El título de este artículo es el mismo de un libro del filósofo italiano Nuccio Ordine, mi intención es invitar a la Udenar a seguir los consejos de Ordine. Este filósofo fue conocido cuando el neoliberalismo empezó a expulsar de las universidades y los colegios las humanidades y el pensamiento, en general, todo lo que no preparara para el mercado, y Ordine reaccionó con un libro titulado La utilidad de lo inútil. El libro que comento esta vez es una defensa de la lectura y la lectura de libros completos y originales, no de simples resúmenes ni de manuales; especialmente de los clásicos no de los libros de superación personal, con los que la ideología neoliberal abarrotó los anaqueles de todas las librerías del mundo. El planteamiento neoliberal fue sintetizado por una líder inglesa, que dijo: no existe tal cosa como la sociedad, solo existen individuos que compiten en el mercado. De aquí se desprendió la estrategia educativa de preparar principalmente al individuo para la competencia. El cambio fue fundamental,  en la década de 1960, los estudiantes dedicábamos el tiempo libre a leer a Pablo Neruda y a José Martí, incluso a Gonzalo Arango y a Jota Mario Arbeláez y a intentar imitarlos; hoy los estudiantes dedican el tiempo libre a formular planes de negocios, con la vana ilusión de que si se vuelven competitivos llegarán a ser como Bill Gates, es decir, se forman en una falacia.

 

El planteamiento de ordine, en cambio, es: Si no salvamos los clásicos y la escuela, los clásicos y la escuela no podrán salvarnos. Este filósofo afirma que  la primera ta­rea de un buen profesor debería ser reconducir la escuela y la universidad a su función esencial: no la de producir hor­nadas de diplomados y graduados, sino la de formar ciudadanos libres, de razonar de manera crítica y autónoma.[1]

 

En la actualidad, el sistema educativo se preocupa demasiado en el cumplimiento de objetivos: lo importante es llegar, no importa el recorrido. Ordine, en cambio, sostiene que el camino es más importante que la meta. Cita al poeta Costantino Cavafis, que dice:

 

Mantén siempre Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Pero no tengas la menor prisa en tu viaje.

Es mejor que dure muchos años

y que viejo al fin arribes a la isla,

rico por todas las ganancias de tu viaje,

sin esperar que Ítaca te vaya a ofrecer riquezas.[2]

 

Odiseo adquirió todos sus conocimientos y sus experiencias a través de sus aventuras y sus equivocaciones, desde Troya hasta Ítaca, a pesar de que su objetivo era regresar a casa.  Si enseñamos a los estudiantes a buscar en las lecturas solo aquellas cosas que van a servir para llegar a casa, no le permitimos disfrutar de las aventuras que están presente o escondidas en los libros. Sería bueno alejar al estudiante de la idea de que la casa a la que ansía llegar (su Ítaca) la nota o el título, lo es todo. Más importante que el punto de llegada (cumplimiento del objetivo) es el camino, los paisajes inesperados que sorprenden al final de una curva.

 

El neoliberalismo solo se preocupa por la formación de profesionales para el mercado, que sean competitivos. Al respecto dice Ordine: Re­ducir la formación educativa a la mera adquisición de un “oficio” acabaría por matar cualquier posibilidad de ani­mar a los estudiantes a cultivar su espíritu de manera autó­noma y a dar libre curso a su curiosidad.[3]

 

El autor pone en duda también la importancia del uso de las técnicas educativas:

 

¿Es verdad que los estudiantes aprenden más y mejor valiéndose de recursos multimedia y de mate­riales didácticos Online?

 

Nadie tiene aún la respuesta cierta a esta pregunta. Sin embargo, de los experimentos llevados a cabo en paí­ses europeos se desprende que, hasta ahora, las inversiones digitales sólo han tenido un impacto seguro en el volumen de negocios de los fabricantes y proveedores de programas y de hardware.[4]

 

El tiempo del profesor no debe dedicarse a tramitar formularios:

 

La insensata multiplicación de reuniones e infor­mes –para  ilustrar al detalle programaciones, objetivos, proyectos, itinerarios, talleres…– ha acabado por absor­ber buena parte de las energías de los profesores, trans­formando la legítima exigencia organizativa en una noci­va hipertrofia de controles administrativos… Suministrar documentación, en efecto, pare­ce hoy más importante que preparar una clase.[5]

 

Las actividades de programación, construcción de objetivos, lleno de formularios pertenecen al área de la administración; en la situación actual, la  docencia está subordinada a la administración. El tiempo que se dedica a llenar formularios debería dedicarse a leer libros y a buscar caminos para estimular la lectura en los estudiantes. Lo mismo podemos decir de la investigación; lo importante hoy es cumplir las exigencias formales de las revistas indexadas, a fin de acumular puntos y subir el salario. Lo importante, en cambio, debe ser crear pensamiento que contribuya a cambiar la región, el país y el mundo.

 

Finalmente. El sueño de los maestros debería ser que los estudiantes lo recuerden agradecidos. Ordine nos trae el caso de Albert Camus, que, cuando obtuvo el Premio Nobel de Literatura, a la primera persona que le escribió fue a su madre y la segunda, al maestro de primaria, a quien le dijo:

 

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibi­do un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y des­pués en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese su­cedido nada de todo esto.

