Incidir en la reconstrucción de un territorio golpeado y enajenado por la violencia retomando la educación como un factor igualitario y un pivote para la paz.

 

 

Dice la leyenda que Yemayá, reina de las aguas, creó dos grandes pargos rojos que vagaban por el mar; después de una fuerte tormenta encallaron entre las bocas del Rio Mira y el Patía surgiendo el archipiélago de Tumaco. Con el tiempo en sus lomos se multiplicaron las plantas y los animales; luego apareció el hombre, y con él las diferentes civilizaciones que lo han poblado; desde los escurridizos y celosos indígenas Tumaco, los ambiciosos colonizadores europeos y los forzados inmigrantes africanos, todos han dejado una profunda huella en el Pacífico Sur: cultura, oro, esclavitud, tutelaje, mestizaje, guerras, minas, haciendas y movimientos cívicos, han sido parte de su historia y la del departamento de Nariño.

 

De esta manera surgió una entidad territorial fundada desde sus cimientos por varios mundos, el variopinto mundo indígena, que lo pobló y descubrió los secretos de su floresta y la riqueza de su subsuelo, el europeo que le puso valor a las montañas, valles y hombres, y el africano lleno de orishas y secretos que pasaron a América para fundirse en un solo mundo, el nariñense. Sincretizando culturalmente su historia, su presente y su futuro, surgió un territorio mestizo como sus carnavales y sus gentes, un mundo por descubrir, ávido de conocimiento y de reconocimiento, desde estos comienzos históricos la educación ha mostrado más resultados sociales que sus políticos, ha sido integradora, igualitaria, revolucionaria e identitaria.

 

Con la creación del departamento de Nariño (1904), en el gobierno de Rafael Reyes, se funda paralelamente nuestra Universidad, como resultado del armisticio de la llamada guerra de los mil días, lo que en su inicio fue un compromiso de los ganadores de un cruento conflicto bélico se convirtió con el tiempo en una arrolladora institución científica, que aportaba desde una visión científica una nueva interpretación de la sociedad, incluyendo por primera vez a la mujer en la educación superior, capacitando el cuerpo profesoral para la educación básica y media, desarrollando y aplicando las ciencias sociales, exactas y agrícolas y lo más importante a mediano y largo plazo, creando una clase media, de donde hoy surgen buena parte de sus gobernantes y dirigentes sociales.

 

En otras palabras, la Universidad de Nariño desde sus inicios vinculó la región a la discusión nacional y mundial del conocimiento, convirtiéndose en el polo a tierra de su desarrollo, para el caso de la región del Pacífico, se han graduado más de 2.500 profesionales en los últimos 15 años.

 

Una Universidad que nació del armisticio de una guerra a comienzos del siglo XX, está llamada nuevamente, en los albores del siglo XXI, a escribir en clave de posconflicto la suerte de la Costa pacífica.

 

En 1986, como parte del convenio BID – ICFES – UDENAR, se creó en la ciudad de Tumaco, la Tecnología de Ciencias del Mar (Acuerdo No 119ª de 1986), modalidad presencial, fue el primer intento para “proyectar la Universidad a diferentes regiones del Departamento”, propuesta generada por el Departamento de Biología y adscrita, como reza en dicho Acuerdo, a la Facultad de Zootecnia; aunque la respuesta de la comunidad fue apoteósica, esta propuesta se fue apagando con los años en la medida que nació con un tutelaje a distancia que no permitió el desarrollo local autónomo de la misma y no pudo retener un grupo de docentes especialistas sobre el manejo ambiental y del recurso natural del Pacífico; años después, esta tecnología fue la base en la que se consolida la propuesta de Ingeniería Acuícola hoy en pleno funcionamiento en la sede central de Pasto.

 

En junio de 1988, se crea el Centro Regional de Educación a Distancia, CREAD (Acuerdo No 097) en las ciudades de Pasto y Tumaco, que tenía como objetivo central consolidar este centro que venía operando desde 1986; en diciembre del mismo año se funda la Facultad de Ciencias y Tecnologías del Pacífico; dicha Facultad administraría los programas de: Producción Pesquera, Hidrocultura, “y los demás programas que en el futuro se adscriban”; su corta permanencia en el tiempo fue interferida por el cambio de políticas institucionales hacia la costa y las sucesivas crisis económicas y administrativas de la UDENAR. La creación de esta Facultad por varios años ha sido la propuesta institucional más seria para establecer a la Universidad en la región Pacífica.

 

Ante la crisis administrativa y académica de dicha Facultad, en el año de 1993, se estrena la modalidad, que hasta hoy perdura, de los “programas de extensión” (Acuerdo No 135), siendo los primeros, el programa de Administración de Empresas, Economía e Ingeniería de Sistemas; dicha modalidad se implementaría con base en módulos educativos y con una permanencia parcial de los estudiantes en la sede central de Pasto; aunque exitosa por el número de graduados esta modalidad no permitió la consolidación académico administrativa de la sede ni crearía un cuerpo docente regional que interpretara los profundos cambios y anomia social que vendría sobre la región pacífica.

 

 

 

 

A buena hora, hoy, el país, el Departamento, la Universidad y la región han cambiado; hoy se ejecuta en conjunto con el municipio de Tumaco la construcción de una nueva sede de la Universidad en terrenos de Mar Agrícola, por más de quince mil millones de pesos, recursos provenientes del Fondo de Regalías; por primera vez en los últimos treinta años se crea un programa propio para la sede Tumaco, Sociología, y hay más propuestas académicas en desarrollo; está vigente la iniciativa de crear, entre otros, el Centro de Estudios del Pacifico, con sede en la Costa Pacífica, con profundo carácter interdisciplinario y como objetivo central fortalecer la investigación en el área de influencia de la UDENAR, consolidando la creación de posgrados propios y en convenio y el fortalecimiento de la interacción social; esta parrilla de oferta académica, podría ser parte de nuestra participación institucional para el posconflicto.

 

Estas nuevas iniciativas deben ser desarrolladas con un renovado concepto de autonomía y consolidación de la Universidad en la región, (sin tutelajes burocráticos engorrosos, que han impedido el desarrollo histórico institucional),  creando las condiciones reales para incidir sobre la reconstrucción de un territorio golpeado y enajenado por la violencia, y poder de esta manera, entre todos volver a urdir su tejido social, totalmente alterado y afectado por las circunstancias políticas y sociales de un país en guerra, retomando la educación como un factor igualitario y un pivote para la paz. Pero este esfuerzo de fortalecer nuestra presencia institucional en zonas de conflicto no lo podemos realizar en solitario,  se debe diseñar un plan de sustentabilidad en conjunto con las instituciones públicas y privadas que hacen presencia en el Pacífico, que garantice el sostenimiento de esta iniciativa en el tiempo.

 

De esta manera, una Universidad que nació del armisticio de una guerra a comienzos del siglo XX, está llamada nuevamente, en los albores del siglo XXI,  a escribir en clave de posconflicto la suerte de la Costa pacífica.

 

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