COVID-19: Cuidar la Salud Mental de los Jóvenes. Una Prioridad que Comienza por Escucharles

 

 

“Hace un año, en mi cumpleaños número 18, fui ingresado en el hospital psiquiátrico después de intentar quitarme la vida. Puede parecer un aniversario extraño para celebrar, pero encuentro que reflexionar hoy sobre ese período de mi vida, resulta increíblemente útil. El mes que pasé en el hospital fue uno de los momentos más difíciles de mi vida; tuve que luchar para superar mis demonios y aprender formas de afrontar y manejar mis problemas emocionales y personales. Mirando hacia atrás, puedo darme cuenta de todo lo que fue necesario hacer para superar ese período, de toda la ayuda que hace falta cuando el sufrimiento te gana y piensas equivocadamente como yo en ese momento, que no hay nada ni nadie para apoyarte. Después de un tiempo de ayuda profesional, apoyo de mi familia, de mis amigos y de mis propios esfuerzos para superarlo, hoy me siento orgulloso de todo eso y de lo lejos que he llegado. Mientras reflexiono sobre todo lo que me pasó, no puedo evitar preguntarme cómo el COVID-19 podría haber cambiado mi historia. Muchas de las cosas y personas que ayudan a quienes viven con problemas mentales han cambiado por el COVID-19 y ya no están tan disponibles”.

 

Historias como la de Jorge son comunes y frecuentes en la consulta diaria de los servicios de salud, jóvenes alterados, nerviosos, a veces desesperados, con pocos recursos para enfrentar las cosas difíciles de la vida, algunos muy solos porque sus padres trabajan siempre y no hay muchos espacios para compartir, otros aquejados por pérdidas amorosas, de los amigos o por fracasos en sus estudios, adolescentes y jóvenes confundidos que cuentan con poco acompañamiento para apoyarse en momentos difíciles.

 

Según la Comisión de The Lancet en Salud Mental, muchos trastornos mentales tienen un inicio en la adolescencia y pueden prolongarse a lo largo de la vida de las personas (Das et.al, 2016); los trastornos mentales, el consumo de alcohol y otras sustancias, el suicidio, cualquier tipo de violencia y otros problemas psicológicos y del comportamiento que pueden presentarse en la adolescencia, representan según Das et.al (2016), un importante desafío para la salud pública mundial; a pesar de ello, las necesidades de salud mental de los adolescentes se descuidan, especialmente en los países de ingresos bajos y medios (Kieling et.al, 2011) como Colombia.

 

Algunas de las dificultades que se visibilizan en la actualidad, es que hay poco personal de salud adecuadamente formado para atender las necesidades emocionales de los jóvenes (Kieling et.al, 2011); se piensa que los tratamientos en salud mental son exclusivamente de orden médico curativo y que en todos ellos se emplean medicamentos; se excluyen de los tratamientos una variedad de intervenciones psicosociales efectivas y disponibles en la actualidad (Pathare et.al, 2018); y se dejan de lado otros recursos sociales que constituyen elementos relacionales contenedores y que se encuentran disponibles en los contextos escolares, universitarios, comunitarios y familiares de los jóvenes (Tizón, 2007). Esto, si tenemos en cuenta que a un estado de confusión como el de Jorge no se llega de la noche a la mañana, esa descompensación está precedida muchas veces por meses y años de problemas emocionales, con momentos de tristeza, ansiedad y temor excesivos (Tizón, 2013); que sin los elementos relacionales contenedores que compensan parte de ese sufrimiento en toda persona, llegan al punto del colapso y la descompensación.

 

Es por esta razón que, para el cuidado de la salud mental de adolescentes y jóvenes se hace imprescindible motivar su participación en grupos juveniles, equipos deportivos, espacios para el arte y la cultura, fortalecer sus propias relaciones de amistad, resaltar las habilidades y preferencias personales que incluyen las redes sociales y otros recursos virtuales, como alternativas para sobrellevar realidades complejas como la que se presenta a raíz de la pandemia por COVID-19.

 

 

 

Ingrid Marcela Castillo Ruiz, Psic.

Harold Julián Fajardo López, Psic.

Maestrantes en Promoción y Prevención en Salud Mental

Universidad de Nariño 


 

 

Referencias

Das, J., Salam, R., Lassi, Z., Mahmood, W., Patel, V. Bhutta, Z. (2016). Interventions for Adolescent Mental Health: An Overview of Systematic Reviews. Journal of Adolescent Health, 59 (4), 49-60. https://doi.org/10.1016/j.jadohealth.2016.06.020

Kieling, C., Baker-Henningham, H., Belfer, M., Conti, G., Ertem, I., Omigbodun, O. (2011). Child and adolescent mental health worldwide: evidence for action. The Lancet, 378 (9801), 1515-1525. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(11)60827-1

Pathare, S., Brazinova, A. y Levav, I. (2018). Care gap: a comprehensive measure to quantify unmet needs in mental health. Epidemiology and Psychiatric Sciences, 27 (5), 463–467. https://www.cambridge.org/core/journals/epidemiology-and-psychiatric-sciences/article/care-gap-a-comprehensive-measure-to-quantify-unmet-needs-in-mental-health/BE95706056E9164C611A2523A3DB3191

Tizón, J. (2007). Psicoanálisis, proceso de duelo y psicosis. Herder.

Tizón, J. (2013). Entender las psicosis hacia un enfoque integrador. Herder. doi:10.2307/j.ctvt7x7m5

 

 

 

 

 

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