La convivencia civil como un compromiso de vida ciudadana, participativa, social y política.

 

Del pensar de un prólogo de la filosofía griega extractamos “(…) Nacemos de pronto, también de pronto comenzamos a hablar y a reconocer el mundo. En un momento fugaz descubrimos que somos alguien. En ese momento necesitamos instalarnos en el mundo. Rápidamente advertimos que no estamos solos, hay otros muchos yoes que también desean instalarse en el mundo, que buscan reconocimiento, respeto, comprensión.”

 

El vivir en convivencia es un llamado a todas las clases de los distintos órdenes sociales, para que reflexionemos. La convivencia implica conocer que allí se mueven pasiones, emociones, personas que piensan, que sufren, que consumen, que votan, que se divierten, que tienen necesidades, que se las han violado sus derechos, que carecen muchos de los mínimos necesarios, que viven en tal soledad, abandonados por el mundo y los gobiernos.

 

En la comunidad de convivencia, nos movemos, nos sentimos, nos servimos, todos aliados por amistad, por familiaridad, por patriotismo. Hablar de convivencia hoy, da grima, da dolor, ante los dantescos episodios que viven tantos hermanos en nuestro país por desplazados que carecen de la protección del estado, otros que son asesinados sin razón, en el mundo también hay desplazados, porque sus tierras, sus países han sido invadidos por el terrorismo ante los ojos del mundo.

 

Los caminos imposibles se miran para construir vida en futuros inciertos en medio de alternativas de salvación, al amparo de la solidaridad de los pueblos, pero el temor los asiste, pues se desplazan a tierras y culturas que no conocen, donde les espera un renacer con esperanzas inciertas, pero añorando que entre los posibles e imposibles puede estar lo posible de una convivencia en paz. La convivencia siempre está en proceso, el pensar se mueve en la conciencia entre diversidades, en un complejo social y político de movimientos de libertad y no libertad, aun entre factores divisionistas con imposibles categóricos, con combates internos y externos.

 

En la convivencia tiene asiento sine que non, el humanismo y la condición humana para irrumpir con solidez a buscar la armonía ente los pueblos, no con poder o fuerza, sino con rectitud y justicia. La convivencia crea, socializa ideas, une en resistencia para desarrollar imposibles proyectos en medio de rupturas y necesidades de cambio con la fuerza de una ética de convivencia propia de un pueblo justo contra las desigualdades y los injustos sociopolíticos. Mientras existan conflictos armados en las ciudades es imposible una convivencia. Llenar las calles de policías o pagar a delatores se volvió una solución grotesca, vulgar, incoherente, ridícula, incompetente, falta de capacidad del estado. Hace unos días se nombraron para Bogotá cuatro grandes coroneles con especialidades en delitos de seguridad general; pero ¡oh sorpresa!, aumento la criminalidad, cortinas de humo en medio de mentiras es lo que sabe predicar el estado para mostrar soluciones.

 

En nuestra Colombia, hemos venido esperando la convivencia que no ha podido ser, pues la violencia de estado y los conflictos han desfigurado todo intento. Se requiere la cultura de la convivencia que combata los detractores de la armonía a fin de construir una sociedad de orden donde se dé la pedagogía para respetar al otro; convivencia sin violencia es la esencia de la no violencia. En Colombia la violencia es una forma de vivir, es una forma de construir historia, no de contarla como nos lo recuerda una guerrera de la independencia. La convivencia que nunca ha sido fue absorbida por la fuerza de lo inexistente democrático que ha diluido todo proceso de paz.

 

Vivimos en un mundo de grandes impactos sociales y políticos, donde se destruyen las formas de vida, donde la guerra desplaza naciones sacrificando vidas, culturas, costumbres haciendo que todo cambio se licúe, esto es, que la convivencia se desvíe de sus cauces, se desborde sin ninguna solidez que permita encauzarla en el tiempo y el espacio, que recobre el sentir la vida. Esta visión de convivencia trasciende las sendas de lo rural y lo urbano en medio de discursos sin recursos, en medio de conclusiones donde se devela la falacia pública.

 

Vivir, convivir al decir de Erich Fromm se consigue con espíritu humanista, donde se logre la solución de los conflictos sin miedo a la libertad, asociando luchas y resistencias para no decaer en la fe o la confianza y en la esperanza, o como ovejas sin pastor, sin gobierno, con una patria a la deriva.

 

Vivir en comunidad no ha sido de ayer, de hoy y como vamos a futuro tampoco. Muchas publicaciones se pronuncian al respecto, resaltando que hoy se vive a velocidad, donde lo que importa es el comercio, el consumismo, no se proyecta una reivindicación que empodere la comunidad donde se continúe conciencia contra la injusticia y las leyes injustas. La falta de convivencia implica que se ejerza una desobediencia civil no violenta y en conciencia que produzca cambios de políticas públicas donde la manera de vivir no impacta la capacidad humana de crear armonía construyendo conciencia colectiva, sin competencia, fijando posición de la existencia de un gobierno que coadyuve a la convivencia; tener estado en Colombia es más peligroso que no tenerlo.

