LOS IMPERIOS, UN MUNDO DEL HORROR
Patologías y límites de la suma razón y la sinrazón.
Los imperios son los referidos a quien ejerce posiciones de poder y dominio a través de fuerzas económicas, políticas, financieras, tecnológicas, culturales, todas ellas con modelos de choque para crear desajustes que des favorezca el equilibrio de la paz y el medio ambiente. El imperio nació invasor, colonial y opresor, amparado en la violencia, obstruyendo todo lo que se le oponga con base a la mentira y el engaño.
Dentro de las tantas acciones del imperio, se encuentra el saqueo de las riquezas de los pueblos que tienen dominado con sus gobernantes. Digamos que el gran imperio y sus satélites se mueven con gran penetración bajo figuras fascistas o autoritarias sin escatimar esfuerzos para doblegar a los más débiles, digamos que el gran imperio se mueve con penetración bajo figuras que llevan a doblegar los pueblos. Camus señaló que “…el mundo necesita hombres resistentes, llenos de fuerza espiritual…” comprender es fijar posiciones justas, llenas de valor que se debe persistir en las luchas, no basta con solo pensar, hay que pensar en algo y actuar.
La dimensión estructural del imperio es falaz, lo es también el poder que gobierna con el engaño y la mentira bajo la tutela imperial que orbita siempre disimulando su relación, creando confusión y caos en el ambiente. Los imperios no dudan en manifestar que, para ejercer sus macabras gestiones de poder, ellos trazan sus propios procedimientos. El desajuste del mundo es propio de procederes insensatos, o sea de procederes que no son válidos para la sociedad, sino de lo que está lleno de pensares efímeros; los imperios alimentan pasiones, fascinaciones y seducciones, aunque ellos también colapsan ante las ambiciones y la codicia como fuente de su lujuria atroz.
La razón se nubla cuando los imperios se expresan con su poder agresivo, los imperios con su espectacularidad triunfalista llevan en su habitar un cataclismo de derroche. En medio de euforias revolotean venires vociferando malestares sociales, poniendo en juego su destino; el juego de la vida al menor desvío se sale de las razones entre sinrazones, todos los pueblos están abocados a la derrota como al triunfo en razón a los actos, sean estos justos o no, sean de resistencia y de lucha, el desajuste de los pueblos es propio de procesos enmarcados en la mentira y el engaño o ante la existencia de una libertad ausente o por la carencia de conocimiento.
Los imperios tienen en su haber el poder para controlar el conocimiento, con lo que dominan los procesos económicos, como todos los recursos y avances tecnológicos, contando también con la manipulación de pensamientos. El poder de los imperios vive absorbiendo saberes que encuentran en el ambiente social, y en el complejo educativo, siendo la cultural una forma de someter al pueblo; el recorrido social, lleno de infinitas realidades, no siempre abarca la dimensión que parece tener, está tan denso el fluir de los complejos humanos que muchos hechos quedan por fuera de nuestras órbitas; de allí que el radicalismo político aun polarizado sometido a la pulverización de los dogmas nos advierte la presencia de despliegues que nos condenan, esa percepción que oculta los espacios y aleja el tiempo hace perder la dinámica de cómo nos gobiernan al difundir en los ambientes las mentira, los engaños, los espejismos y las prácticas de injusticia.
El mundo del imperio apunta a lo perenne, pero todo tiene sus límites, el poder, los bienes, el orgullo. El disfrute de la nada se vuelve miseria, desajuste existencial, hasta allí llega el poder y el éxito, vanidad de vanidades. La muerte lo absorbe todo, alguien dijo una vez que “… el hombre solo encuentra vida entre los muertos, y que todo progreso e invención seductora, está para ocultar la realidad…” Hoy estamos viviendo imperios y países que han perdido la razón, sacrificando vidas humanas, actitud que deplora la dignidad humana, asumiendo poderes y orgullos irracionales; hay que parar tantos errores y horrores que sólo conducen hacia espirales de violencia sin sentido, ante la gran vivencia tecnológica y del conocimiento cuyos efectos son esclavizar la humanidad, pues esta está lejos de alcanzar la seducción, el imperio se extiende implacable en el laberinto del tiempo.
Solo el amor es el único capaz de devolverle al mundo la paz y su razón de ser; desde sus dominios los tentáculos del imperio ejercen sus prácticas, causando dolor y desgracias, odiseas, tragedias, epopeyas, invasiones habitan en la mente esquizofrénica e irracional de quienes quieren ejercer los mayores desajustes a la paz del mundo. El auge imperial y de sus satélites crecen con el tiempo, pero su declive se perfila por la fuerza de los pueblos y su resistencia, la esclavitud, señaló Locke “Es para el hombre una condición tan mísera, despreciable y contraria de modo tan directo a la naturaleza generosa y valiente de la nación que es difícil concebir que alguien la defendiese.”
Los imperios profesan lenguajes únicos para destruir y engañar el acontecer social, su vocabulario se asocia a la mentira y a las contradicciones, donde el activismo adquiere caracteres especiales de atracción engañosa. A contrario sensu, el pueblo se pronuncia con voces de esperanza y de amor para contradecir el revisionismo gramatical, ante la mirada atónita del mundo, viendo como los imperios abusan sin piedad, para la comunidad solo quedan testigos mudos donde escasea el orden.
Para los imperios y sus satélites, la comunidad somos un dato en sus contabilidades, a través de sofisticados ordenadores se introducen en la privacidad humana rompiendo esquemas de conciencia y libertad, esta tarea se realiza mientras sus redes cruzan los continentes disfrazados de múltiples negocios con tácticas agresivas y cautivadoras al unísono.
