A finales del siglo XVIII, Europa es el centro del mundo, la revolución francesa, la presencia de los enciclopedistas y el pensamiento racionalista, las nuevas teorías económicas, políticas, sociales, educativas, propias del pensamiento liberal, denotan sobradamente un cambio paradigmático sin precedentes. Las nuevas corrientes de opinión exigían gobiernos populares, gobiernos más dedicados al pueblo, se clamaba mayores libertades, más tolerancia, libre discurrir de las ideas, todo esto, produjo lo que se denominó “absolutismo ilustrado”. El cambio de mentalidad se observó de manera creciente en grupos numerosos, la razón se erigió como el pilar de todo acto y proceder humanos, el hombre y la mujer ocuparon un lugar privilegiado, es decir, el antropocentrismo desplazó al teocentrismo, se suscitó igualmente el movimiento por la libertad religiosa, en otras palabras, el estatuto liberal había comenzado a establecerse por fuerza de las nuevas realidades.

 

Desde la perspectiva política el fenómeno más relevante fue la configuración del Estado moderno, dando paso a nuevas formas en la organización de los gobiernos que, como el republicanismo daba al traste con los regímenes monárquicos, era la instauración de la democracia representativa en contravía de los absolutismos y autoritarismos.

 

El pensamiento liberal fue recogido en Hispanoamérica por ideólogos, estadistas, poetas, pedagogos e ilustrados en general, quienes incitaron a crear en América un mundo igual que occidente teniendo como fundamento la libertad de España, anhelaban para “su” mundo el mismo bienestar material y las mismas condiciones que sus congéneres europeos.

 

Los intelectuales se apropiaron del pensamiento liberal y crearon fuerzas promotoras de luchas que terminaron por emancipar a las colonias de la tutela de España. Francisco Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O” Higgins, Antonio Nariño, Camilo Torres, Jorge Tadeo Lozano, Francisco Antonio Zea, Juan de Dios Morales, Juan Pío Montufar, entre otros, fueron los precursores de la emancipación, por eso, se convirtieron en un peligro para las autoridades tradicionales, para las costumbres ancladas en la tradición y el medievalismo y, desde luego, para la religión católica que permeaba todos los ámbitos de la vida social, por eso, los pastusos le increpaban a Antonio Nariño cuando éste quiso someterlos: “Usted es quien nos viene a hacer la agresión más injusta- le escribían-…nosotros en fuerza de los principios santísimos hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres …de fuera nos han venido las perturbaciones y los días turbulentos …nosotros no apetecemos esta guerra sino la paz …pero es inevitable o defendernos o morir por los sagrados principios que nos conducen”[1]. Contundente respuesta del cabildo representante de un pueblo que batalló por mantenerse en su ley heredada de la tradición. CONTINUARA.

 

 

[1] Respuesta del Cabildo de Pasto al General Nariño, Pasto, abril 4 de 1814. Cit. Por. Guerrero, Gerardo León. Pasto en la Guerra de Independencia 1809-1824,Vol. II, Ediciones Tecno Impresores, Bogotá, 1994, p. 90.

 

 

Pasto en el contexto de independencia IV PARTE

 

Gerardo León Guerrero Vinueza

Doctor en Historia de América

 

 

 

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Gerardo León Guerrero Vinueza
Licenciado en Ciencias Sociales; Especialista en Historia Social y de la Cultura, Universidad Pablo de Olavide, España; Magister en Administración Educativa, Universidad New México (E.U.); Dr. en Historia de América, Universidad Complutense, Madrid-España; Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador; Miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia; Ex-Vicerrector Académico, Ex-Vicerrector de Investigaciones, Postgrados y Relaciones Internacionales; Rector Encargado de la Universidad de Nariño; Autor de varios libros sobre Historia Nacional y Regional, Investigador y Docente Jubilado Universidad de Nariño.

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