Se pregunta el hombre ¿cómo recuperar lo humano? Una sociedad se mueve bajo estamentos sociales muy diversos y en cada uno se destaca la actividad diaria con sus deberes y obligaciones donde hace eco un gran acontecimiento…. El vacío al que le salpica un pensamiento crítico en pos de un compromiso: recuperar la pérdida del sentido de la convivencia común en medio del caos que se vive. El ser humano requiere un entender, un unirse a los demás con sus luchas, con sus retos, con la unidad del amor, amor entendido como el respeto, la convivencia, el compartir en comunidad y de esta manera desalojar el caos y la soledad que vive la sociedad en su interior.

 

Así como la sociedad vive un estado riesgoso, así podemos decir que se puede rescatar. En la medida en que la democracia está fracturada, la libertad rota, surgen, cual ave fénix, formas humanas que estructuren oportunidades igualitarias y convivencias sanas. Recuperar la sociedad perdida, recuperar la dignidad pisoteada, recuperar la economía donde no se explote y el capital se socialice, entender que la política está para gobernar no para corromper ni politizar, entender que la religión esta para orientar no para generar confusión, entender que la naturaleza es vida y no un ser viviente para destruir, entender que la familia es el principio celular de amor, no de odio.

 

Hoy el hombre convive en la sociedad del vacío que lo ha llevado a la destrucción por el mismo hombre, por la ambición, el poder, la egolatría y la industrialización. El caos destruye el sentido de la vida humana impidiéndole vivir en libertad responsable. La sociedad del vacío habita dentro de una gran burbuja para no comprometerse pues se ve enfrentada a los mesías falsos, a los mercaderes de la violencia, a los escribas del desprecio, del rechazo, de la exclusión, de la indiferencia, sintiéndose débiles, faltándoles capacidad de lucha, de cambio. La sociedad del vacío vive crucificada por la codicia, por vender su imagen o como se dice vive frente al espejo para perfeccionar su yo, su personalidad. Pero todo eso es el vacío de la mediocridad que no la puede ocultar ninguna careta.

 

La dignidad humana es esa categoría que abre caminos para el cambio. El orden social es un vínculo humano que en la sociedad vacía está por superar. Ese vínculo ha perdido toda proporción dando paso al mundo de la nada. Las mediciones de nuestras vidas vienen experimentado nefastos cambios ante la tecnología acelerada y el consumismo galopante.

 

Estos cambios rompen principios y valores que perturban el orden familiar, social, político, el trabajo, la estabilidad, crece el individualismo y las incertidumbres haciendo vulnerable las conductas sociales donde los de menos recursos llevan la peor parte, donde los más frágiles son dominados en sus propósitos vitales.

 

En la sociedad vacía los hombres viven aislados de cualquier relación intensa

 

El capitalismo es destructor, pero el problema no es el capital, sino el hombre que lo dispone como poder para su beneficio. La sociedad vacía está invadida por fuerzas dominantes e indiferentes dejando esos agujeros negros para que propicien la pérdida de valores, la violencia y el miedo, pero sobre todo para que penetre el poder de la economía canalla, el poder de la guerra, concentrando todo su dominio sin tener en cuenta al hombre en su individualidad.

 

El evangelio del cambio debe estar al servicio de la libertad de conciencia, de la educación liberadora, no de la educación manipulada y protagónica, debe estar al servicio de las prácticas cotidianas, de las relaciones con las cuales a diario entramos en contacto, del pensamiento libre, de la rebeldía justa.

 

La sociedad vacía está esclavizada por el opio de las instituciones dominantes que alienan la conciencia humana. Estamos en la sociedad del vacío porque hemos perdido el sentido común, el sentido de comunidad, el sin sentido que se compenetra desde la derecha, desde la izquierda, desde toda posición partidista que no brinda ninguna garantía. Einstein nos dijo “… qué Triste época … Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio´´. Perder el sentido común es estar integrado en una sociedad vacía, de la nada, del sin sentido donde se da más valor al hedonismo y al consumismo, donde el acompañamiento de la indiferencia evoca a que otros piensen por nosotros.

 

En la sociedad vacía los hombres viven aislados de cualquier relación intensa. En esta sociedad se vive la dificultad de sentir la vida, pues estamos programados en una guerra de todos contra todos. Puede decirse que quien se rebela a ese apocalipsis puede doblegar las ataduras impuestas. El que se rebela ejerce el derecho a denunciar los atropellos dantescos que amenazan la dignidad humana cuyo ejecutor es el globalismo como un devastador del pensamiento, de las capacidades, extremando las desigualdades.

 

La sociedad vacía que navega en la nada tiene el compromiso sine qua non de comprometerse con los hechos sociales, de ahondar en ellos para liberarnos del divide y reinarás . Urge la necesidad de poseer el arte de la resistencia y de replantear la noción de los movimientos sociales aún en situaciones de relativa calma.

 

Tenemos que ser, siendo, pero siendo como seres de cambio, viendo el mundo como es, sin miedo alguno, asociándonos en una sola fuerza. Lo que esta sucediendo no es una realidad permanente. Es efímera y en cada uno está que sea así para romper las marañas sociales que nos enfrentan unos con otros. Todo caos destruye el sentido de la vida humana, impide vivir en libertad responsable, impide humanizarnos. El Estado en esta sociedad carece de principios y voluntad política para llevar a cabo procesos sociales y de igualdad. Llamar a la conciencia social es un deber si queremos corregir los desenfrenos inmersos en el tejido social, los vicios y todo desatino de los poderes.

 

El poder económico corrompe todo el tejido social de manera incontrolable, se descubren las pasiones como afrenta a la dignidad

 

En una sociedad vacía correr el velo lleva a conocer los pecados capitales que deforestan los principios humanos. Cada cambio generado en la sociedad de la nada es una desintoxicación de la conciencia para que surja la sociedad humanista imperio de una doctrina social, ética y moral. Es que lo que se vive no es ni siquiera un limbo, es un dantesco infierno donde no tiene asiento ningún valor. Parece que estamos conviviendo en el inframundo social sin persistir una salida.

 

A la vida no le podemos poner muros que aíslen la relación social, que separen las personas en comportamientos estancos, pues el ser humano se creó para convivir armónicamente. En la sociedad vacía es frecuente ver a muchos creer en discursos ideológicos, retóricos y en dogmas sin cuestionar, sin buscar respuestas. Nace así la sociedad sin identidad, sin espíritu crítico donde el instinto irracional lleva al hombre con el apoyo de las fuerzas moldeadoras a irrigar formas de vivir.

 

En una sociedad vacía se hace difícil entender el sentido humano. Ante el poder económico se doblan todos los poderes. El poder económico corrompe todo el tejido social de manera incontrolable, se descubren las pasiones como afrenta a la dignidad. Este acontecer es propio para provocar crisis, que sin embargo permite buscar alternativas de transformación haciendo juicios y denuncias.

 

Reflexionar los juicios es un compromiso, es una acción social que libera para crear procesos dentro de un combate de pensamientos libres y de gestión espiritual contra hechos que a diario se desplazan contra el común necesitado. El mundo de la sociedad vacía no es invisible, es real, que implica la presencia humana para que esa presencia sea la voz de los que claman justicia.

 

Cambiar la sociedad vacía es mirar la vida con responsabilidad, con identidad social, con dimensión cósmica. La sociedad vacía que se presenta es un mensaje para unir compromisos con la mediación espiritual y política, con la palabra que representa la verdad. La sociedad vacía no es solo un componente material, es la suma de personas con historia, con realidad donde no se puede claudicar ante los injustos sociales. El compromiso ante la sociedad vacía es eliminar todas las restas que quieren borrar las sumas de la vida suprema.

 

Por ello no podemos ser simples observadores de unos hechos sociales, políticos, espirituales, culturales y económicos que coartan libertades, que coartan esperanzas, que cuestionan la prepotencia de una diversidad de poderes que hunden sus raíces en gobernanzas sin sentir social. A la sociedad del vacío nos ha llevado la indiferencia, la filosofía de la globalización, el cuestionamiento religioso y el adoctrinante sistema capitalista.

