Al lado de la crisis sanitaria mundial, originada por el inefable Covid 19, tema sobre el cual algunos sostienen la tesis que se pudo haber manejado distinto, dejándolo confinado a China o Asia, si se hubiera restringido de manera drástica el transporte aéreo desde esa región del mundo, y si la Organización Mundial de la Salud (OMS), hubiera actuado con mayor rapidez (Maestre, 2020); se viene incubando otra pandemia, igual o peor, referida a la situación de la economía mundial que entrará en una gran recesión, comparable solo con la Gran Recesión de 1929.

 

La enorme capacidad de contagio que ha mostrado el Covid 19 desde que el 11 de marzo, tardíamente la OMS declaró la alerta sanitaria internacional, ha condicionado una debacle en la economía de todo el mundo y ha puesto en jaque a sus sistemas sanitarios. Un virus nuevo que es capaz de contagiar a las personas con tanta eficacia genera un número enorme de casos que, aunque la mayor parte de ellos sean leves (80%), da lugar a una enorme presión sobre los servicios de salud, comprometiendo la capacidad de respuesta a los casos graves y muy graves. (Martínez, 2020).

 

Esta enorme capacidad de contagio y las consecuencias sobre los servicios de salud son los principales condicionantes de la decisión de decretar un régimen estricto de aislamiento social mediante el confinamiento de la inmensa mayoría de la población en sus casas y la prohibición de apertura de espacios públicos, empresas o servicios educativos, entre otros muchos. Salud pública o economía: un dilema inédito hasta ahora para muchos (Martínez, 2020).

 

Al igual que otros falsos dilemas, éste proporciona, si los escrúpulos son lo suficientemente escasos como para soportar su digestión, importantes réditos políticos. En su versión más radical, el dilema entre salud y economía puede resumirse en que, si el confinamiento frena el contagio y es una buena medida de salud pública en tiempos de pandemia, pero perjudica gravemente a la economía, entonces existe un conflicto de base entre sus intereses. (Aurioles, 2020).

 

Planteado el dilema en estos términos, la demanda de limitar el confinamiento a lo necesario, con el fin de minimizar el daño a la economía, corre el riesgo de señalarse en contra de la salud pública o de defender intereses particulares frente al general. A partir de este punto, las proclamas en defensa de una sanidad pública pueden fácilmente derivar en el descrédito de la privada por los “opacos intereses empresariales” que hay detrás de ellas y situarnos frente a otro falso dilema: el de la sanidad pública o privada.

 

Nuestro universo de incertidumbres nos convierte en víctimas propiciatorias de falsos dilemas. De esos que no existen en realidad, porque las opciones no siempre están cerca de los extremos en los que se nos invita a realizar nuestra elección (Aurioles, 2020). Sin embargo, muchos países o gobiernos regionales insisten en ubicar la contradicción entre salud y economía, tomado la posición que a) la primera obligación es salvar vidas; y b) que, si bien en el corto plazo las restricciones por la pandemia actúan en contra del crecimiento económico, en el mediano plazo no hay ese conflicto porque, si no se tomaran las medidas sanitarias, los problemas de salud futuros afectarían negativamente la economía (Díaz Bonilla, 2020).

 

Hasta el momento, la mayoría de los líderes mundiales optaron por decretar el aislamiento y evitar la propagación del Covid-19, prescindiendo temporalmente de la actividad económica. Sin embargo, estas medidas pueden resultar devastadoras para el empleo y los ingresos de la gente.

 

Si bien el confinamiento es el arma más poderosa que se tiene en este momento frente al virus porque evita el contacto continuo y frecuente de las personas mientras se consigue un medicamento o vacuna, el Covid 19 ya deja casi 3 millones de contagiados en el mundo y más de 200 mil muertes. Para el caso de Colombia los datos son de 5.142 contagios y 233 muertes, y para Nariño deja 92 contagios y 6 muertes, a 26 de abril.

 

Pero allí no termina lo peor, en el caso de Colombia “La cuarentena generalizada durante un mes tiene un costo de entre 48 y 65 billones de pesos (4,5 a 6,1 % del PIB)”, dice un informe de Fedesarrollo titulado ‘Covid-19: costos económicos en salud y en medidas de contención para Colombia’. Su director, Luis Fernando Mejía, pide evitar ese dilema que algunos ponen sobre la mesa: ¿se salvan vidas o la economía? (Neira, 2020).