 

Tener en cuenta la bioética es clave en la convivencia como conducta humana que promueva principios con relación a la interrelación con los demás, con el ambiente social y con la naturaleza. La filosofía antigua nos legó saberes para la vida dentro de la patria. José Martí nos señala que “(…) Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”. Gandhi aporto diciendo que para superar todo cambio “(…) la mejor manera de encontrarnos es perdernos en el servicio a los demás”. Observamos aquí que el humanitarismo desecha los regímenes que están por fuera de una humana convivencia democrática.

 

La filosofía antigua nos deja saberes desde Roma, desde Grecia, llegaron sabias meditaciones. La escuela de Sócrates, Aristóteles, Zenón, Epíteto, Seneca, Marco Aurelio surcaron los continentes con sus pensamientos. Los estoicos fueron una escuela que hizo crecer su principio encarnando virtudes y valores. Todos estos grandes pensadores nos introdujeron en la política humanista, arriándonos al cómo vivir, al cómo controlar las emociones y el cómo nos orientamos para el buen vivir en medio de las adversidades. Hoy, cursa una sociedad que se enfrenta a teorías, ideales, ideologías y dogmas que provocan desestabilización a la convivencia, creando oportunismos temerarios, usos de sofismas de distracción y los discursos retóricos que buscan interponer ideas que desvirtúan la realidad. El decaimiento de la verdad por la falacia diluye la capacidad para armonizar el ambiente social y político y la generación de proyectos. El acontecer sofista crea contradicciones y argumentaciones relativistas que hacen variar el tejido social y sus interrelaciones mediante habilidades nefastas.

 

Los imperios decaen por crisis y por los colapsos incontrolables. Crisis y colapsos llevan a la democracia a un retroceso cuyas características socio políticas pasan por naturalezas que enmarcan diferencias sustanciales, pero con igual grado de desajuste; las distintas divisiones ideológicas agudizan las crisis. Estas divisiones son expeditas para que las clases dominantes las aprovechen a su favor, las crisis sociales sufren alteraciones donde hoy surgen nuevos métodos como los usos algorítmicos donde a través de captura de informaciones de los usuarios ciertos grupos obtienen resultados para muy altos beneficios, sin que existan control alguno del estado, aunque este también acude a este método.

 

Crisis dentro de las crisis, realidad desnuda llena de incertidumbres ante la impotencia de un régimen que solo ofrece promesas engañosas y falsas gestiones públicas que nadie cree, ante un sistema económico rumbo al colapso. Crisis y colapsos se arropan con una polarización neoliberal que contagia letalmente. El sacrificio social llega a los límites, mientras la reactivación económica solo llega al poder financiero, económico y a los corruptos. Los derechos humanos reciben el impacto del abuso de los poderes, por doquier el régimen solo se pronuncia con impuestos, con abusos, con desigualdades y violencia estatal hacia los más débiles.

 

Una convivencia social además de la asociación comunitaria, requiere que se tenga una ciudad estructurada para brindarle a la comunidad el mejor bien vivir y el respeto para todos los derechos constitucionales, un régimen honesto y confiable.

 

Hoy políticos, gobernantes y sociedad en general se mueven y se proyectan bajo perfiles de magia, de ilusiones, espejismos que van exponiendo mensajes, actos de odio y contradicciones. Los discursos del estado se llenan de luces y colores naranjas que se mueven bajo direcciones populistas llenas de falsedad y de cinismo político. La comunidad llegara a sus objetivos de convivencia cuando cada miembro cambie con su posición de rebeldía, porque la rebeldía forma una nueva conciencia y una revolución que finca sus acciones bajo la destrucción total, estructural de lo existente, lo que obligaría a pensar que vendría un nuevo poder. Pensar en solo reformas solo cambian las fachadas, esto es, que seguirán otras mismas posturas políticas, como se dice: ¡tape y tape! pero la estructura sigue igual, generando tan solo utópicas sensaciones de cambio, de esperanza donde todos se acomodan.

 

Una convivencia social hace alusión a obligaciones y deberes para todos los actores públicos y privados, correspondiéndole a la comunidad la desobediencia civil, la objeción, la rebeldía y la resistencia cuando el estado imprime su carácter déspota, violatorio de leyes humanas o cuando fija normas impopulares que van a afectar a la comunidad. Con las desobediencias se asume una justificación política en un régimen que desconoce la democracia, la ética y la moral.