 

En Clásicos para la vida, Ordine sugiere cincuenta clásicos con una obra cada uno, son estos:

 

Ciudadela, Antoine de Saint-Exupéry; El mercader de Venecia, William Shakespeare; El mercado de piazza Navona, Giuseppe Gioachino Belli; Cartas sobre la locura de Demócrito, Hipócrates; Orlando furioso, Ludovico Ariosto; Banquete, Platón; Los Buddenbrook. Decadencia de una familia, Thomas Mann; Cartas, Nicolás Maquiavelo; Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar; Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, Johann Wolfgang Goethe; Tal vez mi última carta a Memet, Nazim Hikmet; Mendel el de los libros, Stefan Zweig; El hacedor, Jorge Luis Borges; La cena de las Cenizas, Giordano Bruno; Poesías juveniles, Rainer Maria Rilke; Canción de Navidad, Charles Dickens; Jerusalén libertada, Torquato Tasso; Emblemas, Andrea Alciato; Si esto es un hombre, Primo Levi; 9 Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes; Decamerón, Giovanni Boccaccio; Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters; Las aventuras de Robinson Crusoe, Daniel Defoe; Oráculo manual y arte de prudencia, Baltasar Gracián; Orlando furioso, Ludovico Ariosto; Gargantúa y Pantagruel, Francois Rabelais; El principito, Antoine de Saint-Exupéry; Los ensayos, Michel de Montaigne; Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift; La escuela de las mujeres, Moliere; Volpone, Ben Jonson; Cien años de soledad, Gabriel García Márquez; Dora Markus, Eugenio Móntale; El soldado fanfarrón, Plauto; Odisea, Homero; El retorno, Rutilio Namaciano; El pobre Goriot, Honoré de Balzac; Recuerdos, Francesco Guicciardini; Amor, Guy de Maupassant; Diccionario de prejuicios, Gustave Flaubert; Las ciudades invisibles, Italo Calvino; Ítaca, Costantino Cavafis; La disimulación honesta, Torquato Accetto; Campo di Fiori, Czeslaw Milosz; Cyrano de Bergerac, Edmond Rostand; Pensamientos, Montesquieu; El sueño, John Donne; Autopsicografía, Fernando Pessoa; La esclavitud femenina, John Stuart Mill; Sobre la educación, Albert Einstein.

 

De los 50, 47 son europeos, y prácticamente todos de Europa Occidental, por ejemplo no hay ningún ruso, Ordine es de Europa Occidental. Es tarea nuestra encontrar y leer a los clásicos colombianos y latinoamericanos; yo agregaría dos europeos más, Carlos Marx y Charles Darwin. En la lista de Ordine hay dos latinoamericanos y un norteamericano; no hay ningún asiático ni ningún africano. En los 50 clásicos de Ordine, solo hay una mujer.

 

17 de los 50, son poetas, 16 novelistas (solo uno de los clásicos aparece con dos obras, Antoine de Saint-Exupéry), 4 científicos, 4 dramaturgos, 4 filósofos y 4 de otros.

 

Por razones obvias, invito a la Udenar a seguir los consejos de Nuccio Ordine. Sería una buena estrategia empezar por los posgrados de Educación, Pedagogía y Docencia. Para lograr que los estudiantes lean libros no basta con decirles, hay que demostrar que el docente es lector de libros y que eso es bueno, muy bueno, más que predicar hay que contagiar y solo podemos contagiar de lo que sufrimos. Si hacemos de los posgraduados en Educación, Pedagogía y docencia lectores de libros, ellos replicarán lo mismo con algunos de sus estudiantes. Hoy no tiene validez, si alguna vez la tuvo, lo del precio de los libros; están las bibliotecas y los libros gratuitos en PDF, para esto sí debe ser útil el internet.

 

Finalmente, no se confíen de Google. Le pregunté a Google, ¿qué es salario, según Marx? Y me dijo:  “el salario es el precio de una determinada mercancía, pues con este se mide la fuerza del trabajo realizado”. Esto es falso. Hay que leer, necesariamente, El capital de Carlos Marx.  Personalmente procuro que mis estudiantes de la asignatura de Economía Política lean El capital y otros libros completos, incluso novelas. Espero que algunos y algunas terminen leyendo como cosa propia, por su propio bien y el bien de la región.

 

 

Julián Sabogal Tamayo

 

Profesor Emérito de la Universidad de Nariño

Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas

Socio fundador de la Asociación Colombiana de Economía Crítica

Socio de Número de la Academia Nariñense de Historia

 


[1] ORDINE, Nuccio (2022) Clásicos para la vida.  Una pequeña biblioteca ideal, Barcelona: Acantilado, págs. 12-13.

[2] Ibid., pág. 28.

[3] Ibid., pág. 23.

[4] Ibid., pág. 28.

[5] Ibid., pág. 34.

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Julián Sabogal Tamayo
Profesor Titular y Profesor Emérito de la Universidad de Nariño, adscrito al Programa de Economía; ha sido profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN. Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Socio fundador de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, autor de 18 libros, autor de artículos publicados en revistas y periódicos de Colombia y del exterior.

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