La Universidad pospandémica

Diálogo por la Reforma Universitaria

 

 

El pensador portugués Boaventura de Sousa Santos publicó un documento con el mismo título que yo doy a estas reflexiones. En varios artículos publicados en Udenar Periódico, he venido reflexionando sobre el futuro que nos espera, después de la pandemia, y de la manera de prepararnos, con construcciones teóricas, para ese futuro. En este trabajo, me propongo compartir algunas reflexiones, a partir de los planteamientos de Santos. Es necesario, por supuesto, partir de la Universidad Pública (UP) que tenemos, particularmente de la Universidad de Nariño. Se trata de una UP, resultado de varias décadas de neoliberalismo.

 

La UP ha tenido, dice Boaventura, dos enemigos: el capitalismo universitario y la ultraderecha ideológica. El primero de estos enemigos ha tomado las siguientes medidas contra la Universidad:

a) Permitir y promover la creación de universidades privadas y permitirles el acceso a fondos públicos;

b) Invocar la crisis financiera del Estado para infrafinanciar las UP;

c) Devaluar los salarios del personal docente y flexibilizar su vínculo laboral con la UP para permitirles dar clases en universidades privadas, promoviendo así una transferencia de la inversión pública en la formación de profesorado al sector privado;

d) Obligar a las UP a obtener sus propios ingresos;

e) Introducir la lógica mercantil en la gestión de las UP, sobre todo mediante la formación de personal cualificado para el mercado;

f) La condición de profesor e investigador debe flexibilizarse (es decir, precarizarse), siguiendo la lógica global del mercado laboral;

g) Los estudiantes deben concebirse como consumidores de un servicio y los profesores deben estar sujetos a criterios globales de productividad;

h) Las UP deben administrarse como una empresa más;

i) Las UP deben integrar sistemas de ranking global para que sean evaluadas “objetivamente”.

 

Como resultado de lo anterior, dice Santos antes de la pandemia las UP ya estaban muy desfiguradas, sin ninguna visión de misión social, lidiando con crisis financieras crónicas. En general, los rectores reflejaron este panorama, convertidos en gestores de crisis financieras, incapaces de poner en práctica ideas innovadoras incluso si las tuviesen.

 

Por su parte, la ultraderecha ideológica ha utilizado dos métodos frente a la UP. En primer lugar, difunde la idea de que todo pensamiento crítico, libre e independiente está encaminado a subvertir las instituciones y desestabilizar el orden social. Y, en segundo lugar, con el planteamiento de que todo lo que no coincide con la comprensión política neoliberal es ideología.

 

En consecuencia, los gobiernos identifican todo pensamiento que se oponga al neoliberalismo como enemigo de las instituciones democráticas y, en algunos países, lo relaciona con organizaciones subversivas, lo que termina en criminalización de la protesta universitaria. Para desideologizar la UP, se reduce la enseñanza a las materias que forman para el mercado laboral. Por su parte, las materias ideologizadas, es decir todo el pensamiento alternativo, si no desaparece, se convierte en asignaturas marginales. El marxismo desapareció de los pensums de las UP y otras asignaturas ligeramente alternativas pasaron a las llamadas electivas, entiéndase de relleno.

 

En la pandemia, muchas UP se vieron obligadas a la educación virtual, en condiciones muy precarias. Los docentes han respondido como han podido, con sus propios medios. Los estudiantes más pobres han quedado prácticamente marginados de los procesos académicos, bien sea por falta de medios técnicos o porque sus familias viven en lugares demasiado alejados donde no hay señal para la virtualidad. El Estado, como era de esperar, no ha incrementado la inversión financiera para adecuar la enseñanza y la investigación a las nuevas condiciones.

 

¿Qué espera a la UP en la pospandemia? Según Santos, hay tres opciones posibles:

a) Todo volverá a la situación anterior a la pandemia;

b) Habrá cambios mínimos para que todo permanezca igual;

c) Convertimos la pandemia en una oportunidad 
para pensar en una alternativa al modelo de universidad y de sociedad en el que hemos vivido.

 

En las opciones a y b, dice Santos, la UP del futuro es online: grandes ahorros en personal docente, técnico y en instalaciones; forma expedita de acabar con las materias “ideológicas” y con las protestas universitarias; eliminación de procesos deliberativos presenciales disfuncionales.

 

Para alcanzar la opción c, dice Boaventura, se requiere democratizar, desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar. Me voy a referir a las dos primeras condiciones.

