Este estallido social al que asistimos en estos dos meses de protesta social sin precedentes, identificamos una diversidad de demandas sin que pudiéramos aún precisar objetivos concretos para negociar en un proceso si se quiere más formal, seguramente la heterogeneidad de sus participantes junto con la espontaneidad y dispersión de los sectores, no permitió la presentación de un pliego unificado, aunado a esto sin ninguna duda a la terquedad y arrogancia de un régimen cuya respuesta fue la represión y la violencia policial.

 

La intensidad de la protesta, obligó a la modificación de estos objetivos que pasaron de contenidos gremiales a otros políticos, de rechazo a reformas regresivas como la tributaria y de la salud a pedir reformas de la policía y el ejército y ejercer la protesta en términos de derechos constitucionales y así fuimos aproximándonos a la almendra de este gran paro nacional; oportunidades de trabajo que significa revisión del modelo económico, defensa de lo público que no es otra cosa que el rechazo a las privatizaciones, mayor democracia e inclusión social que significa una nueva estructura del estado, al final es un clamor por un nuevo país.

 

En materia educativa si bien es cierto que somos el sector que más claro tenemos nuestras metas de la defensa de una educación pública gratuita y de calidad, solo la matricula cero logro incluirse en la agenda pública, más como un calmante transitorio que un logro tangible sostenible en el tiempo, igualmente subsisten otros pendientes como la universalización y la dignificación docente.

 

Este conflicto social develó la precariedad de la inmensa mayoría de los docentes catedráticos que en el país llegamos a 25.000, que constituye el 85% de la totalidad de los docentes universitarios, una situación que no tiene presentación que quienes nos dedicamos a la labor docente en la instituciones de educación superior estemos en esta situación, por culpa de un gobierno que mantiene congelada la planta docente y aplica un esquema neoliberal de inestabilidad laboral, con pírricos salarios y sin asistencia de salud permanente, lo que nos ha obligado a levantar la bandera de la formalización de la planta docente quienes ahora estamos vinculados por hora catedra.

 

La formalización de la planta significa que todos los docentes sin excepción debemos ser de planta, asimilados a la nómina de profesores con todos los derechos que les asiste hoy a ese 15 % de los docentes de tiempo completo, ese debe ser el norte de la lucha de los docentes universitarios, lo que determina una mayor asignación de recursos por parte del gobierno nacional a las universidades públicas,

 

Este objetivo concreto no puede ser conquistado sin la organización y la lucha nacional de todos los docentes catedráticos u ocasionales de las 32 universidades públicas del país, al lado de nuestros estudiantes que son el germen y motor de este movimiento, lucha que debe inscribirse en el marco de esta protesta social, visibilizando esta bandera un poco sumergida por el cúmulo de demandas tan justas como la nuestra, será también el SUE, el Sistema Universitario Estatal quien deberá proponer, presentar y exigir ante el MEN, este propósito como parte de la calidad educativa.

 

Los profesores de la UNIVERSIDAD DE NARIÑO, hemos tenido claro este objetivo, desde que levantamos la bandera de la ASIMILACION a medio tiempo como una forma de lograr una estabilidad laboral, mientras este propósito se logra nuestro empeño ha estado señalado en el mejoramiento de nuestras condiciones laborales traducido en los 11 meses de contratación, becas para cualificación docente, incremento en el valor de los puntos salariales, apoyo a la publicación de textos y asistencia a eventos nacionales e internacionales de nuestros compañeros, todo ello no nos desvía de el objetivo principal: FORMALIZACION DE LA PLANTA, como base fundamental de la DIGNIDAD DOCENTE.

 

 

Jaime Mejía Bastidas

Docente Facultad de Derecho

Vicepresidente de ASPROCAT Udenar

 

 

 

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