Ensayo elaborado en el marco de la Maestría en Promoción y Prevención en Salud Mental.

 

El estrés es un mecanismo normal de respuesta adaptativa de nuestro organismo, incluso, es necesario para la supervivencia. Es así que el estrés positivo o euestrés permite la activación de nuestro organismo para responder a las exigencias y retos diarios, ello a través de la descarga catecolaminérgica (Cortes, E., 2003), lo que quiere decir que contamos con las adaptaciones fisiológicas necesarias para enfrentar estos desafíos. Pero cuando este mecanismo de respuesta se vuelve agudo, intenso, continuo, mantiene al organismo en estado de sobrecarga continua, provoca un desequilibrio de la homeostasis entre los sistemas simpático y parasimpático, convirtiéndose en diestres o estrés negativo.

 

Dentro de este proceso se han reconocido, según las evidencias científicas, hormonas asociadas como el cortisol, las endorfinas (Valdés, & De Flores, 1985), la adrenalina (Cortes, E., 2003), la oxitocina, la noradrenalina, la adrenocorticótropa, corticotropina o ACTH (Rovi-Córdoba, R., 2016), entre otras, comprometidas dentro de la respuesta del diestres, así también provoca la inhibición en la producción de ciertas hormonas como son las comprometidas con los procesos sexuales (Calixto, 2017). Lo anterior, evidencia que estas que se activan con exceso, comprometen nuestra salud y la calidad de vida, provocando las llamadas enfermedades psicosomáticas.

 

Esta parte del estrés, es una de las más conocida, pues su impacto negativo sobre nuestra salud es lo que más nos alerta y ha concentrado los esfuerzos científicos, técnicos, gubernamentales. Pero, evidencias científicas actuales nos permiten vislumbrar un nuevo enfoque de abordaje del estrés, en el cual este mecanismo puede permitir el acceso a oportunidades para enfrentar los desafíos de una manera más sana o adaptada, en donde algunas de las mismas hormonas que provocan el diestres, se convierten en protectoras de esa descarga catecolaminérgica, contribuyendo a su neutralización y, por el contrario, provocando bienestar, placer, tranquilidad, de modo que se convierten en procesos de protección orgánica (Cortes, E., 2003).

 

Así se ha reconocido la relación entre las hormonas del estrés comprometidas con procesos como el ejercicio físico, en donde su práctica regular, constante y activa, aumenta por lo general el nivel de todas estas hormonas (Alonso, C., 2009) y provoca una sensación de bienestar inducida principalmente por noradrenalina, endorfina y dopamina (Anish, E., 2005). Carballo, R., (2007) menciona que la adrenalina es una de las primeras hormonas, que responden al estrés, así también aparece cuando se realiza ejercicio físico, al igual que la norepinefrina o noradrenalina, el cortisol, que estimulan las fibras musculares y produce la contracción de los músculos. Los niveles de las hormonas opiáceas se duplican con el ejercicio físico, debido a que estas tienen un efecto natural contra el dolor y pueden disminuir la percepción frente a él (Carballo, R., 2007).

 

Otro proceso importante es la alimentación, Alonso, C. (2009) nos recuerda que una dieta hipocalórica eleva los niveles de cortisol, y ocasiona una mayor transformación de cortisol a cortisona; de esto modo se reconoce, que el estrés y la obesidad están estrechamente relacionadas por el control hipotalámico (Baratucci, Y., 2011). Por el momento no existen evidencias de que ciertos alimentos nos protejan frente al estrés, al respecto porque no parece que ningún nutriente pueda atribuirse efectos antiestresantes (Díaz, J. (2007), pero se puede decir que existen dietas que pueden contribuir a “prevenirlo”, los cuales podemos incorporar, de acuerdo a nuestros requerimientos nutricionales. Díaz J., (2007) afirma que el placer que nos provocan ciertos alimentos hace que nuestro organismo segregue “opiáceos endógenos” (endorfinas) generadores de bienestar y euforia, por lo tanto, se diría que cada persona acaba teniendo sus propios alimentos antiestrés.