 

En palabras de Mejía “Así como es inviable desde el punto de vista económico, y desde el ético y moral, no tomar medidas de distanciamiento social para evitar la expansión del covid-19, también lo es mantener medidas de cuarentena por largos periodos de tiempo, por los costos que estas imponen especialmente en las franjas más vulnerables de la población” (Neira, 2020).

 

La situación de Bogotá refleja el problema del país. Un sondeo hecho por la Cámara de Comercio con 449 empresas de la ciudad y de la región, realizado entre el 3 y el 13 de abril, reveló que solo el 3,6 por ciento de las compañías están trabajando al ciento por ciento de su capacidad; menos de un tercio (28,1 %) lo hacen al 10 por ciento y un poco más de una cuarta parte (26,3 %) no están activas.
La gran mayoría de estos empresarios, señala el estudio, no tienen la solvencia para sostener los empleos. ¿Entonces? El desafío es similar para todas las sociedades del planeta (Neira, 2020).

 

En efecto, los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), indican que la caída de la economía mundial podría ser del orden del 3 por ciento del PIB mundial. Y en América Latina podría ser del 5,2 por ciento. Estas son las proyecciones, a la fecha. Las cifras podrían ser peores, al igual que sus consecuencias, dependiendo de la magnitud del confinamiento, la caída del petróleo y el efecto dominó de toda esta debacle, ante la cual ha faltado un liderazgo colectivo y solidario (Maestre, 2020).

 

Según esas mismas cifras del FMI, Colombia la podría sacar barata, como se dice popularmente, con una contracción del 2,4 por ciento. Ojalá las caídas en los precios del petróleo no nos terminen de hundir más. Pero, de todas formas, nos va un poco mejor que al resto de América Latina, donde el panorama es desolador: en el caso de Ecuador puede ser del 6 por ciento, Argentina 5,7, Brasil 5,3 %, Chile y Perú con el 4,5 % (Maestre, 2020).

 

Pero “Debemos superar esta falsa disyuntiva y más bien ver esta situación como una oportunidad para dar las discusiones que hemos evitado por años y que nos deberían ayudar a tener una sociedad más justa”, dice Julián Arévalo, decano de la Facultad de Economía del Externado. (Neira, 2020).

 

En esa misma línea, el presidente Duque sabe que hay que reabrir el país.  Para el mandatario, plantear vida o economía “es un falso dilema” porque “no hay economía sin salud ni salud sostenible sin actividad económica”. “No podemos dejar que el virus nos arrebate todo lo que hemos construido a lo largo de la vida, y por eso tenemos que conciliar entre la protección de la vida, el sistema de salud y, al mismo tiempo, mantener nuestra capacidad productiva”, dice. ¿Por qué la urgencia? Para no afectar lo logrado “en términos de empleo y en reducción de la pobreza”, sostiene (Neira, 2020).

 

El mundo va a cambiar y así lo harán el turismo, el comercio y también hay que evitar estar en el falso dilema entre salud y economía, porque no se trata de lograr la salud afectando la economía, hay formas, protocolos y cuidados para tener ambos. No es cierto que haya que elegir entre una y otra como si fueran excluyentes, olvidando que a ambas les ha correspondido el papel de víctimas en esta guerra y que pocas veces han existido tantas razones para la complicidad. (Aurioles, 2020). Hay que sacarle provecho al teletrabajo, a la opción de cambiar en las oficinas, al final hay que superar la pandemia sin hambre, marginalidad o pobreza y, sin la destrucción productiva.

 

Por razones morales, pero también económicas de mediano plazo, lo que se requiere es tomar las medidas sanitarias necesarias y compensar el costo económico de corto plazo con medidas económicas excepcionales a nivel de los países individuales y del mundo. Existe la necesidad de una “oficina de guerra” y un plan integral que contemple los aspectos de salud, de la economía real (especialmente el sistema alimentario, medicinas, transporte, energía y otros servicios básicos), y un uso importante de enfoques monetarios no convencionales, que aseguren la liquidez en el sistema, y sostengan los ingresos y empleos, especialmente de los más vulnerables (Díaz Bonilla, 2020).

 

También se requiere una extraordinaria respuesta a nivel de las instituciones internacionales, expandiendo varias de las cosas que se hicieron en la recesión de 2008-2009, tales como incrementar la capacidad prestable de los organismos de crédito internacionales en el corto plazo y un aumento de capital en el mediano plazo; una nueva asignación de Derechos Especiales de Giro (probablemente el doble de los 290.000 millones de dólares de la crisis anterior); y la extensión de swaps de liquidez entre los Bancos Centrales (especialmente la Reserva Federal de los EE.UU), entre otras cosas (Díaz Bonilla, 2020).

