Cuál sería mi rostro y cuál la felicidad de ustedes afortunados mortales, si por cada calle proliferaran Quillotoctos, Sauces, Urapanes, Siete cueros, Saucos y todas las especies que encuentren en este sol y en este viento la posibilidad de alcanzar el cielo

 

Mis Amigos

 

Mis más antiguos y superiores amigos han ido desapareciendo paulatinamente con diferentes pretextos. Ahora parece que los reemplazarán las metalizadas estructuras que se alzan queriendo encontrar señales para comunicar las soledades acompañadas de los ciudadanos. Aquellos que proveían sombras y equilibrio en humedad desaparecen por la ignorante acción respaldada en actitudes foráneas e ignorantes: “que no pertenecen a este suelo, que son de razas extrañas”. Cuánto de insensatez en estos criterios fascistas que descalifican a quien nació en esta tierra; traído de otras partes, que porque rompen andenes y con sus brazos amenazan la incapacidad y la negligencia de los que deciden su atroz muerte. Los de la Plazuela San Andrés, los de la Panamericana, los de la Avenida de los Estudiantes, los de el separador del Champagnat y las Américas, los de los patios y huertos: Pinos, Urapanes, Sauces, Acacias y Eucaliptos han dejado nuestro suelo y nuestro cielo secando el ambiente e incipientemente reemplazados. Ahora los Eucaliptos de la loma de Tescual y del cementerio encontrarán también utilidad con un mejor postor, pero ya muertos.

 

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Avenida los Estudiantes. fotografía: Facebook “San Juan de Pasto Antiguo”.

 

Estos antiguos amigos que me cedieron el terreno para que entre quebradas y colinas mi piel creciera al ritmo de mis venas en lo que hoy se ha convertido en la selva de cemento, simultáneamente han ido cayendo con varias especies nativas de los alrededores que proveen el agua y que paulatinamente han transformado abruptamente el fondo verde que ha caracterizado ese verde de todos los colores que el poeta cantó. Urbanizaciones que con alarde me facilitan el título de urbe, pero en las que se truecan el suelo y el agua dejándome calva y reseca.

 

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Avenida Santander Antigua, Fotografía: Facebook “San Juan de Pasto Antiguo”.

 

Cuál sería mi rostro y cuál la felicidad de ustedes afortunados mortales, si por cada calle proliferaran Quillotoctos, Sauces, Urapanes, Siete cueros, Saucos y todas las especies que encuentren en este sol y en este viento la posibilidad de alcanzar el cielo. Sin temor a equivocarme tendrían, ustedes habitantes, la felicidad asegurada si mis amigos se levantaran en andenes y terrazas, en balcones y cubiertas y a mi edad reencontraría lazos con mi naturaleza primigenia. Los pájaros volverían a despertarnos con sus cánticos matinales y anunciarían la hora del descanso cuando el sol por el volcán se sumerja. Los insectos y las especies pequeñas tendrían la humedad para armonizar el aire con las estrellas y la lluvia con la tierra. Se volvería a vivir en espacio y territorio más acorde con la naturaleza.

 

 

Mi Cristal 

 

Hablando de humedad, de naturaleza y de los pliegues que se juntan para generar corrientes en mi rostro, el cristal fluido ha jugado un papel muy importante que no entiendo por qué se insiste en amedrentar. Cauces tapados, otros convertidos en alcantarilla, sequedad insinuada por la construcción de rasgos de cemento y asfalto haciendo perder el sonido de su choque con las piedras y la frescura de su aliento.

 

Los cristales que bajan desde el volcán y los del este confluyen en el río que atraviesa de oriente a norte esta piel reseca. Ahora parece que el vómito de los desechos artificiales fuesen su fin, que dieran la razón de su existencia. Este cauce que me suplía, que me equilibraba, que me daba razones para no envidiar el litoral o la llanura de otras ciudades, es hoy solo un lamento triste y agonizante de lo que significaba para el territorio y la vida de quienes hoy viven aquí. Las carretas vertiendo la escoria en Ullaguanga, o en los dos puentes, los excrementos de varios barrios lejanos y cercanos así como el escombro de mercados y de fábricas cada vez hacen más pesados y menos transparentes sus meandros, sin siquiera darse cuenta que con su vida se ira la mía y la de ustedes. Imploro desde este segundo su equilibrio y veto a quienes lo maltratan de manera agreste.

 

Estas tierras prolíficas en verdes y en cristal no son eternas y del acierto y sensatez de su manejo dependerá que los hijos de sus hijos puedan correr y jugar por un aire benéfico. Ya lo sentenciaba uno de mis más grandes amigos, el pintor rey cuando decía:

 

El hombre comete un error imperdonable cuando piensa que tiene que corregir la obra de la naturaleza. No dice mucho a favor de una comunidad el hecho de que destruya extensas áreas de naturaleza; en cambio, debería ser motivo de orgullo para la comunidad la protección de la mayor extensión posible de naturaleza a su alrededor. Debemos conservar los arroyos, ríos, pantanos y marismas en su estado original y tratarlos como seres sagrados y sacrosantos.

 

Las corrientes reguladas de agua se convierten en alcantarillas. Ya no quedan peces porque no pueden remontar los canales regulados. La regulación del agua produce inundaciones de consecuencias devastadoras. Enormes cantidades de agua fluyen a una velocidad tan excesiva que la tierra y la vegetación no llegan a empaparse ni a retener el agua.

Solo una corriente de agua que discurra de forma irregular entre árboles de ribera será capaz de producir agua pura, regular el balance, mantener peces y vida animal en beneficio del hombre…[1]

 

Estas tierras prolíficas en verdes y en cristal no son eternas y del acierto y sensatez de su manejo dependerá que los hijos de sus hijos puedan correr y jugar por un aire benéfico

 

Atentamente, La muy noble y muy leal ciudad de San Juan de los Pastos.

 

 

Jaime Alberto Fonseca González

Docente del Departamento de Arquitectura

Universidad de Nariño

 

Aquí → Carta de la ciudad de Pasto a sus ciudadanos (IV Parte)

[1] RAND Harry. HUNDERTWASSER. Editorial Benedickt Tashen. Alemania 1992

 

 

 

 

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