De: Julián Sabogal Tamayo

A: Los asambleístas

 

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Posesión de estudiantes y profesores para la Asamblea Universitaria, y lanzamiento del Seminario permanente por la Defensa de la Universidad Pública. Universidad de Nariño.

 

 

Amigas y amigos, a partir de la reunión de hoy 18 de septiembre, deseo compartirles algunas reflexiones personales sobre los temas que se debaten en la Asamblea en estos momentos. Es muy importante tener clara la visión política e ideológica general; con mucha frecuencia el árbol nos impide ver el bosque.

 

El mundo que vivimos hoy, y que ha sido dominante en las últimas cuatro décadas, se ha dado en llamar neoliberalismo, es una época de liberalismo desbocado, en el cual el mercado lo cubre todo, igual la educación que la salud, igual el agua y pronto el oxígeno. Es una época en la cual el mercado pone bajo su tutela al Estado, son los casos de presidentes como Pinochet y Reagan y la Primera ministra británica Margaret Thatcher; esta señora llegó a afirmar lo siguiente: “la sociedad no existe, solo existen individuos que compiten en el mercado”.

 

En Colombia también, en las últimas décadas, los gobiernos han sido neoliberales. Su estrategia es entregar todo lo que sea posible a la propiedad privada –si la sociedad no existe, lo público debe ser mínimo, lo menos posible debe quedar a cargo del “fantasma” de la sociedad–. Algunas empresas públicas pueden ser vendidas, como fue el caso de Telecom, otras, como la universidad pública, no es posible ponerla en venta, pero se va privatizando indirectamente a través del recorte presupuestal; de esta manera se obliga a la institución a privatizar algunas de sus actividades académicas y científicas, es lo que sucede con los posgrados y con algunos proyectos –de ahí las expresiones horribles, como el “punto de equilibrio” en los posgrados–, ya el posgrado no es para contribuir al desarrollo alternativo, como lo plantea nuestra Misión, ni la investigación puede ser para pensar y soñar futuros mejores para la región.

 

A un gobierno privatizador –neoliberal como el colombiano– le incomoda la democracia y la autonomía en las universidades públicas, porque la universidad utiliza la democracia y la autonomía precisamente para luchar contra la privatización, por una universidad gratuita y de excelencia: esto es antineoliberal. La lucha contra el neoliberalismo fue el primer planteamiento que nos hicimos con mi amigo Silvio Sánchez, cuando empezamos con la idea de la Reforma, en 2008.

 

Y, ¿el Consejo Superior que tiene que ver en estas reflexiones? Veamos. De los nueve votos del Consejo Superior, la comunidad universitaria tiene tres votos: el representante de los estudiantes, el de los docentes y el de las autoridades académicas. El gobierno nacional tiene dos, que representan el neoliberalismo del gobierno: el representante del Ministerio de Educación y el del Presidente. Los otros tres son regionales externos a la universidad. Uno del sector productivo, que muy seguramente es un empresario privado y, por lo tanto, está con el neoliberalismo del Gobierno –ese representante seguramente se ha creído el cuento de que compite libremente en el mercado–; un representante de los egresados, que también puede ser empresario o gerente y ponerse del lado del Gobierno; lo mismo puede suceder con el representante de los exrectores. Además, los representantes de la comunidad universitaria pueden, por ideología o por ingenuidad, ponerse del lado del Neoliberalismo. Como sabemos, cuando el Consejo Superior intentó aprobar el Estatuto General, a espaldas de la Asamblea, el 28 de diciembre de 2016, solamente el representante de los estudiantes estuvo del lado de la Asamblea. El Rector también ha estado del lado de la Asamblea, pero él tiene voz mas no voto.

 

En conclusión. El Consejo Superior puede no ser amigo ni de la autonomía ni de la democracia universitarias. Los consejos que aprobaron el Plan de Desarrollo 2008-2020 y el Proyecto Educativo Institucional, PEI, respetaron la Asamblea, pero el Consejo Superior que ha tenido que tramitar el Proyecto de Estatuto General ha hecho lo posible por desconocer la Asamblea. Todo indica que el gobierno nacional durante un tiempo no puso mucho interés en el trabajo de sus representantes, pero luego empezó a tomar en serio su representación y las cosas comenzaron a empeorar.

 

De otra parte, tenemos que reconocer que en el último tiempo la Asamblea no ha pasado por su mayor fortaleza y el Consejo Superior, lejos de colaborar para que la Asamblea se recupere, aprovecha su debilidad para destruirla. La nueva Asamblea tiene que recuperar el tiempo perdido. ¿Podrá hacerlo? Los nuevos asambleístas tienen la palabra.

 

A los asambleístas que han descubierto un lunar en el proyecto de Estatuto General, les quiero decir que no se puede poner en riesgo la Asamblea para que el lunar desaparezca. No se mata el perro, para que se mueran las pulgas. Los invito a que se esfuercen por ver el bosque detrás del árbol.

 

 

Cordialmente,

 

 

Julián Sabogal Tamayo

Profesor Titular de Economía Universidad de Nariño

 

Pasto, 18 de septiembre de 2018

 

 

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