La partida del Profesor Jesús Martínez Betancourt, debido a su jubilación, después de 38 años de trabajo comprometido y apasionado en el ejercicio de la docencia en la Universidad de Nariño deja huella indeleble entre sus estudiantes, profesores y comunidad universitaria en general. Esta Alma Máter expresa su gratitud y reconoce su labor social, académica y administrativa en el desarrollo y avance de esta Casa de Estudios y de la región; su mística en la formación intelectual, emocional y humana de sus estudiantes.

 

Como un homenaje y reconocimiento a su vida, se presenta en este espacio, experiencias que marcaron y forjaron su personalidad, haciendo de él un ser humano especialmente sensible a la injusticia social, un joven de retos y desafíos a pesar de los muchos temores vividos en su infancia, un estudiante que en 1974, pese a las limitaciones económicas y sociales soñó con salir del país, capacitarse, trabajar y adquirir nuevas miradas para su vida y su región, un docente apasionado por sus estudiantes, un administrativo de la academia de clara visión, un hombre de opinión, analítico y crítico desde su niñez, apasionado por generar opinión mediante sus libros, el humor y su participación en los distintos medios de comunicación.

 

El profesor “Chucho” como todos lo conocen familiar y cariñosamente creció en Guaitarilla (N) en un ambiente en el que no había luz y la única luz que los padres pretendían encontrar era llevando a sus hijos a estudiar a Túquerres o a Pasto. Su padre Rodrigo Humberto Martínez Bastidas trabajaba, su madre Lolay Lucía Betancourt Moncayo criaba a sus hijos y realizaba los quehaceres de la casa; su papá venía de una vertiente de liberales radicales y en la época de la violencia le fracturaron la frente quedando amnésico durante dos años, entonces enseñado por los hijos aprendió nuevamente a leer y a escribir.

 

En un contexto político cultural de atraso y deficiencias, su familia era de aspiraciones, su papá uno de los pocos que tenía radio en el pueblo y el único a quien le llegaba un periódico liberal denominado “El Radio”; entonces desde niño las noticias lo llevaron a imaginase otros mundos, gestando en él un espíritu de superación.

 

 

Las violencias le producen susto, porque se crió en un entorno violento donde todos los domingos habían peleas entre liberales y conservadores, y en alguna parte estaba su papá; entonces existía tensión y nerviosismo en ese mundo hostil; sin embargo, disfrutaba de su Escuela como la mejor experiencia para hacer travesuras propias de los niños, así mismo gozaba de los juegos tradicionales de las bolas, el tingue, el trompo, las canicas, el cuspe, el tren, el pica pica, los cuales jugaba en el parque y llegaba tarde con sus hermanos a la casa, por lo cual su papá los regañaba.

 

Evocando las memorias, el profesor Chucho dice: “Recuerdo tanto que en mi pueblo el padrecito era conservador, muy sectario y en los sermones desde el púlpito, con nombre propio se desgranaba contra los liberales; esto me causaba dolor porque mi papá era liberal; en la escuela el castigo se realizaba con vara de rosa o lo encerraban en un cuarto pequeño donde había una calavera; recibí una educación con la consigna de que la letra con sangre entra, los maestros muy buenos, pero excesivamente exigentes”.

 

En ese entonces, década de los 60, a los niños los obligaban a ir a misa y a confesarse. Por el lado izquierdo se confesaban las niñas y por el derecho los niños, el cura iba alternando, le tocaba su turno, se acercó y dijo: Me acusó padre que no vine a misa el domingo pasado, el cura le respondió: ¿vos quién sos? soy Jesús Martínez Betancourt, hijo de Humberto Martínez, entonces el cura lo hizo pasar delante del confesionario y le dijo: ¡vení para acá, hijo de ese rojo, masón, desgraciado! y le pegó una bofetada; sobre ello el profesor Chucho pensativo y sonriendo dice: “una de dos, me pegó por no haber ido a misa o por ser hijo de Humberto Martínez; a mí no me dolió la bofetada, sino la vergüenza de las niñas que me miraban. Soy hechura del miedo”.

 

Cuenta que los profesores pegaban a los niños por no ir a la misa; alguna vez un profesor lo encontró en la calle y le preguntó ¿porqué no estás en misa? su respuesta fue: “Porque prefiero estar en la calle pensando en la misa y no en la misa pensando en la calle” le dio un coscorrón y lo alzó de la patilla. Todo esto fue gestando resentimiento y rebeldía y un pensamiento crítico y reflexivo frente a la vida y el sistema.

 

No se juntaba con los niños de su misma edad; era inquieto y curioso; le gustaba interactuar con los más grandes, les escuchaba contar historias, cuentos de brujas, de duendes; hablar de mujeres, le enseñaban a nadar, a fumar cigarrillo, lo llevaban a cazar tórtolas, siempre adelante adelante con los mayores, sus padres le solían decir aviejado.

