La calidad académica y administrativa de nuestra Institución y de los programas se logrará y mantendrá en la medida en que adoptemos una motivación intrínseca hacia nuestra misión educativa. Si nuestro propósito es lograr la Acreditación Institucional o de un programa como un fin en sí mismo, estaríamos demostrando que tenemos una motivación extrínseca; es decir, haríamos la tarea por un premio, por una recompensa, por un certificado. Sin desconocer que esto puede ser importante en algún momento, el problema es que estaríamos confundiendo un medio: la obtención de la acreditación, con un fin trascendental: la demostración del cumplimiento de altos estándares de calidad académica y administrativa. Este fin significa que hemos, estamos y continuaremos realizando nuestro trabajo con una motivación intrínseca; es decir, que trabajaremos y estudiaremos con gusto, con dedicación, con sentido de pertenencia y con sentimientos de logro y de autorrealización.

 

trabajaremos y estudiaremos con gusto, con dedicación, con sentido de pertenencia y con sentimientos de logro y de autorrealización

 

La decisión voluntaria de lograr la Acreditación de Alta Calidad no puede limitarse a cumplir con un deber o con una obligación estatal que nos moviliza durante el proceso de auto-evaluación (AE), que nos energiza y unifica durante la visita de los pares académicos y que nos “dormimos en los laureles” después de dicha visita. Si además de lo anterior no percibimos mayor cambio, ni mucho menos mejoramiento, la obtención de la Acreditación no tendrá mayor significado, ni mucho menos trascendencia para cada programa o para la Institución.

 

La loable decisión autónoma de la Institución y de cada programa para lograr la Acreditación debe comprometernos a cada uno de los miembros de la comunidad universitaria, llámese trabajador(a), empleado(a), estudiante, profesor(a), investigador(a), administrador(a), directivo o egresado(a) a adoptar una actitud positiva hacia el cambio y la innovación personal e institucional. Cabe, entonces, preguntarnos en este momento: ¿Todos acogimos, nos comprometimos y llevamos en nuestro interior la Acreditación Institucional desde el mes de octubre de 2015? ¿Diariamente sentimos y demostramos ante los usuarios y estudiantes de nuestros servicios académicos y administrativos que éstos son de alta calidad?, ¿Qué tanto hemos cambiado en nuestra manera de pensar, de decir y de actuar, una vez se dio inicio al proceso de AE con fines de Acreditación Institucional?, ¿Estamos dispuestos a aportar ideas y acciones para demostrar que somos y seremos una Institución de Alta Calidad? y ¿Cuál será nuestra contribución para sustentar la alta calidad académica y administrativa de nuestra Institución durante y después de la visita de los pares nacionales e internacionales?

 

Por otra parte, necesitamos modificar, mejorar o adoptar nuevas culturas de planeación, de seguimiento y autorregulación, y de evaluación (AE y evaluación externa) periódicas y continuas de los procesos académicos y administrativos, con el fin, primero de demostrar y luego de mantener y mejorar continuamente el cumplimiento de altos estándares de calidad académica y administrativa, acorde con los factores y características de calidad establecidos por el Consejo Nacional de Acreditación (CNA).

 

Una vez nos subamos en el tren del mejoramiento continuo de la mencionada calidad y de su certificación mediante la Acreditación habremos adquirido un gran compromiso y una responsabilidad que no pueden dar marcha atrás. Este es el gran reto y la trascendencia histórica de la decisión y acciones de la presente administración bajo la dirección del Dr. Carlos Solarte Portilla de quienes la apoyamos y, en general, de toda la comunidad universitaria, al asumir la Acreditación como una de sus tareas primordiales, desafío del que no pueden ser inferiores las futuras administraciones de nuestra Alma Máter.

 

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