Ensayo elaborado en el marco de la Maestría en Promoción y Prevención en Salud Mental.

 

El 31 de diciembre de 2019 se confirma el primer caso de contagio por Covid-19 en Tailandia (OMS, 2020) y en Colombia, el 6 de marzo de 2020 se informa del primer caso de contagio de Covid-19. Posterior a la confirmación del virus en el país, se declaró el estado Emergencia Sanitaria en Colombia a causa de la pandemia por Covid-19 que había afectado a todo el mundo; lo cual obligó a los países a tomar medidas específicas para tratar de mitigar el contagio, entre ellas el confinamiento o aislamiento preventivo, el cual se estableció por decreto durante un periodo aproximado de 19 días, iniciando desde el 25 de marzo de 2020 y se extendería inicialmente hasta el 13 de abril del mismo año, se suponía que dicha medida podría ser transitoria, pero la realidad fue diferente y se postergó alrededor de 5 meses y 7 días, puesto que el 1 de septiembre de 2020 se inició una apertura gradual de actividades especialmente comerciales (Minsalud, 2020).

 

El aislamiento total y gradual generó diferentes expectativas, ya que no se había vivenciado un aislamiento de tal magnitud, este limitaba la mayoría de las actividades que implicaba la interacción social, lo cual llevó a reencontrarse en el contexto familiar con los hijos, hermanos, padres, abuelos y demás familiares que hicieran parte del contexto familiar inmediato. Tal vez, la medida era nueva y las expectativas se tornaban a un tiempo de descanso, de incertidumbre e incluso de temor, pues estaba un virus desconocido con el potencial de un homicida, el contagio implicaba la muerte. Las familias iniciaron un recorrido ante lo desconocido con la única certeza de reencontrarse en el medio familiar; pero el panorama no fue muy alentador, se presentaron varios inconvenientes  entre ellos, el factor económico determinó la aparición de conflictos, de sufrimientos y de inseguridades, sumado a las obligaciones familiares de cumplir con las demandas del medio, entre ellas cumplir lo que podían y habían estado vinculados laboralmente con un trabajo remoto desde casa, los más pequeños iniciar una aventura con la famosa educación virtual desde casa, y para los adultos mayores un aislamiento hasta en la misma hogar, con la intención de evitar el contagio y el fatal desenlace, eran estos los que estaban susceptibles al virus que podía atacar al más vulnerable con un solo contacto con el exterior (Berrios y Roxana 2021).

 

Se presentaron cambios en las dinámicas familiares, el hogar se convirtió en la oficina, en la escuela y hasta en un rin de pelea; desencadenando en sus miembros varias afectaciones emocionales entre las más comunes: ansiedad, depresión, síndrome de burnout, estrés, entre otros (Extremera, 2020) Ahora la salud mental de las familias en temporada de pandemia bajo el confinamiento se convirtió en un tema de interés de observar, investigar, acompañar y resignificar (Dykinson, 2020).

 

Entonces, las familias empezaron un nuevo recorrido; el cual implicaba lidiar con aquellas situaciones negativas, miedos, conflictos, exigencias y demás percepciones permeadas por la desinformación de los medios de comunicación (Sánchez y Valdés 2020).

 

Posiblemente, el entorno familiar considerado hasta ese momento como un factor protector debía replantearse ante las demandas que se presentaban, algunas lograron organizar rutinas y redistribuir roles; pero otras tal vez, no lograron comprender las exigencias del medio sin lograr descubrir aquellas competencias que podrían utilizar para afrontar lo que se presentaba cada día con mayor intensidad y frecuencia. Después de los primeros decretos que determinaron el confinamiento, y de transcurrir casi 6 meses después del primer aislamiento las vulneraciones y amenazas al sistema familiar se incrementaron, algunas a causa del desequilibrio económico que develó las falencias personales, familiares, sociales y estatales para afrontar situaciones sin precedentes (Alvarado, 2021).

 

En las familias las carencias económicas y los malestares internos generaban presiones para retornar a la “nueva normalidad”, empezando por el retorno de aquellas labores esenciales para la economía nacional como el sector de la construcción y otras referidas al comercio, especialmente ese informal que pone la necesidad de permanecer en las calles y esperar un ingreso diario (Tobón et al 2020).

 

Al parecer, la situación económica podría regularse a través de una economía informal; sin embargo, se enfrentaban a un nuevo dilema, el tener que salir del hogar sin contar con redes de apoyo, familia extensa o instituciones que contribuyan en el cuidado de los más pequeños, puesto que las instituciones educativas incluso los programas de primera infancia mantenían las restricciones y exigía que los niños continuarán recibiendo la educación remota, algunos con la posibilidad de una conexión a internet, otros con la obligación de desarrollar unas guías académicas sin el acompañamiento profesional de un docente; los adolescentes por su parte, con obligaciones y responsabilidades adicionales y los universitarios con el dilema de continuar en un sistema educativo con la incertidumbre de un campo laboral cada vez limitado para los nuevos egresados sin experiencia (González et al 2020).

 

Las familias afrontan un nuevo cambio y el 2020 termina siendo un año donde los niños, niñas, adolescentes y jóvenes culminan ciclos, algunos por cumplimiento de los requerimientos planteados por la virtualidad en la escuela y otros por el simple hecho de desertar ante las inclemencias de una sociedad inequitativa que obligó a priorizar otras necesidades y satisfacer el hambre antes que los aspectos educativos (Cifuentes, 2020).

