“Las conciencias encendidas como lumbres se agigantan”

Anacaona, 1979

 

 

En los años 20 del siglo XX ya han incorporado mano de obra femenina en las fábricas e industrias de las grandes capitales y medianas ciudades de Colombia: Bogotá, Medellín, Bello, Envigado.

 

En Bello, Antioquia, funcionaba la Fábrica de Tejidos – que después se convertirá en Fabricato – desde 1902, gracias al emprendimiento del industrial Emilio Restrepo Callejas y por el tesón de las obreras se había logrado posicionar la fábrica en el mercado dada la calidad de sus telas de algodón, llegando a merecer Diploma de Primera Clase y Medalla de oro en 1909 en Quito y otros premios y reconocimientos en exposiciones de téxtiles en Medellín (1910) y en Bogotá (1919)1.

  

Las mujeres que se empleaban en la Fábrica de Tejidos de Bello, eran adolescentes y jovencitas cuyas edades rayaban “entre 13 y 25 años, representando el 80% de la plantilla, con jornadas de más de diez horas”2, ganando por las mismas labores mucho menos que los hombres.

 

Las condiciones higiénicas y laborales eran las peores para las obreras textileras, quienes debían trabajar descalzas, sin mucho tiempo para su descanso y alimento en jornadas de 10 horas, con exposición a los abusos de los supervisores.

 

Después de varios intentos fallidos, al fin 400 o quizá más trabajadoras se declaran en huelga en la Fábrica de Tejidos de Bello (Antioquía) el 12 de febrero de 1920 – hace 100 años – convirtiendo así, su acción de protesta en el motivo pionero del movimiento obrero colombiano, dada su trascendencia nacional

 

La “huelga de señoritas” como la titulaba la prensa de Medellín, contó con el liderazgo de Betsabé Espinal y de: “Teresa Tamayo, Adelina González, Carmen Agudelo, Rosalina Araque, Teresa Piedrahita y Matilde Montoya”3.  La difusión en la prensa capitalina y la campaña para adquirir fondos a través del “comité de Solidaridad o de Socorro”4 para sostener el movimiento corrió por cuenta de Betsabé Espinal. Se atrajo la solidaridad ciudadana y de los estudiantes de la Universidad de Antioquía, como también la atención de autoridades civiles y religiosas, fuera del apoyo económico por parte de una empresa local.

 

En voz de Betsabé Espinal se escuchaba: No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”5, cual reto y convicción para continuar en la lucha.

 

Con todo ese impulso social, la huelga duró 24 días, casi un mes, concluyó con el triunfo de las obreras textiles, quienes lograron sus principales reivindicaciones que fueron las siguientes: “Un aumento salarial del 40%; reducción de la jornada laboral a 9 horas y 50 minutos; mejores condiciones de higiene, el despido de los supervisores acusados de conductas indebidas”6 y “de los administradores enemigos…”7. Además se consiguió “la regularización del sistema de multas”8 que se había convertido en un malestar y tensión social, dado que si se enfermaban, o por accidente hacían daños, si se distraían, les caía todo el peso de las multas arbitrarias.

 

El acuerdo final se firmó entre la empresa y una delegación de trabajadoras “encabezadas por Betsabé Espinal”9.

 

La lección que dejan estas mujeres obreras de Bello-Antioquia hace un siglo, es histórica por cuanto su lucha laboral despierta conciencias de los trabajadores en el país para examinar condiciones y derechos conculcados.

 

No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”

 

 

Lydia Inés Muñoz Cordero

Presidenta de la Academia Nariñense de Historia

Historiadora – escritora

 

 

Notas Bibliográficas:

 

  1. Aviso En Periódico Mundo al Día, Año V, No. 1.244, Bogotá, martes 13 de Marzo de 1928, p. 16.
  2. m.wikipedia.org.
  3. Ibídem.
  4. Ibídem.
  5. SÁNCHEZ, Ana, Costureras Colombianas en 1920: ¡Mujeres a la huelga! En: www.izquierdadiario.es
  6. Ibídem
  7. Ibídem
  8. m.wikipedia.org
  9. Ibídem.

 

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