Inferimos con clamor social que nadie puede ser esclavo de nadie y menos del inclemente avance imperial que hunde sus raíces en el neoliberalismo para bienestar de otros, que viva la ciencia, y la cultura, pero sin devaluar al ser humano; el hombre y ninguna sociedad pueden ser cosificados o estar por encima de la deshumanización, ello sería un acto irracional, el sentido de la vida no puede ser erosionado por los actos hostiles de los imperios o cualquier sociedad, pues debe primar la democracia con sentido social.
La idea social del hombre es un concepto real que corresponde a una creación, evolución que se patentiza entre lo divino y lo humano; la idea de un Dios es una realidad que no puede ser desplazada por la arrogancia científica o por la autosuficiencia que arremete sin piedad, lo social implica orden, justicia, participación solidaria, el mundo sociopolítico no puede seguir contracorriente de lo que es el sentir humano y el bien común; la indiferencia mundial es el gran pecado político y social que fluye condenando al hombre, siguiendo el pensar de Foucault, son bestias magnificas para gobernar en forma corrupta, dejando a muchos de los gobernados con la cruz a cuestas como verdaderos siervos sin tierra, que han vivido como el cristo roto, cuál condenados de la tierra, de los que dan cuenta quienes dieron vida a estas obras.
En occidente, los países fuera de la órbita imperial están avanzando con un repensar ante la arremetida feroz de los imperios, y en ese repensar germinan muchas actividades de cambio donde fluye la acción, el trabajo y las labores, como lo fijó en sus ideas la politóloga y filósofa, Hanna Arendt. Esto es, integrar los capitales, la fuerza comunitaria y estructural de los estados, conformando palancas de apoyo, cuya dirección no es otra que consolidar la construcción del país que si se puede. Repensar el gobierno, repensar el país, considerando la capacidad y el conocimiento para gobernar hacia el futuro, estableciendo programas estructurales, de crecimiento, de riqueza que desahogue la burocracia; los nuevos estados están descorriendo el velo, evocando acciones contra el desastre social y todo tipo de pandemias que niegan la llegada de un mundo común, también se busca rescatar la política del bien común para enfrentar con rigidez el paroxismo imperial, atado a restablecer políticas de los derechos, acogiendo la condición humana con su espíritu y capacidad de acción.
Vemos como avanza el llamado de la conciencia para que atendamos a la reflexión sobre el dilema del accionar, gobernar y el análisis de la incidencia de la presencia humana sobre la gobernabilidad imperial. Gobierne quien gobierne, debemos acatar la obligación que nos asiste para defender causas y riesgos de las acciones humanas dentro de la cosmovisión geopolítica, descorriendo los velos del desorden que ha creado grandes desigualdades para romper los idos del futuro, el gobierno de los imperios ante el análisis de las naciones resquebraja los campos de la existencia, volviendo trizas la democracia y los atributos del hombre con las amenazas de la guerra fría, las invasiones, el terror y la violencia.
Las tramoyas muy propias de los imperios, halagos, espejismos, amenazas seductoras para atraer y mantener el control de las naciones, a ello se suma el poder del capital tóxico y expansivo como señuelo para ofrecer negocios atrayentes y así incrementar sus ganancias y su poder dominante. Colombia lleva más de 200 años en crisis colonialista, independistas y republicana, tiempo en el cual sigue el gobierno fallido en cuerpos ajenos. ¿Qué gobierno debe gobernarnos? pregunta cotidiana que se escucha por todos los lugares, sencillamente, un gobernante, justo, ético, libertador de esclavismos, de espíritu transformador que revolucione lo que no es, que crea en el amor y el servir rebelde que enfrente todos los embates y luche contra las injusticias de la humanidad con respeto, responsabilidad y con una experticia de gobernanza.
Como pueblo debemos al decir de Foucault “…no sólo se requiere obedecer simplemente, sino también manifestar, enunciando lo que se es…”, la funcionalidad en la gobernanza debe ser transparente, sociable como principio, este esquema armónico implica un manejo interinstitucional abierto, de unidad y confianza, donde fluyan opiniones y criterios de respeto; la actual premio nobel de literatura señala que la escritura es un acto político que abre los ojos a la desigualdad social. Todo para indicar que urge romper denunciando la oscuridad de los imaginarios imperiales.
Hoy se hunden las heridas sociales en la mentira que cercena la verdad y la lucha ecológica, rompiendo las fuentes alimentarias que son vida y el orden para gobernar con justicia social, no más recetarios ofreciendo menús y diagnósticos múltiples, cuando de otro lado estamos ofreciendo transacciones para crecer riquezas que incrementan los marginados y la opresión por fuera de la profundidad hostil que cruzan los pueblos, llenos de sesgos y discriminaciones. Los grandes desajustes de gobernabilidad sin control y orden sociopolítico y ante la hegemonía de los imperios, de lo cual dan cuenta los órganos mundiales como la ONU, la OEA, la OTAN, entre otros, que no están cumpliendo los objetivos correspondientes. Estas y otras razones dan pie para solicitar una reforma o su liquidación; la lucha debe ser imperiosa para abrir conciencias contra apologías, banalizaciones, estigmatizaciones y silencios de muerte que están sin límite de tiempo.
Los imperios y la suma razón de poder es una alienación mental, la expresión social y política del imperio es la suma de la razón con sentir irracional, pero también decimos que al interior del hombre en su naturaleza, encapsula en el vacío de la condición humana su instinto animal como también su espíritu ácrata, esto es desconocer el principio de existencia de autoridad.
Mariano Sierra
Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia