervención del artista.

 

Orlando sugiere la necesidad de dar un giro epistémico hacía el encuentro entre diversas disciplinas del saber -la poesía, la danza, la música, la escultura, la pintura, en fin: el arte-, para dar contenido a espacios del conocimiento, incluyendo de manera activa formas de saber diversas y con una riqueza cognitiva significativa: el carnaval de Negros y Blancos de Pasto, diverso y democrático, donde se conjugan imágenes y formas expresivas de lo siniestro, lo absurdo, lo grotesco, lo barroco y lo romántico, la abrumadora belleza y desbordante alegría ontológica, que finalmente representan la espiritualidad humana.

 

La visión crítica del artista enfrenta el tipo de conocimiento basado en la racionalidad científica que se ha producido y reproducido en los sistemas educativos en los que se exaltan los beneficios y potencialidades de la ciencia y la tecnología a la vez que se desprecian los valores de la espiritualidad y de la cultura, especialmente la popular y propone la necesidad de superar esa herencia negativa del racionalismo instrumental, progresista y objetivante que ha permeado a la civilización actual.

 

Encuentra Orlando, en la subjetividad, la alternativa para buscar-encontrar las salidas o entradas a los desbordes y limitaciones propios de la modernidad, que mejor para ello que desdoblar la estética del carnaval, entonces el arte interviene como fuente expresiva de la interioridad humana, dignifica lo humano, armoniza la sociedad liberándola de sus conflictos y malestares.

 

Por eso el maestro Morillo propone la cultura y el arte popular como refuerzo del valor del significado, o mejor, la presencia del ser. La expresión se resalta entonces por encima de la explicación, prefiere el gesto único de las actividades humanas autónomas y subjetivas que se rompen y desdoblan para penetrar en el interior de la carroza, en el vientre de la ética y estética del carnaval.

 

El dialogo intercultural-interartístico da un lugar a lo popular y potencia la comprensión de un mundo, desmigaja los principios renacentistas de la perfección y la belleza, resaltando lo no visto, lo olvidado, lo afro, lo indígena. Por eso desde algún perfil, un ojo alucinado nos mira con media sonrisa, una boca abre sus fauces y nos muestra sus dientes y lengua, en el ritual del dragón y la libélula.

Orlando Morillo dispone un repertorio de formas e imágenes sugerentes que se refieren a un mundo primigenio donde intervienen representaciones orgánicas de aspecto tierno y somático, conjugando el rigor compositivo y las efigies, la razón y la intuición.

 

Bien lo ha escrito el artista cuando dice:

 

El arte popular, concebido como lenguaje, posibilita el descentramiento de los relatos modernos y pone en evidencia los vicios de la civilización a través de un posicionamiento éticocrítico que busca un horizonte de sentido humanizante para desterrar los excesos de la instrumentalidad positivista y cientifizante. Es mediante la incidencia del arte popular y su valoración simbólica que se pueden generar procesos de revisión histórica, para que, junto al eclecticismo crítico, el nihilismo y la deconstrucción, se pueda arribar a una autonomía social e individual capaz de conformar una “utopía estética” que apunte a un “sentido orgánico de la vida”, a la interrelación armónica entre pensamiento, naturaleza y ser humano. Todo en beneficio de una subjetividad epistémica que dignifique al sujeto como centro, ante la arremetida de los excesos de la modernidad.

 

En tal razón, la estética y lúdica del carnaval, el arte, el cuerpo y el racionalismo, lo popular como expresión artística de interculturalidad y transdisciplinariedad, frente a la realidad de Nariño hace del Maestro Orlando Morillo un continuo “Pensartes”.

 

En el viaje permanente de Orlando, no solo a México y Barcelona, sino a la pintura, lo ha llevado de la mano hacia la música, la poesía, la historia, la filosofía, como un anillo de un mismo enlace, impulsándolo allá, donde: Lo bello de ir es volver, hab-er ido, la distancia física y espiritual permite ver más cerca el deambular abrumador y mordaz que es la vida donde lo bello de ir es haber s-ido.

 

 

 

Arturo Bolaños Martínez

Escritor. PhD. Historia 

Docente Investigador Tiempo Completo de la Universidad CESMAG

 

 

 

Exposición “La Estética del Carnaval” del Maestro Orlando Morillo, Docente de la Facultad de Artes de la Universidad de Nariño

CENTRO CULTURAL PALATINO – UNIVERSIDAD DE NARIÑO

del 4 al 31 de julio de 2019

 

La estética y lúdica del carnaval, el arte, el cuerpo y el racionalismo, lo popular como expresión artística de interculturalidad y transdisciplinariedad, frente a la realidad de Nariño hace del Maestro Orlando Morillo un continuo “Pensartes”

 

 

 

 

 

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