La paz no le pertenece a ninguna persona ni a ningún partido político sino a todos los colombianos
La noticia más esperada por la gran mayoría de los colombianos, los amantes de la paz, y por muchos pueblos y gobiernos del mundo ha llegado. Los acuerdos de la Habana, entre el Gobierno Colombiano y las FARC-EP concluyeron y fueron firmados por los jefes de las dos delegaciones: Iván Márquez y Humberto de la Calle.
Es claro que la firma de los acuerdos no significa, en sí misma, la paz para Colombia. Pero también es claro que sin esa firma no es posible comenzar el tejido de la paz. Esta es la tarea que tenemos, a partir de ahora, todos los colombianos, sin distingo de clase social, de color de piel, de nivel académico, de sexo, de edad: adelantar todo tipo de actividades de agitación, de pensamiento, de imaginación tendientes a que en un futuro no muy lejano lleguemos a vivir en paz los colombinos. Que los conflictos sociales se puedan tramitar sin la presencia de las armas.
Es preciso hacer énfasis en el conocimiento y comprensión de los acuerdos, para lo cual hay que ponerlos al alcance de todas las personas –tarea inmediata– esta es fundamentalmente una tarea de los educadores de todos los niveles, desde el preescolar hasta el doctorado, y también los de la educación informal en los sindicatos, las juntas, etc., etc. Creo que debemos recalcar que la paz no le pertenece a ninguna persona ni a ningún partido político sino a todos los colombianos y que la mayor parte de los acuerdos, tal vez un 90%, se refieren a la población, particularmente al sector campesino en las regiones donde la guerra ha sido más aguda, por ejemplo el fondo de tierras para dar a los campesinos la superficie suficiente para alcanzar una vida digna, y solo el otro 10% se refiere a los guerrilleros. Este aspecto de los acuerdos ha sido ignorado por los medios de comunicación y por las empresas encuestadoras; no ha habido una encuesta que pregunte: ¿está usted de acuerdo en que los campesinos reciban tierra?
Para el tejido de paz se requieren varios resultados en distintos plazos: inmediatamente, que el dos de octubre la mayoría por el SÍ en el plebiscito sea contundente; seguidamente que los acuerdos se hagan realidad, para ello se necesita la unidad entre la academia –fundamentalmente del sector público– y los sectores populares: partidos de izquierda, mingas, etc., esto para conocer la viabilidad y exigir el cumplimiento; luego la búsqueda de transformaciones de fondo –como el cierre de la brecha entre el sector rural y el urbano, para lo cual la universidad tendrá que ir al campo– a fin de que la población colombiana, hoy marginada, se encamine hacia el bienvivir, para lo cual es preciso que la racionalidad de lucro –el deseo infinito de acumular riqueza– se cambie por una racionalidad de la vida.