 

Para democratiza, la UP requiere, según Santos:

  1. Democratizar la elección de sus rectores y autoridades
  2. Democratizar sus relaciones con la sociedad. La UP produce conocimiento válido que es tanto más valioso cuanto mejor sabe dialogar con los otros saberes que circulan en la sociedad.
  3. Democratizar sus relaciones con los estudiantes

 

Para Desmercantilizar, la UP necesita:

  1. Evaluar a sus profesores de acuerdo con otros criterios de productividad que no excluyan la responsabilidad social de la universidad, especialmente en el campo de la extensión universitaria.
  2. No privilegiar las ciencias y la investigación que generan patentes, sino más bien, la ciencia que contribuye al bien común de toda la población y crea ciudadanía. En este dominio, las humanidades, las artes y las ciencias sociales volverán a ser prioritarias.

 

Respecto a la democratización se requieren dos condiciones: la participación de la comunidad universitaria en la elección de las autoridades y la relación entre la universidad y la sociedad. El primer aspecto ya es una realidad en la Universidad de Nariño, ya tenemos elección del rector y las autoridades académicas.

 

En cuanto a la democratización de las relaciones con la sociedad, con la región, la Reforma Universitaria ha dado pasos importantes en los aspectos teóricos. La Misión de la Universidad plantea el papel del pensamiento crítico en la búsqueda del desarrollo alternativo, en el acontecimiento mundo. Esto implica tres cosas. En primer lugar, está la necesidad de crear pensamiento alternativo, más allá de la ortodoxia y del pensamiento eurocéntrico. Cuando hablamos de pensamiento crítico hay que preguntarse crítico de qué y la respuesta es obvia: crítico del neoliberalismo. En segundo lugar, se habla de desarrollo alternativo, es decir, la Universidad debe pensar en nuevas formas de desarrollo en la región y contribuir con la comunidad para llevar a la práctica tal pensamiento. Y, en tercer lugar, ese pensamiento y ese desarrollo deben dialogar con el devenir universal.

 

Por su parte, el Proyecto Educativo Institucional, PEI, nos habla de la interdisciplinariedad. El pensamiento crítico hoy tiene que ser interdisciplinario. Además, tenemos la reformulación de una de las funciones misionales, transformamos la proyección a la comunidad en Interacción Social. Esto implica un diálogo permanente con los sujetos sociales de la región. Todas las facultades deben llevar sus ciencias a la región y aprender de ella. Esta es la manera de construir desarrollo alternativo. Es decir, las formulaciones teóricas están bastante avanzadas. Pero la pandemia nos plantea nuevos retos, la tarea es pensar una Universidad Pública pospandemia y esto, a su vez, implica pensar un mundo pospandémico. Si no lo hacemos, las cosas regresarán al estado de prepandemia, y quizás serán peores que antes. La Reforma ha avanzado en las formulaciones teóricas, pero llegó la hora de preguntarnos cómo está La Reforma en la práctica. En mi opinión, este aspecto va muy lento.

 

Haré a continuación una evaluación rápida de La Reforma en la práctica. Voy a tomar, como ejemplo, el Programa de Economía. Pero lo que se diga de este Programa es aplicable, mutatis mutandis, a todos los programas de ciencias sociales y humanas.

 

La ciencia económica debería ser entendida como una ciencia social que está obligada involucrarse con la sociología, con la historia, con la filosofía. Aquí están aún vivos los estragos de lo que Santos llama la ultraderecha ideológica. Las disciplinas ortodoxas: Microeconomía, Macroeconomía y Econometría se consideran más científicas, más lejos de la voluntad humana y más cerca de las leyes naturales, en última instancia, más lejos de la gente. Aquellas asignaturas que se consideran menos científicas, según la ultraderecha ideológica, asignaturas ideológicas, son empujadas hacia los márgenes del currículo. Es el caso del marxismo –Economía Política I y II– que no es prerrequisito de nada. Esto significa que el marxismo se considera inútil; nadie debe utilizar el método marxista en investigación ni en la historia económica de Colombia o de América Latina, ni en el estudio de los problemas económicos; está reducida a un requisito formal. Otra asignatura como Economía Ecológica, que tiene que ver con uno de los principales problemas que amenazan el futuro de la humanidad, el problema ambiental, se mantiene como una electiva, lo cual significa poco importante, una asignatura de relleno.

