Pasto, 20 de enero de 2021.

 

A: Pablo Santacruz Guerrero. Profesor Asociado Departamento de Artes Visuales

De: Julián Sabogal Tamayo. Profesor Titular de Pensamiento Económico

 

 

Apreciado colega:

Me ha sido muy grato leer tu escrito, Lo alternativo como un lugar de encuentros en los desencuentros, creo que, en algunos aspectos, es la manera adecuada para construir el camino que necesitamos, aprendí mucho en este caso. Tal vez, tu escrito está un poco cargado de calificativos: simplificación prescriptiva de una posición, utopista, dogmatismos y ortodoxias. Sospecho que algunos de estos calificativos son dardos dirigidos a mi cerebro; no trataré de esquivarlos, pero tampoco puedo cambiar mi manera de pensar, estoy demasiado viejo para eso.

 

Por mi parte, quiero confesar mis puntos de partida, para que nos entendamos. Yo necesito una plataforma, un punto de apoyo como Arquímedes, no puedo pensar en el aire. Si me quitan el punto de apoyo, ¿qué pasa?, no lo puedo predecir. Algunas veces, tal vez no pocas, he perdido parcialmente el punto de apoyo. Por ejemplo, cuando abandoné el Partido Comunista Colombiano, hace unos 30 años, un líder de la organización me dijo que se me había caído el andamio, pero no todo se derrumbó. Mi plataforma es el pensamiento de Carlos Marx, debe ser porque he dedicado muchos años de mi vida, unos 50 años, a estudiarlo. En este aspecto, entendí temprano que había gran diferencia entre el estalinismo y Marx, por lo mismo, cuando el estalinismo se vino al piso, en mi caso, no se llevó a Marx en su caída. Para bien o para mal, durante muchos años leí, en la Universidad en Moscú, infinidad de libros estalinistas en ruso, hasta que obtuve un título de economista y una Maestría en Planeación de la Economía Nacional, pero siempre sentí que había distancia entre lo que me enseñaban y el pensamiento del maestro, empezando por el hecho de que El capital no era una lectura obligatoria, solo lo leíamos quienes voluntariamente tomábamos un Seminario especial. Unos años después, me vinculé a la Revolución Sandinista en Nicaragua, por un periodo de cuatro años, en varios de los cuales ocupé el cargo de director del Departamento de Economía Política donde debí dirigir unos 40 profesores que enseñaban la materia en todos los programas de la Universidad. Allí me crucé de nuevo con profesores de los países socialistas: la URSS, la RDA y Cuba, incluso tuve la oportunidad de conocer y dialogar largamente con Joaquín Fernández, uno de los participantes del primer curso de El capital que organizó el Che Guevara, dictado por uno de los grandes especialistas en el tema, Anastasio Mansilla – soviético de origen español –. Cuento todo esto no porque quiera convencer a nadie de que he aprendido mucho, es posible que haya aprendido muy poco, solo quiero desnudar mi entendimiento para que sepan desde donde hablo. Si alguien desea moverme el punto de apoyo o pedirme que abandone mi insistencia en este tema, me basta con una insinuación, puedo abandonar este campo de diálogo en cualquier momento, tengo varias novelas sobre mi escritorio esperando ser leídas.

 

Soy consciente de que la ideología neoliberal y la caída del socialismo sacaron la obra de Marx de las aulas universitarias, basta comparar los pensums de los programas de ciencias sociales de los años setenta del siglo pasado con los actuales. Luego vinieron los Pos y los Neo que despojaron el pensamiento de Marx de su esencia: la lucha de clases y la plusvalía. Como dice Eduardo Grüner, cambiaron los grandes relatos por las pequeñas historias.[1] Personalmente, creo que el capitalismo sigue existiendo, que los trabajadores siguen siendo explotados por los capitalistas. No creo en la idea según la cual los proletarios existieron hasta los años setenta del siglo XX, porque ahora hay más personas que trabajan con la mente más que con las manos, que el nuevo capitalismo es distinto: capitalismo cognitivo. En el planteamiento de Marx, la explotación del trabajo ajeno no tiene que ver con la parte del cuerpo con la cual se trabaja ni con el nivel educativo del trabajador. Marx dice, al respecto:

 

Un actor, incluso un clown, puede ser, por tanto, un trabajador productivo si trabaja al servicio de un capitalista, de un patrón, y entrega a este una cantidad mayor de trabajo de la que recibe de él en forma de salario. En cambio, el sastre que trabaja a domicilio por días, para reparar los pantalones del capitalista, no crea más que un valor de uso y no es, por tanto, más que un obrero improductivo. El primero crea plusvalía; el segundo no hace más que consumir renta.[2]

 

El actor, que no trabaja con las manos es explotado, mientras que el sastre a domicilio que sí trabaja con las manos, no lo es. El problema práctico es que negar la existencia del capitalismo (el único que existe) solo beneficia al capitalismo.   Armando Bartra, profesor mexicano de Economía, cita a Charles Baudelaire, en relación con esto: ¡Queridos hermanos, no olviden nunca, cuando oigan elogiar el progreso de las luces, que la mejor astucia del diablo consiste en per­suadirlos de que no existe![3] La mejor astucia del capital es hacer creer que ya no existe y, de esa manera, evitar que lo combatan.

