Un hombre mirando fijamente sus ecuaciones dijo que el universo tuvo un comienzo. Hubo una explosión, dijo. Un estallido de estallidos, y el universo nació. Y se expande, dijo. Había incluso calculado la duración de su vida: diez mil millones de revoluciones de la Tierra alrededor del Sol. El mundo entero aclamó; hallaron que sus cálculos eran ciencia. Ninguno pensó que al proponer que el universo comenzó, el hombre había meramente reflejado la sintaxis de su lengua madre; una sintaxis que exige comienzos, como el nacimiento, y desarrollos, como la maduración, y finales, como la muerte, en tanto declaraciones de hechos. El universo comenzó,y está envejeciendo, el hombre nos aseguró, y morirá, como mueren todas las cosas, como él mismo murió luego de confirmar matemáticamente la sintaxis de su lengua madre. (Tomado de “El lado oscuro del infinito”. Carlos Castaneda. Versión en digital. Formarse.ar)

 

Como es que me voy pariendo desde las entrañas tumefactas de esta muerte lenta que parece me ataca; es que siento que la vida es pesada y asfixiante. La realidad desquicia, aniquila y comprime. Deprimente panorama me asola; pero he estado tanto tiempo agitada que me ha agotado esta angustia. Anhelando la paz está mi alma, no he conocido sino atisbos de ella; hasta ahora me había confundido con un estado de letargo y aburrimiento, que no es para nada la paz y la armonía en la que mi cuerpo quiere habitar.

 

Es que el conflicto, es lo que he conocido, un motor que se alimenta con el deseo, y se manifiesta en los sentidos. Los sentidos han dejado al cuerpo como campo minado, devastado; es como un campo de guerra, lleno de miseria y de destrucción, y aun cuando parece que nada bueno queda, siento que hay quienes luchan por invadir el territorio para usufructuar los restos.

 

He bombardeado mi territorio incluso con energía atómica, he devastado flora y fauna con químicos peligrosos. He enviado demonios a mi mente para que no me deje el sueño descansar, ni viajar a lugares asombrosos. Porque temo a salir de este vehículo, entonces fabrico pesadillas, siento que alguien me oprime el pecho cuando duermo; luego ridiculizo todo y digo que no es importante; sigo metiéndome en el infierno y todo esto lo he hecho con voluntad e ignorancia.

 

Ya el cuerpo se va hartando de todas las formas que he inventado para destruir a aquellos que lo habitan y lo he violentado de todas las maneras imaginables…así que he decidido hacer la paz de forma unilateral. He decidido parar de violentarlo, para ello me puse en cuarentena, aunque no entendía que había pedido vacaciones durante tantos años, que cuando el universo concedió ese deseo, tuvo que hacerlo a la fuerza y me encerró en la casa. Esa visión borrosa por fin se hizo realidad: estaba terriblemente cansada; pero no me había dado cuenta de todo el daño que me he hecho al forzarme a seguir…hace mucho tiempo he debido parar…

 

Mis sueños se repiten con todo lo que he dejado a medias, con el pasado y la confusión. He tenido pesadillas de guerra y Apocalipsis, absurdas imágenes de deseos que se consumaron a medias y otras tan confusas que ni siquiera sé dónde ponerlas; además no he dado importancia a mis sueños. Pero ahora estoy lista, no hay distracciones afuera, no hay más que hacer y no tengo alternativa. Es el momento de la paz.

 

Ahora que el demonio pisa mi territorio, entonces, es cuando pido que venga la salvación. Pero ella solo tiene entrada cuando he declarado la tregua y he puesto ante mí el atril de la verdad, para ver todas las mentiras que me he dicho. Estoy dejando de lado la astucia y el miedo. Llega el momento de dejar la trampa; ser impecable, hacer el esfuerzo correcto y no dejarme llevar como hasta ahora por la ley del mínimo esfuerzo, porque este trabajo nadie lo puede hacer por mí. Llega un momento que todas las ayudas fallan, nada es suficiente si ya nadie cree que hay algo que hacer… Es el momento de la verdad, la verdad… es que no hay ningún juicio detrás de la verdad, solo hay despertar de la consciencia.

 

Para decir la verdad y no juzgar, tengo que aprender a observarme, ser el observador imparcial que habita este cuerpo que no soy yo completamente, pero que acoge mi consciencia, para vivir la experiencia de la corporalidad. Es que el primer conflicto que ha existido es el sentido de pertenencia del cuerpo, este cuerpo es mío o del otro, este conflicto constitutivo que empieza con el descubrimiento del cuerpo de la madre, o del otro que cuida. El conflicto empieza con el supuesto canibalismo que determina nuestra animalidad. La programación normal, es que seguimos depredando a otros para satisfacer el deseo al sentido del gusto, del olfato, de la vista, del tacto, de la audición y de la mente; puesto que el pensar es un sentido, que tiene un órgano que es el cerebro y tiene una función que es el pensar. Una parte de mí es la animalidad, soy un animal pensante, todos los animales piensan, solo que somos humanos porque decimos lo que pensamos y lo convertimos en obras, pero no somos creadores sino artesanos, por lo menos eso soy … hasta ahora.