 

Lo anterior debe entenderse en el sentido de que las ciencias que pueden proponer alternativas al modelo neoliberal, las necesarias para la construcción de desarrollo alternativo, no son importantes; mientras que la columna vertebral de la carrera está constituida por las asignaturas que defienden el statu quo, las propias del modelo neoliberal. Por lo tanto, si el Programa de Economía no hace un esfuerzo de cambio, de adecuarse a la Misión de la Udenar: construcción de desarrollo alternativo, no podrá contribuir a la construcción de la Universidad pospandémica, del mundo pospandémico. En otras palabras, en los documentos de la Reforma Universitaria se refleja otra Universidad, pero en la vida académica sigue existiendo una universidad prepandémica.

 

Otro componente de la UP pospandémica de Boaventura es la Desmercantilización de la Universidad. Este aspecto no está claro en los documentos de La Reforma, tenemos que pensarlo. La universidad neoliberal ha tendido a convertirse en una empresa que piensa y produce para el mercado, debe ser competitiva –este es uno de esos términos horribles que creó el neoliberalismo–. Para desmercantilizar, Santos propone evaluar a los docentes y crear ciencia no para el mercado, no para la producción de patentes, sino, agregamos nosotros, para el desarrollo alternativo, para la Universidad y el mundo pospandémicos.

 

Por supuesto, la tarea de la desmercantilización de la Universidad implica a la Investigación, la Interacción Social y la Docencia, es decir, toda la Universidad. La Vicerrectoría de Investigaciones e Interacción Social tiene que definir prioridades: privilegia la investigación con criterios positivistas, como exige el Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación o abre la puerta a la investigación requerida para el desarrollo alternativo, o sea, al pensamiento crítico. A las condiciones socioeconómicas y socioambientales de la región la investigación positiva no le sirve de mucho. La Interacción social debe ser teórica y práctica, teórica significa con un fuerte componente científico crítico y práctica significa el diálogo continuo con los sujetos sociales de la región, una Universidad activa que enseña y aprende. Por su parte, la docencia debe responder con las teorías críticas que respalden el desarrollo alternativo.

 

La desmercantilización implica repensar los posgrados que ofrece la Udenar. El criterio con base en el cual se decide qué posgrado ofrecer no puede ser el mercado, la demanda, sino la Misión de la Institución. Es preciso olvidarse del punto de equilibrio.

 

En la docencia es preciso dar importancia a la Economía y la Sociología críticas, a la Historia que hable de la gente, de los trabajadores, no solo de gobernantes y generales. Al respecto quiero traer parte de un poema de Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero ante un libro:

 

En los libros encontraréis los nombres de los reyes.

¿Acarrearon los reyes las piedras?


Y Babilonia, muchas veces destruida,


¿quién la construyó otras tantas?

¿En qué casas
 de Lima, la resplandeciente de oro, vivían los obreros?

¿Adónde, la noche que se acabó la Muralla China, fueron sus constructores?

Roma la grande está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿A quiénes vencieron los Césares?

Bizancio, tan loado en canciones,

¿sólo tenía palacios para sus habitantes?

Incluso en la fabulosa Atlántida,
 la noche que el mar se la tragó,


los que se ahogaban seguían llamando a gritos a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Estaba solo?[1]

 

Hay un tercer componente de la democratización, que propone Boaventura: democratizar sus relaciones con los estudiantes. Sobre este aspecto es preferible escuchar a los estudiantes. Sin embargo, adelantaré algunas opiniones. Pienso que la democracia requiere criterios personales sólidos; si los estudiantes se limitan a repetir lo que dice el profesor, si sus lecturas no van más allá de los apuntes de clase, no habrá condiciones para establecer relaciones democráticas. Para democratizar las relaciones con los estudiantes es preciso que ellos se involucren en el pensamiento crítico, en la construcción de un mundo pospandémico. Infortunadamente la forma de la educación a llevado a que el estudiante se preocupe más por aprobar las materias que por pensar, esto lo aleja del pensamiento crítico. Es evidente que los líderes estudiantiles que militan en grupos políticos de izquierda son más propensos a leer y a pensar por cuenta propia. Quizás sea preciso interesar a todos los estudiantes por la política. Sucede que la práctica de los políticos ha desprestigiado la política. Es preciso rescatar el ejercicio de la Política, con mayúscula, en la Universidad. Las propuestas de futuro de la Universidad son necesariamente propuestas políticas.

 

Pensar la Universidad pospandémica, el mundo pospandémico, es obviamente una tarea colectiva, es preciso sumar múltiples voces. Invito a la Asamblea Universitaria a que se interese en este problema.