 

Convivir en una sociedad donde las normas son violadas y donde el estado incumple la ley, la incoherencia hace presencia como forma de gobierno, constituyendo modelos que no generan garantías de convivencia ni de estado. Este accionar en su momento genero posturas por parte de Gandhi y de Thoreau al considerar la práctica de la desobediencia civil y su justificación como de su rechazo a los respectivos gobiernos sobre el manejo irreprochable en la formación jurídica para llevar cabo la gestión pública. También Bolívar desde su tiempo; con claridad se trasladó a nuestra época, proclamando la necesidad de instituciones hacia el cambio social hacia la formación de las nuevas comunidades, las nuevas masas sociales, expresando además que un buen gobierno es el que lleva felicidad al pueblo, seguridad, justicia y estabilidad política.

 

La convivencia social accede a que tengamos sociedad y estados comprometidos, participativos, empezando por el voto responsable para eliminar de raíz, la cizaña política y los gobiernos imperiales que actúan contrario a la democracia constitucional. Rebeldía social, voto responsable, participación ciudadana, denuncias, marchas, protestas, plantones, derecho a no obedecer, resistencia civil, desobediencia civil, fluyen entre otros, como una expresión de masas contra un gobierno corrupto, falto de confiablidad, grotesco, carente de pléroma público, de liderazgo, de realización social.

 

Como masa de poder, la comunidad debe eliminar los gobiernos dadivosos, generosos en apariencia catalogándose cual comerciantes de la política, que permiten la impunidad, pues esos gestos son engañosos. Los cambios sociales no requieren violencia ni armas. El cambio, es transformación interior, de conciencia personal, el cambio es actuar con liderazgo en cada gestión pública o privada. Las crisis, los colapsos y el caos de la pandemia nos llevan a reflexionar prioritariamente sobre la convivencia. Después de estas eventualidades, el mundo será otro y así lo reflejan los conflictos, la decadencia de los derechos humanos, la pobreza, la ausencia de trabajo y de la forma como tan copiosamente los grandes capitalistas han hecho crecer sus riquezas sin ningún equilibrio social.

 

La integración social se acompaña de un pensar libre y critico donde prevalecerá la no violencia, que por su praxis, incomoda porque ese proceso social exige respeto, verdad, justicia y coherencia. El poder económico exige e incrementa día a día la vigilancia social en la mente, el cuerpo y en toda la esfera humana, afectando con creces el orden del contrato social. Penetra esta vigilancia de tal modo que se encarna carcomiendo la esencia humana y su condición de existencia. Urge por ello la necesidad que la sociedad se consolide con rebeldía y resistencia, cosa que desborde las fronteras del fin del mundo que vivimos, para construir otro mundo posible.

 

La convivencia social con sus armas democráticas son el empuje de una lucha contra todo dogmatismo e ideología de partidos, con pensamiento dispuesto a provocar el cambio que necesitamos. El cambio debe estar en los ejes que destruyan los sistemas atávicos, más allá de los embrujos capitalistas que están destruyendo el espíritu humano de una sociedad doliente y de una naturaleza que recibe la brutal e irracional afrenta de las clases que hacen la guerra social.

 

Son muchos los que profanan este proceder, ya que existen grupos políticos cuyas ideologías y ambiciones gustan de los conflictos corruptos, acudiendo al poder y al dominio escondiendo las realidades del país con diagnósticos y contradicciones confusas. El pensamiento libre combate, denuncia, ya que esta virtud pertenece al pueblo, al hombre oprimido, al hombre del devenir de nuestra historia, que siempre ha sido saturado con las sobras del capitalismo salvaje. El pensar libre orienta hacia un nuevo mundo, mundo que existe en la esperanza y el corazón de nuestros pueblos rebeldes que desde ya conocen el camino de la liberación.

 

¿Qué viene?, ¿qué hacer?; Cultivar la rebeldía con la tenacidad y la fuerza de un espíritu solidario para reconstruir, rompiendo las brechas y los confinamientos que limitan la lucha de la no violencia. La utopía de vivir y de la convivencia es producto de reflexiones sobre los hechos sociales que hoy se presentan como infiernos dantescos que trazan procesos divergentes, y todo ello constituyen paradigmas que se mueven en el espacio hacia una nueva sociedad, y esos infiernos se tornan como implosiones y explosiones a los cuales hay que enfrentar con la esperanza debida y responsable, donde el catecismo de la historia nos ofrece toda topología de ideas. El vivir y la convivencia como el destino de los pueblos va unida a la historia social y política. La teoría política de lo posible son atavismos ideológicos profanos, donde impera el odio de la razón humana.

 

Hay vida, hay comunidad y hay convivencia cuando hay humanismo, trabajo, acción y disposición de hacer país, aun en medio de los conflictos. Vivir, convivir no es solo un sentir humano, también se une a ese encuentro aquellos seres no humanos, la naturaleza toda donde están nuestros hermanos los sintientes y todo el componente estructural que hace parte del sistema planetario, del cosmos y todas sus dimensiones, porque toda esa vida natural, es vida, nos dan vida, engrandecen nuestra naturaleza humana.

 

 

Mariano Bernardo Sierra Sierra

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

PH: Cristhian Escobar

 

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