 

Posteriormente su familia se instaló en Pasto siendo el reto fundamental educar a sus hijos y luchar para sobrevivir en esta ciudad con un entorno social y cultural diferente al de Guaitarilla. Sus hermanos mayores ingresaron a estudiar al Liceo de Bachillerato compenetrándose con una mirada política de izquierda; de ese entonces, el profesor Chucho comenta: “Recuerdo tanto cuando llegó el primer hombre a la luna y no teníamos televisor, fuimos donde un vecino y nos paramos frente a la ventana para ver el alunizaje y ellos corrieron la cortina para que no miráramos”, hecho que lo marcó desde el punto de vista social y económico despertando en él el pensamiento de que “hay algo injusto en la organización de esta sociedad”; luego entra a estudiar al Liceo de la Universidad, un colegio público muy bueno, profesores muy exigentes que lo van formando en valores, allí encuentra una mirada más exquisita de la vida.

 

La cercanía a la Facultad de Derecho fue una influencia política muy fuerte; para el año de 1967 su hermano ya estaba en la Facultad de Derecho; hace memoria del finado Heraldo Romero y de Jorge Bedoya, líderes estudiantiles de esta Facultad, quienes ante las problemáticas del municipio o del departamento iban al Liceo, tocaban la campana y los estudiantes salían corriendo a hacer el mitin en los patios del Liceo para realizar la manifestación.

 

Participaba del teatro colectivo en el movimiento Trabajadores del Arte Revolucionario TAR, un brazo del área cultural del frente revolucionario MOIR; había grupos culturales, políticos, toda una cultura social. Cuenta que los profesores que impactaron su vida en el Liceo fueron Claudio Pascuasa, dibujante, pintor y Magistrado del Tribunal, y Edmundo Dueñas, profesor de Química, quien obligaba a los estudiantes a aprender de memoria la Tabla Periódica de los Elementos, fue tanta la atención que le puso a la materia que al terminar su bachillerato inició estudiando un semestre de Química en la Universidad de Nariño, sin embargo, se dio cuenta que no era su carrera y además tenía que trabajar durante el día, por tal razón, inició sus estudios de Economía en la noche.

 

Para la década de los 70 el doctor Luis Eduardo Mora Osejo abrió la puerta a una pléyade de estudiantes y profesores de la línea Trosquista, Mahoista, Marxista, Leninista, de los partidos comunistas y del MOIR expulsados de las universidades del país, época en la que se realizaba debates, asambleas, hecho que le permitió al profesor Chucho vislumbrar las realidades sociales y políticas, reafirmar con una estructura académica e ideológica lo que era intuitivo en su niñez respecto a la injusticia en la organización de la sociedad.

 

Posteriormente conoce a Boris Zapata, quien militaba en el partido comunista y le parece que es 100% más radical y valiente pertenecer a este partido y se retira del movimiento TAR; “pertenecer al partido comunista me parecía un acto de valor, de resistencia, de compromiso, de entrega y además acorde a mi personalidad en mi irreverencia, en mi insubordinación; desde este partido y otros se daba la lucha mediante manifestaciones por la refinería, por la calidad de un servicio de luz en Pasto, por la interconexión eléctrica, porque no pagaban a tiempo a los maestros o a los empleados públicos; asesorábamos Sindicatos, entre otras actividades”, puntualizó.

 

Alcanzó a cursar un semestre de Química y otro de Economía en la Universidad de Nariño y se involucró cada vez más en las luchas sociales y políticas, hasta que en 1974 concursó para una beca de estudios en Rusia a través del Instituto Colombo Soviético, para la cual se presentaron 3.000 estudiantes y lograron pasar 14 de ellos; entonces, emprendió su nueva experiencia de estudios en ese país a la edad de 20 años; experiencia sobre la cual se hablará en la segunda parte de esta historia de vida.

 

La personalidad del ser humano se construye día a día, cada experiencia va conformando un colash, una conjunción de elementos objetivos, subjetivos, propios, extraños, espirituales, materiales, físicos, síquicos y orgánicos; elementos que constituyen el entorno de la persona, todo es un aprendizaje; entonces, buscar una definición de “Chucho” Martinez es conocer el conjunto de sus vivencias.

 

De allí la responsabilidad tan grande frente a la formación del ser humano en sus diferentes facetas, edades y contextos a cargo de los distintos actores sociales como son, en primera instancia los padres, hermanos primer modelo a seguir, los educadores, los gobernantes, los religiosos y los comunicadores en los distintos medios audiovisuales, hablados y escritos, entre muchos otros, que van influyendo en el pensamiento, en los sentimientos, en la visión de vida, en los sueños, en los retos, haciendo de este ser humano un baluarte para su entorno social o un problema social para su entorno.

 

Cuenta que alguna vez a un profesor de Sociología y Politólogo le preguntaron: ¿Qué opinas del Chucho? ¿El Chucho en que anda? entonces dijo: “El Chucho es el Chucho y punto”.

 

Chucho Martínez, nuevas miradas para su vida y su región (1974) Reconocimiento a su vida y servicio en la Universidad de Nariño (Segunda Parte)

 

 

Sonia Patricia Erazo Coral

Coordinadora Udenar Periódico

 

 

Comentarios de Facebook