Reflexiones en torno a la Facultad de Ciencias Humanas y la importancia de las Ciencias Sociales. Universidad de Nariño

 

En el año de 1988, desde la decanatura de la Facultad de Educación que tuve el honor de presidir en aquel entonces, propuse su división para dar origen a las Facultades de Ciencias Humanas y Ciencias Naturales y Matemáticas. Los motivos fueron: Posibilitar el surgimiento de nuevas propuestas educativas diferentes a las licenciaturas; pensar en una reforma curricular de los programas para la formación de educadores que profundizara y ampliara el “saber pedagógico”.

 

Según los diagnósticos, el currículo de las licenciaturas era demasiado rígido con planes de estudio saturado de asignaturas, con alta intensidad horaria y desligado de la realidad educativa nacional y regional. Esta reforma incluía la reestructuración del modelo pedagógico calificado de “transmisionista”. Una inquietud importante era la fundamentación humanista, filosófica y cultural de los futuros profesionales del ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas y finalmente terminar con el angustioso crecimiento cuantitativo de la Facultad de Educación, pues teníamos doce licenciaturas, el Departamento de Psicopedagogía y cuatro especializaciones sin posibilidad de diversificar y ofertar programas no docentes. Después de tres años de discusión, en 1991, se creó la Facultad de Ciencias Humanas. De ahí en adelante, todos los eventos organizados para la autoevaluación de esta facultad; docentes y estudiantes insisten y reclaman, hasta la saciedad, la necesidad de hacer énfasis en la formación humanista.

 

La complejidad del mundo moderno y de los problemas actuales son de índole multidimensional, ello nos obliga a pensar en la unidad de las ciencias

 

UNIDAD DE LAS CIENCIAS. “Unidad en la Diversidad”

Si hace treinta años nos inventamos motivos para dividir una facultad que en últimas era separar el conocimiento proveniente del ámbito de las Ciencias Naturales y Básicas y del ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas, hoy tenemos que acudir a nuevos argumentos para unir las ciencias. La complejidad del mundo moderno y de los problemas actuales son de índole multidimensional, ello nos obliga a pensar en la unidad de las ciencias.

 

Edgar Morín dice: “La era planetaria necesita situar todo en el contexto y en la complejidad planetaria…Hay una inadecuación cada vez más amplia, profunda y grave, por un lado entre nuestros saberes desunidos, divididos, y por otro, realidades o problemas cada vez más polidisciplinarios, transversales, transnacionales, globales planetarios”. Este pensamiento es pertinente para el análisis de los problemas del mundo moderno, es un pensamiento holístico que en nuestras universidades tradicionales es difícil materializarlo pero no imposible.

 

La tradición se traduce en la separación de las disciplinas, tenemos una formación con tendencia a separar a dividir y no a unir, por eso es escaso el apoyo científico entre académicos e investigadores; existen, al decir de Tony Becher, “tribus académicas”, cada tribu defiende su territorio, cada tribu tiene sus sacerdotes, sus magos, sus brujos y sus doctores y cada tribu tiene sus deidades generalmente en el extramundo, esto es, en otras latitudes; las letras de éstos se transcriben, sus voces son escuchadas con reverencia y sus doctrinas aplicadas con sumisión a realidades distintas que desde luego fracasan; para colmo, las letras, los pensamientos y las voces autóctonas se desprecian. Martí decía: “Se imita demasiado, la salvación está en crear”. Los integrantes de las “tribus académicas” rara vez visitan a sus vecinos, si alguien se atreve a rebasar los límites del territorio es atacado con hostilidad.

 

Sirvan estas metáforas para expresar que en la universidad tradicional hay varias universidades y feudos donde sus sabios arrogantes se aíslan y se tornan intocables, de esta manera se impide el trabajo conjunto que en el lenguaje académico corresponde a la interdisciplinariedad, cada vez encontramos fragmentos de las ciencias, es decir, compartimentos estrechos y limitados. ¿Cuándo adoptaremos una posición radical para indisciplinar el conocimiento y desde luego para reformar sobre la base de nuestras necesidades y realidades las instituciones tradicionales?

 

¿Qué pasa en nuestras facultades? Estudiamos al ser humano desde la biología, la filosofía, la antropología, la sociología, la economía, en fin, cada ciencia lo analiza en su espacio sin relación alguna, olvidamos que si bien las ciencias son diferentes y diversas éstas pueden unirse, sin perder su identidad, Morín llamó a esto, “unidad en la diversidad”. Abordar el estudio y la investigación de esta manera evita la caída en el reduccionismo y la simplificación, lleva a repensar las ciencias para pasar de lo singular a lo plural, hay que aplicar el concepto de solidaridad del cual hablamos todos los días al conocimiento de la realidad que requiere, para su comprensión, solidaridad de las ciencias. Los pueblos ancestrales nos dan ejemplo cuando hablan y practican “la minga del pensamiento”, es decir, el diálogo de saberes que facilita la articulación, la integración, la reflexión y la creación colectiva de conocimiento. En síntesis: la multidimensionalidad, es decir, la unidad, la solidaridad nos acerca a la verdad.

 

II Parte: Ciencias Sociales y creación de pensamiento propio

 

 

Gerardo León Guerrero Vinueza

Dr. en Historia de América

Universidad Complutense de Madrid

 

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