 

Cada día es más esencial el humanismo para comprender sin egoísmos con la dulzura que marca el camino de la convivencia

 

En la sociedad del vacío, de la nada, todo lo ilegal parece correcto, o mejor, no existen normas para los actos por fuera de la ley o estas normas se controlan según a quienes se quiere favorecer. En esta sociedad, decíamos que no hay moral o es decadente y lo ético es un sinsentido, como decir también que la fe carece de obras, por lo tanto, el nuevo testamento es simbólico perdiendo su esencia. Ese evangelio de la vida es un apocalipsis, es una esperanza liberadora.

 

En la sociedad del vacío el hombre vaga en soledad perpetua sujeto a los amos del poder, no hay libertad, sino servidumbre. No obstante, hay que entender que solo la sociedad es la única llamada a controlar y resolver la problemática social generada por el imperio que gobierna. Los actos humanos reflejan lo que hay en el interior del hombre, son la emanación de sus sentimientos y de su conciencia.

 

Se busca la perfección de los demás, mas no miramos nuestros yerros. Esto nos lleva a decir que nuestra sociedad está enferma, que le falta humanismo, haciéndonos evasivos para pensar, para reflexionar, para opinar. Somos expertos críticos en voz baja, sin adquirir compromisos, esquivando responsabilidades. No es pesimismo, es fuerza que llama para desencadenar la desesperanza con la devastación que proporciona la desesperanza.

 

La sociedad vacía contradice el sentir de lo que debe ser, una sociedad para el bien social. La sociedad es acción, es transformación, es liberación, es esperanza generadora de justicia y solidaridad, nunca de enfrentamientos, aunque sí de confrontaciones respetuosas con quienes piensen distinto. En una sociedad vacía hay miseria, hay injusticia, no hay democracia así proliferen muchas leyes, procesos constitucionales, disposiciones institucionales. Una sociedad implica orden y gobierno comunitario, no un gazapo. Se requiere crear un humanismo lejos de las estructuras caducas y las conductas cínicas que impiden dinamizar el mundo social.

 

La sociedad vacía por donde la miremos es una confusión. Muchas cosas o todas vagan sin rumbo. Es aquí donde ese caos social y político necesita disentir para que toda directriz tome nuevos caminos donde manipulación, democracia, corrupción política social, creencias y pensamientos sociales no se confundan. La sociedad vacía es producto del abandono de todos, es el clímax de lo que acontece, donde la corrupción es el imperio que realza el poder de la impunidad para que todo acto de violencia se disuelva en medio de la actuación compleja y viciada fundiendo la imposibilidad de desarrollo que la vieja sociedad ha negado.

 

Ante la magnitud de las relaciones de poder urge una catarsis socio política que ponga freno a todo proceso que sobrevive con base en a las relaciones personales, con base en todo tipo de dádivas como modus operandi de un capitalismo más que salvaje destructor, pues no avizora ninguna esencia social, pues lo que toca el sistema lo corroe llegando hasta lo más profundo del alma humana.

 

El mundo se torna ajeno para la mayoría y propio para quienes sin escrúpulos quieren dominar. Al decir de la filosofía, el mundo somos nosotros, pero lo vemos reducido para habitarlo e inmenso para transformarlo. Cada día es más esencial el humanismo para comprender sin egoísmos con la dulzura que marca el camino de la convivencia. Cada día llega a nosotros el hombre rebelde que nos invita a ser nosotros para desalojar del vacío los vicios que otros nos han proveído. Esos otros no pueden ganar la guerra. Ese yo que se rebela a todo lo inútil tiene la resistencia para rechazar la individualidad y toda ideología que pregone sumisión que quiera instaurar desequilibrio.

 

El hombre rebelde es un principio vitalista del ser que lucha con espiritualidad firme contra lo que le impide pensar, contra la globalización perversa integral, contra la religión dogmática, contra los sistemas sociales que adoctrinan con saña. Hoy el mundo es cual el cristo roto que clama potente para indicarnos una vez más el camino esperanzador del amor social. El cristo roto es el mensaje rebelde, mensaje de protesta en un mundo vacío carente de valor humano, de espíritu, de movilidad, de voz de amor comunitario sin ninguna exclusión.

 

El cristo roto producto de la comercialización vacía en una compraventa globalizada desbordante de consumismo. El cristo roto como nuestra sociedad vacía requiere una restauración profunda del interior humano.

 

 

Mariano Bernardo Sierra Sierra

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

 

 

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