Qué gran paradoja. El poder es otorgado por el pueblo, quien recibe los efectos de esa tiranía. El poder justo propio de la democracia, interviene en el mundo como una praxis social desde donde se resuelven problemas de índole social, sirviendo para transformar. El poder fija orientaciones justas, diseña proyectos para controvertir desordenes sociales, para encauzar la conducta de los políticos. El hombre, componente social, es gobierno, es poder, es autoridad, es político. La Génesis del gobierno está en la condición de un contrato social con el cual los pueblos aseguran orden y convivencia. La fuerza de ese contrato depende de la voluntad humana que da representatividad socio política a unos dirigentes que deben extender justicia, paz y estabilidad. Este contrato viene desde la fundación de la sociedad, en la cual se viene levantando nuestra historia social y política, formando un ente social inquisitivo con dos entidades: El estado y la sociedad civil, sociedad que inició su lucha con la revolución comunera, pero antes con los alzamientos de las etnias indígenas y afrodescendientes.

 

La vanidad de vanidades es el peor defecto de cualquier líder. Todos formamos comunidad y en esa medida la sabiduría de ordenar debe estar al servicio de todos. La idiosincrasia del poder hace mucho daño. Poder que se engrandece cuando tiene el séquito de la mentira, mentira globalizada instrumento usado para justificar el poder, para afianzarlo. Irónicamente hacemos apología a la mentira cuando engañamos exponiendo códigos de ética, de transparencia, de misión y de visión que nunca se cumplen.

 

Los excesos de poder son afrodisiacos para los impotentes. Los poderes detrás de las cúpulas son  una realidad cuyo apetito domina las escenas sociales provocando holocaustos inmensos, patrocinando comisiones y asesorías improductivas. Todo estamento de poder debe entender que existe una sociedad civil que no se puede manejar con engaños ni leyes, leyes que pueden ser desobedecidas cuando atentan contra el orden justo o se les puede aplicar objeción de conciencia o la desobediencia civil, instrumentos de resistencia constitucional. No podemos negar que es el pueblo quien imprime carácter para los cambios sociales. Cada cuatro años lo que vemos son cambios de caretas, de máscaras; la filosofía de poder sigue siendo la misma con un ropaje acorde al nuevo estilo. Estado, poder y abuso del poder se sitúan en la cima de las estructuras y hacia abajo se sitúan los lacayos o escuderos cual vasos comunicantes como defensores, como  marionetas al servicios de las élites.

 

Doxa y praxis sobre el poder, de la humildad a la soberbia (Tercera Parte)

 

Mariano Bernardo Sierra Sierra

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

 

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