Quiero contribuir al pensamiento del mundo pospandémico con una idea que he venido trabajando de tiempo atrás, cuyo núcleo central puede formularse como sigue:

 

La columna vertebral de mi planteamiento es avanzar hacia un cambio de racionalidad. Mi propuesta es cambiar la racionalidad de la ganancia, propia de la sociedad burguesa, por una racionalidad para la vida, particularmente la vida humana; sin olvidar que la vida humana sólo puede existir como parte de la vida en general. Sin duda, lo más importante en la vida es la vida misma, cualquier acción humana implica estar vivo. Por lo tanto, el propósito fundamental de cualquier forma de organizar la producción económica tiene que ser la conservación y el mejoramiento de la vida.[2]

 

Para concluir, quiero dejar una reflexión: ¿por qué debemos cambiar el mundo?

El modelo de mundo que ha imperado en las últimas décadas es el neoliberalismo. Existe hoy un consenso muy amplio de que el mundo vive una crisis civilizatoria, una crisis sistémica. No es como dicen los neoliberales que es una simple crisis financiera que puede pasar pronto. La pregunta que debemos hacernos es esta:

 

¿puede el neoliberalismo por sí mismo, por autopoiesis, superar la crisis sistémica? Daré un par de ejemplos que demostrarían la imposibilidad del modelo neoliberal de salvarse a sí mismo.

 

Un componente fundamental de la crisis sistémica es la crisis ambiental, la destrucción de las condiciones del planeta adecuadas para la vida, particularmente la vida humana. Resulta que el motor que mueve al capital es la ganancia y esta se vería acotada con el uso racional de la naturaleza. Un ejemplo evidente, en nuestro medio, es la limitación de los páramos para la explotación minera; ante la opción de oro o agua, el capital escoge oro. En el capitalismo, por lo tanto, el problema ambiental no tiene solución. La idea de desarrollo capitalista sostenible es una contradictio in adjecto. Otro importante componente de la crisis sistémica es la centralización de la riqueza en un extremo y de la pobreza en el otro. Según datos de la fundación Oxfam las 26 personas más ricas del mundo poseen la mitad de la riqueza mundial. El hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, ha alcanzado los 180 mil millones de dólares; eso equivale al Producto Interno Bruto Anual sumado de Panamá, Costa Rica, El Salvador y Honduras. Y la centralización de la riqueza no hace más que crecer, el 82% de la riqueza creada el año pasado fue acaparada por el uno por ciento de la población. Los ricos no contribuyen con el bienestar colectivo, porque ellos tienen facilidades para eludir el pago de sus obligaciones tributarias, según Oxfam los superricos eluden hasta el 30% de sus obligaciones fiscales. Además los gobiernos, que pertenecen a la misma clase social que los ricos, les rebajan impuestos, con la falacia de que dichas rebajas se convierten en creación de más empleo, es el caso de Colombia.

 

Al mismo tiempo, según datos de Oxfam, muchos millones de personas pasan hambre en el mundo: 514 millones en Asia, 256 millones en África y 46 millones en América Latina. La competencia entre desiguales conduce irremediablemente a que los poderosos crezcan en su riqueza y los débiles crezcan en su pobreza. Este es un proceso irreversible. El planteamiento ideológico de que cada cual es responsable de sí mismo, que un individuo pobre si se esfuerza y alcanza competitividad algún día saldrá de la pobreza, es un engaño evidente. Infortunadamente, se trata de una falacia que se sigue repitiendo en muchas universidades, como si fuera realidad.

 

Los dos componentes de la crisis sistémica mencionados no tienen solución en los marcos del modelo neoliberal, luego este modelo pondrá, con el tiempo, en riesgo el futuro de la especie humana. La pandemia puede constituirse en una oportunidad para buscar alternativas novedosas. Empecemos por idearnos una nueva Universidad Pública. Esta universidad podrá contribuir a la construcción de un mundo nuevo. ¡Debemos empezar ya!

 

 

 

Julian Sabogal Tamayo

Profesor Titular de Pensamiento Económico, Universidad de Nariño; Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.

 

 

[1] Citado por Chris Harman, en La otra historia del mundo. Una historia de las clases populares desde la Edad de piedra al nuevo milenio, Madrid: Akal, 2019.

 

[2] Vigencia del pensamiento de Marx en el siglo XXI. Memorias del tercer semi- nario internacional El capital 150 años (1867-2017), Bogotá: Teoría & Praxis, 2016, pág. 525.

 

 

 

 

 

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