 

Aún necesito comer para vivir, pero me doy cuenta que puedo hacerlo sin dañar grandemente este territorio, y hablo siempre de este cuerpo que habito. Este funciona con poca cantidad de alimento y funciona muy bien, requiere agua, y sol… nada más, descanso suficiente y aprende lo que necesita, no solo para el plan básico, aprende, para darme un plus a la existencia, estoy aprendiendo a sostenerme, sustentarme, porque ser auto sostenible es el principio de todos los seres que sustentan la vida y los que crean universos.

 

Es que el cuerpo opera con el principio de fractalidad, soy el universo entero en un átomo, así que funciono cómo funciona el universo y el átomo. Para despertar y nacer debo primero parar, aprender el principio de la paz, para luego entrar en armonía y poder seguir evolucionando.

 

Mientras me siento en este parto planetario, en esos descansos de las contracciones observo con ansias lo que va naciendo en mí. Pero la convulsión es fuerte y tengo la sensación de estar muriendo, parece que esto no va a terminar, que va a ser peor… pero me he dado cuenta que cuando parece que se pone insufrible, llega la luz al rescate. El que ha vivido experiencias de muerte o de dolores terribles en los que se pierde la conciencia sabe de lo que hablo: una vez ya te rindes y no puedes más, llega la paz… la paz es un estado de sosiego que nos conecta con la FE, la certeza de que esta energía es lo que somos aunque no la veamos… la certeza de que lo que viene es bueno y que de hecho todo es perfecto. Yo sé que es la paz y qué es la alegría, porque la he vivido, sé que puedo volver a ella, para eso sirve la memoria, no para mascullar tristezas. La paz y la alegría viven en esa niña que jugó, en la que se ríe de bobadas y que siente esa energía que le permite jugar, sin tener que comer, ni dormir… horas enteras bajo el sol, con la única preocupación de la hora de entrarse para comer… (a veces no sabía que tenía hambre hasta que me sentaba en el comedor). Dormía sin pensar en amores, ni trabajo, ni deudas, con sueño y con ganas de ver en mis sueños realidades fantásticas, como prender el t.v.

 

Simplemente me dejo llevar por lo que me sucede sin juzgar ni analizar, siendo completamente YO, sin ropa ni velos, ni adornos…porque mi sistema analítico está caduco y necesito una actualización, o más bien un cambio de programa. Es que necesito el cambio, quiero esta vez asistir a mi parto, ser consciente y gozarlo, quiero verme crecer y recrearme, disfrutar de la vida plenamente.

 

Entonces lo que necesito para este parto es facilitármelo, hacerlo tranquilo, poderme ubicar en el lugar del observador, tomar fotos de recuerdo y luego poder hacer participar de la fiesta del nacimiento. Por eso quiero hacer de mi territorio un lugar de paz, libre y soberano, por eso requiero verme con la compasión de una madre que sabe porque su hijo llora de hambre y no le importa que su cría le devore para saciarle, solo se da con alegría de ver que al dar, su hijo se satisface. Esa compasión infinita y el deseo sincero de que todos los seres alcancen la felicidad que queremos para nosotros mismos, es la bondad que necesito cultivar en mi cuerpo y que por principio de correspondencia va a reflejarse en el afuera.

 

Cuando entre en este estado de trance, en este parirme en la misma tierra que me sostiene, sabré que nunca he dejado de estar conectada, que siempre he estado jugando, pero ahora sé de qué se trata el juego, ahora sé que he de dejar el drama si quiero reír.

 

Mientras salgo de esta matriz, este adentro/ afuera me dice: “Bienvenidos los que llegan. Que se corte el ciclo como mejor se pueda, sin dejar pendiente algún final. Habiendo dicho esto, que se despida y que se suelte, que se corte con cariño pero bien fuerte lo que ya no sirve más; porque si aprendes de lo que te ha tocado y con gratitud lo has entregado, la vida misma se ocupará de devolverte todo lo que debas recuperar”.

 

Este parto es difícil, pero lo lograré en mi cuerpo, lo hago por todos, porque he realizado mis votos en el principio de los tiempos, he prometido ayudar a todos los seres a alcanzar esa paz que mi cuerpo anhela. Este es el voto de un bodhisattva[1].

 

Escribo esto para ti, que sabes que nos encontramos en el espejo de la existencia y que nos movemos alrededor de todo lo que sucede, quiero compartirte esto, porque este tiempo es el regalo de transformación más profundo y más hermoso. Este es el tiempo del nuevo amanecer; este es el tiempo del nacimiento de una nueva forma de ser realmente humano.

 

 

 

Carolina Benítez

Egresada. Psicóloga Universidad de Nariño 

 

 

 

 

 

[1] Bodhisattva es un término propio del budismo que alude a alguien embarcado en el camino del Buda de manera significativa. Es un término compuesto: bodhi (“supremo conocimiento”, iluminación) y sattva (ser).

 

 

 

 

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