 

En el sueño también evidenciamos una importante relación entre las hormonas protectoras del diestres, pues permite restablecer las funciones físicas y psicológicas esenciales para un buen rendimiento (Rovi-Córdoba, R., 2016). Una vida social activa, es una de las actividades que recientemente se ha relacionado como factor protector frente al estrés negativo, en donde la hormona de la oxitocina juega un papel relevante frente a los efectos positivos del contacto social. Calixto, (2017) encontró que también el enamoramiento, está influenciado por la oxitocina y la vasopresina y se incrementan durante el “amor verdadero”, siendo un estado protector frente al estrés. Redolar, D., (2016) menciona que la relación del estrés y muchas actividades agradables como comer, hacer ejercicio o el sexo, pueden protegernos de esa descarga catecolaminérgica y aumentan los niveles de estas hormonas del estrés ahora vinculadas a un proceso que potencializa nuestras respuestas más saludables a los desafíos, retos y presión de la vida diaria. Por lo tanto, nuestra manera de actuar y pensar puede transformar nuestra experiencia ante el estrés y los efectos que este tiene en nuestro organismo.

 

 

Alvaro Dorado Martínez – Docente orientador

 

Ps. Dieny Del Pilar Ibañez Moreno – Ps. Yannitza Yolanda Montilla Urbano 

Maestrantes en Promoción y Prevención en Salud Mental

Universidad de Nariño

 


Referencias

 

Alonso, C., (2009). El estrés en las enfermedades cardiovasculares. Libro de La Salud Cardiovascular Del Hospital Clínico San Carlos, 583-590.
https://www.fbbva.es/microsites/salud_cardio/mult/fbbva_libroCorazon_cap66.pdf

 

Anish, E., (2005). Exercise and its effects on the central nervous system. Curr Sports Med Rep, 4(1), 18-23. Doi: 10.1097/01.csmr.0000306066.14026.77

 

Baratucci, Y. (2011). Estrés y alimentación. Universidad FASTA. Facultad de Ciencias Médicas http://redi.ufasta.edu.ar:8080/xmlui/handle/123456789/343

 

Carballo, R. (2007). Ejercicio físico durante el embarazo. Programas de actividad física en gestantes. Educación corporal y salud: Gestación, infancia y adolescencia, 65-93.
https://books.google.es/bookshl=es&lr=&id=TosFL9oEQyYC&oi=fnd&pg=PA65&dq=benefici

os+del+ejercicio+f%C3%ADsico+y+hormonas+del+estr%C3%A9s&ots=UWiQnlvAG&sig=Z_23rxUhYwPFFyDesMSdxZ0dkyA

 

Calixto, E. (2017). Un clavado a tu cerebro: Descubre cómo tus neuronas actúan en el amor, la sexualidad, el estrés y las emociones. Aguilar. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=dxjfDQAAQBAJ&oi=fnd&pg=PT4&dq=actividad+sexual%2Bhormonas%2Besres&ots=Jo62EZGXzx&sig=K8xlBi3kMqBbrdhmt2Zz9U-9-sc

 

Cortes, E., 2003. La percepción psicológica del riesgo y el desastre. Revista semestral de la Psicología de las Emergencias y de la intervención en Crisis. N°2 -Volumen 1. chromeextension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/viewer.htmlpdfurl=http%3A%2F%2Fwww.cuadernosdecrisis.com%2Fdocs%2F2003%2Fcdc_002.pdf&clen=3945621&chunk=tre

 

Díaz, J. (2007). Estrés alimentario y salud laboral vs. estrés laboral y alimentación equilibrada. Medicina y seguridad del trabajo, 53(209), 93-99. https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0465-546X2007000400012

 

Redolar, D. (2016). El estrés. Editorial UOC. https://books.google.es/bookshl=es&lr=&id=0ovLDAAAQBAJ&oi=fnd&pg=PT3&dq=activida

d+sexual%2Bhormonas%2Bestres&ots=6uK1gND97Y&sig=uOZzhVmOm1ihIZaD2qTrvJcIZAM

 

Rovi-Córdoba, R. (2016). Efecto modulador del estrés sobre los ritmos sueño/vigilia.
https://hdl.handle.net/10953.1/4037

 

Valdés, & De Flores. (1985). Psicobiología del estrés. Barcelona: Martínez Roca, 2.
https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/21091/1/Manual-debasesbiolo%CC%81gicas-del-comportamiento-humano(1).pdf#page=177

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