La creciente formación universitaria de las mujeres, hizo a muchas pensadoras y a algunos pensadores calificar al siglo XXI como el siglo de las mujeres
Hasta donde nuestra memoria histórica alcanza a recordar y en todas las culturas, la mayoría de las mujeres tuvieron desde siempre hipotecado su tiempo en labores de cuidado y atención a los demás. Y ciertamente no solo su tiempo, también su voluntad, sus espacios, sus bienes y hasta su propio cuerpo que incluso hoy en día sigue estando en gran medida controlado por otros. Basta imaginar que los varones pudieran parir, para comprender que nadie osaría entonces decidir sobre sus derechos sexuales y reproductivos, como se hizo con las mujeres y como siguen debatiendo los políticos en la actualidad.
Su “enemigo principal” –utilizando palabras de la eminente feminista materialista francesa Christine Delphy[1]– no ha sido otro que el género masculino personificado en la figura del padre, hermano, novio o marido que teóricamente con la mejor de las voluntades aman a sus mujeres requiriendo a cambio que ellas les regalen sus atenciones, su trabajo y su tiempo, en definitiva, sus vidas. Porque al ser el tiempo la coordenada vital por excelencia, quien no puede hacer libre uso de ese bien, no puede hacer libre uso de su propia existencia. Relación similar a la del patrón y el obrero, pero con el inri de no recibir a cambio salario alguno.
“Sabia virtud de conocer el tiempo” recitaba la canción de Renato Ledul, magistralmente interpretada por Chavela Vargas. Y precisamente en el conocimiento científico del tiempo llevan ya varios lustros empeñados investigadores e investigadoras internacionales, utilizando como medida el concepto de Usos del Tiempo, es decir, lo que la mayoría de las personas están haciendo como actividad principal a lo largo de cada hora del día.
Seguir trabajando, investigando y legislando por la consecución de un tiempo igualitario para todo el género humano, al margen de que se nazca varón o mujer
El objetivo principal de estas investigaciones no es otro que hacer visible el uso diferencial del tiempo de mujeres y varones, mostrando los grandes contrastes existentes entre el trabajo remunerado que realizan mayoritariamente ellos, y el no remunerado que realizan fundamentalmente ellas[2]; haciendo hincapié en las repercusiones negativas que estos desajustes y el escaso tiempo libre tienen sobre el desarrollo profesional y la salud de las mujeres[3].
La emancipación y la consecución del derecho a la educación y al voto de las mujeres, desde mediados del siglo XIX –promovida desde el movimiento feminista–, no pudo acabar con la tradicional costumbre varonil de vivir a expensas del tiempo de las mujeres. Los hombres no terminan de asumir que las tareas de cuidado de sí mismos, de menores y de las personas dependientes (no solo el pago de las mismas, sino la atención personal a los demás), es algo también constitutivo del género humano masculino.
La creciente formación universitaria de las mujeres, que en Europa supera ya en cantidad y calidad a la de los varones como demuestran las estadísticas oficiales[4], hizo a muchas pensadoras y a algunos pensadores calificar al siglo XXI como el siglo de las mujeres. Pero al no corresponderse esta mayor capacitación con la ocupación paritaria de las principales posiciones de poder, tampoco su mayor preparación profesional ha podido desterrar los ancestrales usos y costumbres que prescriben y esperan que las mujeres sigan siendo más que ciudadanas, “cuidadanas”[5].
La gente joven representa una futura esperanza. Las nuevas masculinidades propugnan modelos más humanos de relación con los demás[6] y algunos jóvenes empiezan a asumirlos. Pero los retrocesos son posibles, especialmente en épocas de crisis ya que, la igualdad conseguida tras años de vindicaciones, es aún muy frágil y se puede resquebrajar en cualquier momento.
Es por ello que siguen siendo necesarias las Políticas de Igualdad de Género en todos los ámbitos, tanto sociales como científicos. Políticas que no reproduzcan los roles tradicionales de varón ganador de pan y mujer reproductora-cuidadora[7]. Políticas que lo sean de corresponsabilidad –intergeneracional, dentro de la pareja y entre los distintos agentes sociales[8]– y no solo de conciliación, para no sobrecargar de tareas exclusivamente a las mujeres. En definitiva, seguir trabajando, investigando y legislando por la consecución de un tiempo igualitario para todo el género humano, al margen de que se nazca varón o mujer.
Porque al luchar por la Igualdad de Género, estamos haciéndolo contra todo tipo de marginación, ya que las mujeres constituyen la mitad de la humanidad y en consecuencia, sufren transversalmente todas las desigualdades a que pueda estar sometido cualquier grupo social. Así, las feministas plantean la consideración de la interseccionalidad de las discriminaciones que soportan las mujeres cuando pertenecen además a otros grupos segregados no solo por su sexo, sino también por su etnia, su nacionalidad o su clase social. Y la necesidad de estar unidas, para que estas diferencias no resten ni un ápice sus derechos como ciudadanas tan difícilmente conseguidos, permitiéndoles así tomar las riendas de su vida al apropiarse de algo que parece muy obvio pero que nunca tuvieron: el uso y disfrute de su propio tiempo.
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[1]Delphy, Christine (1982). Por un feminismo materialista. El enemigo principal y otros textos. Barcelona: La Sal, cuadernos inacabados, 2-3.
– (2008). L`ennemi principal. Tome 2. Penser le Genre. París: NouvellesQuestionsFéministes, EditionsSyllepse.
[2]Gálvez, Lina; Rodríguez, Paula; Dominguez, Mónica (2010). “Género, trabajo y usos del tiempo en España dentro del contexto europeo”. En Antonio Villar (Dir) Mujeres y mercado laboral en España. Madrid: Fundación BBVA.
[3]Guil, Ana (2009). Gender & free time. EnRoswith Roth, ChokHiew& Anna Laura Comunian (Ed.). Peace, Hope and Well-Being across the Cultures. Germany: Shaker Publisher, 180-187.
[4]Eurostat (2014).
[5]Rodríguez Ruiz, Blanca (2010): “Hacia un Estado Post-patriarcal. Feminismo y Cuidadanía”. Madrid: Revista de Estudios Políticos, 149, 87-122.
– (2013). “¿Identidad o autonomía? La autonomía relacional como pilar de la ciudadanía democrática”, Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, 16, 75-104.
– (2013): “Paridad en lo doméstico: entre la normatividad y la realidad”, en Democracia y participación política de las mujeres. Visiones desde Europa y América Latina. Valencia: Tirant lo Blanch, 111-146.
[6]Guil, Ana y Villela, Esther (2011). “Ethics of care: from feminism to the new masculinities.” En Milgram, N.; O´Roark, A.M. & Roth, R (Eds): Scientific Psychology: New Developments Internationally. Germany: ShakerPublisher, 59-64.
[7]Pazos Morán, María (2013). Desiguales por Ley. Las políticas públicas contra la igualdad de género. Madrid: Catarata.
[8]Casado, Elena y Gómez, Concepción (2006). Los desafíos de la conciliación de la vida familiar y profesional en el siglo XXI. Madrid: Biblioteca Nueva, S.L.