 

Creo que es posible y necesario, equilibrar el cuidado de la salud de los sectores más vulnerables de la población ante el Covid-19, con la imperiosa necesidad de abrir gradualmente la economía por sectores, y evitar agravar esa otra pandemia, la de la economía, que podría exponer a morir de hambre a miles de colombianos que no tienen un ingreso fijo y que viven del rebusque (Maestre, 2020).

 

Es el momento de buscar, en el arsenal teórico del maestro Keynes, instrumentos para estimular la economía interna y darle una mano oportuna y solidaria a millones de personas que hoy sobreviven día a día y a quienes, insisto, de no matarlos el Covid-19, con toda seguridad si los matará el hambre; este último virus es más agresivo (Maestre, 2020).

 

La pandemia, salvo que surja una vacuna, se estima que va a durar 2 años. No se trata sólo de pasar mayo, tendremos que vivir esta «nueva normalidad», con cuarentenas dinámicas y selectivas por mucho tiempo, manteniendo además los hábitos higiénicos, lavado de mano, distanciamiento social y uso de la mascarilla (Pardo, 2020).

 

El objetivo no es evitar el contagio, sabemos que el 80% de la población se va a contagiar. El objetivo es que la propagación sea más lenta para evitar el colapso de los servicios de salud. Si todos nos encerráramos, y se detuviera la propagación, el virus nos seguiría esperando afuera y no tendríamos defensas, que sólo se obtienen contrayendo el virus (Pardo, 2020).

 

Por eso, gradualmente y con todas las precauciones hay que ir activando y frenando continuamente todas las actividades. Esa es la “nueva normalidad” que todos los países están asumiendo. No se trata de anteponer la economía a la salud, como mañosamente tratan de instalar algunos. Ese es un falso dilema convertido en slogan. Ninguna economía, ni nacional ni familiar, resiste tres meses sin actividad, menos 2 años. Mantener las cadenas de abastecimiento de alimentación, fármacos, energía eléctrica, agua potable, etc., es tan vital como contar con un respirador en un caso crítico (Pardo, 2020).

 

En el mundo real, las personas tienen necesidades vitales que satisfacer y eso requiere mantener funcionando el país con todas las precauciones del caso, no por “negocio”, sino por supervivencia. Todos tenemos que estar a la altura de las circunstancias y asumir la nueva realidad que surge de esta pandemia (Pardo, 2020). El equilibrio es muy fino y nos lleva a la conclusión de que todos los colombianos tenemos la responsabilidad de ser conscientes de que estamos atravesando una crisis donde no hay suficiente conocimiento científico para predecir lo que va a pasar en el corto y mediano plazo. Por eso es importante que el mensaje sea claro: el dilema no es la vida o la economía, la pelea es una sola y nos afecta en todos los ámbitos (Torres, 2020).

 

 

Edison Ortiz Benavides

Docente Asociado Departamento de Economía

Director Grupo de Investigación Coyuntura Economica y Social -CES Universidad de Nariño 

 

 

 

Referencias

Aurioles, Joaquín (2020). El falso dilema entre la economía y salud. Diario de Sevilla. Edición 23 de abril. Sevilla (España).

Díaz Bonilla, Eugenio (2020). Falso dilema: ¿la salud o la economía? El Clarín. Edición 8 de abril. Buenos Aires (Argentina).

Maestre, Carlos Alberto (2020). No hay dilema entre salud y economía…El Pilón. Edición, abril 26. Valledupar.

Martínez Olmos, José (2020). El dilema entre salud pública y economía que plantea el Covid-19. El País, Edición 1 de abril. Santiago de Cali.

Neira, Armando (2020). Qué va a pasar en el país después de este lunes 27 de abril. El tiempo. Edición 20 de abril, Bogotá.

Pardo Sáinz, Luis (2020).  LA “NUEVA NORMALIDAD” y el falso dilema entre economía y salud. Diario El Andino. Edición 24 de abril. Santiago de Chile.

Torres, Ignacio (2020). El falso dilema entre la salud o la economía. Ámbito.com. Edición 23 de abril. Buenos Aires (Argentina).

 

 

Invitación al Conversatorio “Nariño y sus perspectivas de desarrollo frente al Covid 19”

 

 

 

 

 

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