 

Me parece bien lo de reconocer la pluralidad de posiciones y prácticas contradictorias o complementarias. Pero, a mi entender, hay posiciones ideológicas que no son complementarias ni simplemente contradictorias sino radicalmente contrapuestas, es el caso del neoliberalismo en relación con lo alternativo. Yo sé que se trata de una ideología presente en todas las universidades y, por supuesto, en la nuestra. Pero entiendo lo alternativo precisamente como alternativo al neoliberalismo. Que necesitamos convivir con ideologías antagónicas, porque la universidad pública está abierta a todas las ideologías; que los programas tienen que acreditarse mostrando su rendimiento en campos coincidentes con el Estado neoliberal, también es un hecho que estamos obligados a soportar. Pero este no debe ser el objetivo fundamental de la Udenar, nuestra tarea ha de ser la búsqueda de un desarrollo para la vida. El neoliberalismo ha demostrado ser una ideología para la muerte en general y, en particular, enemigo de la universidad pública. Comparto la opinión de Wendy Brown:

 

el neoliberalismo se entiende mejor si no se ve simplemente como una política econó­mica sino como una racionalidad rectora que disemina los valores y las mediciones del mercado a cada esfera de la vida y que interpreta al ser humano mismo exclusivamente como homo oeconomicus. Por consiguiente, el neoliberalismo no sólo privatiza –voltea hacia el mercado en busca de producción y consumo individual– lo que antes se apoyaba y valoraba públicamente sino que formula todo, en todos lados, en términos de inversión y apreciación de capital, incluyendo, especialmente, a los seres humanos.[4]

 

El neoliberalismo, como sabemos, es un viraje aún más a la derecha del pensamiento neoclásico con el fin de contrarrestar la tendencia a la baja, de la tasa de ganancia en la crisis de los años 1970. La solución que encontró la burguesía, a este problema, consistió en la entrega de los bienes públicos al capital, para lo cual utilizó la violencia del Estado; primero fue la dictadura de Pinochet y luego el autoritarismo de Margaret Thatcher y Ronal Reagan, para alcanzar luego a todos los gobiernos burgueses del mundo. Frente a la universidad pública, el neoliberalismo utilizó dos mecanismos: la privatización indirecta –la restricción del presupuesto obliga a las instituciones a la venta de servicios– y la eliminación o disminución de las ciencias humanas, para remplazarlas por ciencias de la competitividad.

 

Pero pronto quedó demostrado que el neoliberalismo era una sin salida, la crisis regresó en 1999 y se agudizó aún más en 2008, se trataba esta vez de una crisis sistémica, una crisis civilizatoria. El grito de batalla de Thatcher: There is no alternative (TINA), no hay alternativa, no solo se apagó, sino que la búsqueda de alternativas se ha hecho cada vez más apremiante; solo que el sistema no las tiene ni las tendrá. La sociedad está obligada a buscar alternativas más allá del sistema imperante; uno de los componentes de la crisis sistémica es la crisis ambiental, que pone en riesgo incluso la existencia de la especie humana en la tierra.

 

Por lo anterior, yo pienso que tenemos que convivir con el neoliberalismo hasta lograr lo alternativo o morir en el intento. No estoy hablando de sacar el neoliberalismo de la Udenar mañana mismo, no soy tan utópico como puede parecer. Ya lo dije en uno de los documentos que escribí en el eje Universidad – Región, refiriéndome a la Facea: Esta Facultad debe abrir espacios reales para el pensamiento alternativo, pensamiento crítico y, fundamentalmente, pensamiento propio. Entiendo por pensamiento propio una creación de nosotros mismos, que tiene como fuentes, como insumos, el pensamiento crítico radical, el pensamiento ancestral, etc., como lo definí en otro lugar.[5] Al mismo tiempo, debe enseñar las disciplinas tradicionales, que capacitan al futuro profesional para conseguir empleo o para llegar a ser empresario; debe tenderle una mano a la vida y otra al capital.

 

Estoy de acuerdo también en que no necesitamos solamente decir que debemos tener pensamiento y desarrollo alternativos, sino especialmente generar las condiciones para crear pensamiento y desarrollo alternativos. Eso es lo que he estado tratando de hacer desde hace rato, en compañía de algunos compañeros y algunas compañeras; ahí están algunos de mis libros y mis múltiples conferencias y ponencias. Que eso es poco, tal vez, que puedo ir por el camino equivocado, también puede ser, que mis posiciones incomodan, también es cierto, pero esos esfuerzos no se pueden reducir a cero. No estamos, en este sentido, en el primer día de la creación.

 

En todo caso, mi estimado Pablo, aprecio mucho tu documento, se trata de poner sobre la mesa nuestras ideas para buscar coincidencias; en mi caso personal, estoy dispuestos a desocupar el campo de lucha cuando se me diga que soy un obstáculo para los consensos. Sería bueno que otros colegas y algunos estudiantes y trabajadores entraran en la liza.

 

 

Cordialmente,

 

Julián Sabogal Tamayo

 

 

[1] Cfr. GRÜNER, Eduardo (2019) El fin de las pequeñas historias, Barcelona: Montaner, pág. 19.

[2] MARX, Carlos (1965) Historia crítica de la teoría de la plusvalía, La Habana: Ediciones Venceremos, pág. 137.

[3] BARTRA, Armando (2014) El hombre de hierro, México: Itaca, pág. 93.

[4] BROWN, Wendy (2016) El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo, México: Malpaso, págs. 236-237.

[5] Véase el documento “El Pensamiento propio”.

 

 

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Julián Sabogal Tamayo
Profesor Titular y Profesor Emérito de la Universidad de Nariño, adscrito al Programa de Economía; ha sido profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN. Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Socio fundador de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, autor de 18 libros, autor de artículos publicados en revistas y periódicos de Colombia y del exterior.

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