 

No siendo suficiente, las dinámicas familiares igualmente se agudizan, incrementa la violencia intrafamiliar, el abuso sexual a menores de edad y la desestructuración del sistema familiar, cada vez con mayor frecuencia tiende a permeabilizar los procesos en la sociedad (Ariza et al 2021).

 

Con la llegada del nuevo año 2021 se esperaban reactivaciones de nuevos sectores, especialmente el educativo; pero las condiciones en las instalaciones educativas, el cumplimiento de protocolos de bioseguridad y los riesgos por nuevas variantes, impidieron que se diera el retorno a las instituciones educativas, algunos sectores como el sector público enfrentó el retorno gradual a las organizaciones. El comercio, por su parte enfrenta nuevos desafíos y la economía empieza a restablecerse; aunque afrontando en gran medida la informalidad (Suárez et al 2021). Pese al nuevo panorama las familias continúan enfrentando los desafíos de la nueva normalidad, protocolos de bioseguridad, dinámicas que exigen que los integrantes de la familia asuman nuevos roles, padres desempleados que deben asumir el rol de amo de casa, madres cabeza de familia abandonando el hogar para conseguir un sustento económico, hijos que no cuentan con otro apoyo que el esperar a un adulto cansado de una jornada laboral extensa o padres saliendo a buscar trabajo en una sociedad con menos oportunidades y más exigencias (Sánchez y Villamil 2020).

 

El nuevo año, también trajo consigo una luz al final del túnel, las vacunas contra el Covid-19 (OPS, 2021). las cuales inician con la población adulto mayor; pero que implicarán que las familias empezaran a plantearse sobre los efectos positivos o negativos del hecho de vacunarse, nuevamente los medios de comunicación juegan un papel importante, algunos tienden a generar concepciones distorsionadas del papel de las vacunas incrementando temores y desconfianza por la ciencia y la medicina, y por ende un nuevo inconveniente en el camino que estaban recorriendo las familias (Larrondo et al 2021) Con un panorama un tanto alentador, Colombia a mediados de abril 2021, enfrenta la crisis social que implicó un paro nacional que obstaculizó las vías nacionales, algunas ciudades capitales afrontaron el desorden, la anarquía y la agresión de jóvenes inconformes por una nueva ley que pretendía deteriorar aún más el sistema de salud y una reforma tributaria que dejaría al pobre más pobre (Rodríguez et al 2021).

 

Ante esta eventualidad en medio de una pandemia, es la familia quien sostiene las consecuencias negativas, encarecimiento de los productos de la canasta familiar, hijos adolescentes con ganas de tomarse el mundo a sus manos sin pensar en las consecuencias de sus actos, generando delitos y desorden con mayores afectaciones a la comunidad en general. La familia, entonces encuentra una nueva piedra en el camino recorrido, ya no solo un virus letal que mata a los seres humanos, sino la inequidad y la injusticia del estado ante las clases sociales vulnerables hicieron que los miembros de las familias salieran a marchar a las calles para protestar y conseguir así un cambio pese a que se tumbó la reforma tributaria y se reestructuró la reforma a la salud, las inequidades sociales se agudizaron y las familias se encuentran en este momento aún afrontando las consecuencias de situaciones que no se habían presentado en la historia de Colombia (Valencia, 2021).

 

Dos años de una pandemia que surgió al otro lado del continente pero que desbordó al mundo y afectó considerablemente las familias y en Colombia los factores sociales, incrementaron la vulneración de la familia; la cual a recorrido un camino peligroso en tinieblas y con recursos emocionales, cognitivos y conductuales limitados, que si bien es cierto le han permitido sobrellevar la situación, aún se encuentra en proceso de aprendizaje. En este año 2022 se enfrentan al retorno a la presencialidad bajo protocolos de bioseguridad, lo cual ha implicado que los miembros de la familiar resignifiquen los espacios de trabajo, estudio, recreación y protección. Aún requiere de estudio la nueva normalidad y las afectaciones de un aislamiento a causa de una pandemia que obligó que el hogar se convirtiera en el resguardo para la vida, aunque esto implicara desarrollar otros riesgos que estaban latentes, y que tal vez no se habían tomado en cuenta, de ahí que las familias aún se encuentran recorriendo un camino que requiere reescribirse y que permita comprender cómo las familias finalmente se transformaron para afrontar de una y otra manera una pandemia no solo de un virus sino de una que develó la crisis social que atraviesa Colombia.

 

 

Alvaro Dorado Martínez – Docente orientador

 

Ps. Lizzeth Marcela Ortega Botina – Ps. Yuly Alexandra Yaguapaz Pantoja

Maestrantes en Promoción y Prevención en Salud Mental

Universidad de Nariño



Referencias

 

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Ariza-Sosa, G. R., Agudelo-Galeano, J. J., Saldarriaga-Quintero, L. A., Ortega-Mosquera, M. C., & Saldarriaga-Grisales, D. C. (2021) Crisis humanitaria de emergencia en Colombia por violencia contra las mujeres durante la pandemia de COVID-19. Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, 51(134), 125-150.

 

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