Doctora

Martha Sofía González Insuasti

Vicerrectora Académica

Universidad de Nariño

 

 

Apreciada doctora:

 

Quiero compartirle algunas reflexiones personales sobre la escritura de textos de carácter docente. Todos parecen estar de acuerdo en que la producción escrita de la Universidad de Nariño es relativamente escasa; mi propuesta, parta enmendar en parte el problema, consiste en una opción de escritura de textos con el contenido de las asignaturas que trabajan los docentes.

 

Daré algunos ejemplos de libros que han sido el resultado de las clases dictadas por su autor, algunos de los cuales se han convertido en grandes obras. 1- Una de las mejores obras del maestro Antonio García Nossa, Bases de economía contemporánea, fue el resultado de las conferencias escritas con el contenido de las clases que García impartía a sus estudiantes –a partir de 1943, año de la creación de la carrera de Economía en la Universidad Nacional–, las que circularon inicialmente mimeografiadas (mimeógrafo era un aparato antiguo que se usaba para reproducir materiales escritos, antes de que existiera la fotocopiadora); 2- el mejor libro de Historia del Pensamiento Económico, producido en América Latina, Historia del pensamiento económico, del profesor ecuatoriano Manuel Agustín Aguirre, es el resultado de sus clases en los años 1956-1957 en la Universidad Central de Ecuador, que su hija taquigrafiaba al tiempo que él hablaba; 3- la serie de libros que escribió Michel Foucault, como resultado de sus seminarios en el Colège de France, en la cátedra Historia de los sistemas de pensamiento, –el profesor de esta cátedra tenía la obligación de entregar cada año un trabajo original, que no sería una exigencia para los docentes de la Udenar–; 4- el profesor Ernesto Luque, de nuestra Universidad, escribió el libro Bioquímica que, evidentemente, es el resultado de su quehacer docente; 5- finalmente, mi libro Economía política es el resultado de mi actividad docente en la materia.

 

No se esperaría que todos los docentes hagan grandes aportes originales, pero, gracias a la libertad de cátedra, algo nuevo podrán escribir, bien sea de carácter pedagógico o del contenido propio de la materia. Dado el rumbo que ha tomado la investigación universitaria en estos tiempos de neoliberalismo, que siempre reclama resultados prácticos y rentables, la producción de textos relacionados con la docencia puede traer un respiro de libertad. No estoy negando la importancia de la investigación que se lleva a cabo en la actualidad, puesto que cuanto más proyectos y más grupos haya, mejores indicadores tendrá la Udenar para mostrarle a las instancias gubernamentales y mantener la Acreditación de alta calidad. Estamos viviendo la época de la cantidad y la rentabilidad y la resistencia a esta situación es casi inexistente, pocos estamos dispuestos a correr los riesgos que implica ir contra la corriente. Al respecto, nos dice un joven escritor de los Países Bajos: la universidad del siglo XXI se parece más que ninguna otra cosa a una fábrica, y lo mismo puede decirse de nuestros hospitales, escuelas y cadenas de televisión. Lo que cuenta es lograr los objetivos. Se trate del crecimiento de la economía, de los índices de audiencia o de las publicaciones: de forma lenta pero segura, la calidad está siendo remplazada por la cantidad.[1] Sin embargo, teniendo en mente la Misión de la Universidad que creamos en la Reforma, no dejo de preguntarme si la región más que investigación “productiva” lo que necesita no será imaginación y pensamiento crítico; pero, obviamente, para esto no hay presupuesto ni puntos en la hoja de vida.

 

Mi propuesta es esta. Crear estímulos para el(la) docente que convierta el contenido de su materia en un libro. El tipo de estímulo será determinado por la institución –debe ser preferiblemente en tiempo–, lo mismo que los requisitos, tanto de contenido como de plazos: no será aceptado el mecanismo de corte y pegue y los plazos deben ser estrictos y controlados por su jefe inmediato.

 

Esta, por supuesto, no pretende ser más que una opinión, que, como es obvio, puede ser aceptada, reformada o negada.

 

 

Cordialmente,

 

Julián Sabogal Tamayo

Docente investigador, Programa de Economía

Cc. Doctor Guido Pantoja, decano de la FACEA

Doctor Robert Ortiz, director del Departamento de Economía

 

 

[1] BREGMAN, Rutger (2017) Utopía para realistas, Barcelona: Salamandra, pág. 23.

 

 

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