En calidad de ser el responsable de la escritura del texto “Visión de la Investigación de la Universidad de Nariño. 2020-2032” quiero realizar algunos comentarios al artículo del profesor Julián Sabogal, titulado “Carta Abierta No. 2: La episteme de la Investigación en la Universidad de Nariño”, publicado en UDENAR PERIÓDICO. Al mismo tiempo quiero agradecer al profesor su interés en aportar a la discusión sobre este tema, de gran importancia para el devenir académico de nuestra Institución.

 

Empiezo diciendo que, como se dijo claramente en la Mesa Virtual del Eje Estratégico de Investigación del Plan de Desarrollo Pensar la Universidad y la Región,2020-2032, se trata de un texto que sólo pretende aportar a la discusión de los fundamentos epistemológicos y teóricos de dicho eje, iniciativa que surgió ante la predominancia de un pensamiento técnico en su proceso de elaboración participativa y en quienes han liderado su formulación. Con algunas colegas, como las profesoras Mireya Uzcátegui y Gabriela Hernández, con quienes tuve largas y fructíferas conversaciones sobre el tema y quienes hicieron importantes observaciones al documento, percibimos que los referentes teóricos que el proyecto de construcción del Eje de Investigación planteó desde sus primeras fases no tenían incidencia importante en el mismo, lo cual dejaba pendiente la actualización de una discusión de fondo que sólo estaba, en algunos aspectos, planteada en el PEI y en el Plan de Desarrollo 2008-2020. Quizás el título hace pensar que se trata de un documento más definitivo y no abierto a la discusión, y hubiera sido más pertinente titularlo como “Propuesta para la discusión sobre la Visión de la Investigación en la Universidad de Nariño”.

 

Si bien en el documento se generan reflexiones atinentes a privilegiar lo local y, por ende, lo regional, reconozco que el paradigma Universidad-Región pudo tener un acento más protagónico, aunque este está previsto para una segunda parte del documento, que está en proceso de elaboración. Aquí es necesario decir que, si bien el Plan o Eje de Investigación está técnicamente terminado, la discusión sobre sus presupuestos y sustentos está abierta. Sin embargo, la concepción de Universidad-Región, según mi opinión, debe estar al margen de intentos que ontologicen su sentido en un afán de reducirla a concepciones puristas y simplistas. Esta apreciación concuerda con el saliente Plan de Desarrollo 2008-2020, Pensar la Universidad y la Región, donde se afirma que la región “está en permanente cambio, en interacción con otros ámbitos de la realidad” (Pág. 25). En este sentido, el anterior Plan también es claro en proponer la asunción de la investigación en una relación dialéctica entre región y mundo: “La investigación, que debe ser comparable a los estándares científicos mundiales, debe ser capaz también de tener una mano en las fronteras de la ciencia y la tecnología y la otra en el suelo regional para comprenderlo y transformarlo.” (Pág. 26). Esta relación dialéctica genera aperturas que son impensables desde una concepción ontologizada de región a la que nos hemos referido, la cual constituye una variante contestaría de la razón monológica. De ahí que el documento proponga inscribir la construcción de la identidad misional de la Universidad al margen de cualquier esencialismo impuesto por una tendencia de pensamiento en particular y, más bien, a partir, en primer término, del reconocimiento de la pluralidad de tendencias. El Plan de Desarrollo 2008-2020 cita, en este sentido, al profesor Silvio Sánchez, quien afirmó que la “Universidad es el lugar en donde habitan las múltiples formas de pensamiento, construye conocimiento lejos de todo dogmatismo, y, por lo tanto, la investigación es la ruta que da forma y sentido a las tareas de preguntar siempre.” (Pág. 26).

 

Se trata de un preguntar que hace que la ruta siempre devenga, de un devenir que se hace y se rehace en el día a día de la Universidad, donde los presupuestos normativos, prescriptivos y orientadores de un proyecto institucional o de un plan de desarrollo adquieren su razonabilidad práctica y su facticidad. Se trata, pienso, de una perspectiva de región considerada en la dimensión dialéctica de la identidad/alteridad, pues la región tiene sus caracterizaciones identitarias que han obedecido a construcciones históricas que involucran dimensiones geográficas, territoriales, étnicas, demográficas, socioculturales, geopolíticas, ecosistémicas, etc., donde han acontecido cosmogonías, imaginarios, narrativas, memorias, derroteros, patrimonios tangibles, patrimonios intangibles, etc. Pero, al tiempo, también la región se autorreconoce en sus complejas interrelaciones con lo otro, sin que esto quiera decir que no deba generar pensamiento crítico con aquellas que, históricamente, han sido desafortunadas, como el caso de los procesos coloniales y neocoloniales.

 

Pero también es necesario considerar que ese otro se ha activado en la complejidad y la fecundidad de los mestizajes y sincretismos, o que se ha interiorizado, amalgamado y fundido. De ahí que solo los radicalismos puristas, hablando de región, pueden levantar linderos inamovibles entre una mismidad identitaria y una otredad percibida como extraña, destructiva, maléfica, en la medida en que siempre se la identifica con grandes ascendientes como la tradición judeocristiana, la modernidad occidental, la globalización, etc., a partir de juicios absolutistas que impiden ver matices y heterogeneidades. Aquí es importante decir que muchas de las formas y contenidos de esos modelos económicos, políticos y socioculturales trajeron, y siguen trayendo, consecuencias indeseables a las regiones, naciones y al planeta en general, pero también el mestizaje, el sincretismo, la interculturalidad y la concurrencia sintética de imaginarios y relatos, hacen parte de enriquecimientos en las dinámicas históricas, en las que la identidad regional, al margen de cualquier esencialismo, constituye una construcción que sienta sus bases tanto en la memoria como en la imaginación.

 

Por eso no creo que la noción de región sea una entelequia al servicio de la simplificación prescriptiva de una posición, de una perspectiva, así sea esta respetable e, incluso, utópicamente, deseable; tampoco creo que sea una noción que obedezca a posiciones claudicantes dentro de las profundas e inicuas asimetrías generado por el ajedrez de los intereses y poderes geopolíticos y globales. La región no es la recuperación de una suerte de arcadia idílica visionada por los utopistas ni la aceptación acomodaticia de una inferioridad fatalista frente a los consorcios que producen sometimiento y pobreza al tenor de sus poderíos económicos y militares, sean globales o nacionalistas, avalados por la mezquindad y la venalidad de líderes políticos de los países históricamente subyugados por esos poderes. La región es un sistema altamente complejo que se ve atravesada por la cultura mundo y, al tiempo, reclama su lugar en un entorno donde los territorios se están rehaciendo y reimaginando continuamente. Se necesita una práctica fuerte de memoria y mucha imaginación creadora para que regiones como la nuestra, de un departamento periférico en un país periférico, recupere ese lugar signado por bagajes y ascendientes más humanos, ecológicos y solidarios y, al mismo tiempo, reimaginados en el devenir histórico. Ahí, la región podría ser un lugar de resistencia y emplazamiento creativo, donde la voz de lo local podrá desplegar sus resonancias autonómicas y, a la vez, abiertas generosamente a lo otro, a los otros, atendiendo la complejidad de las coordenadas por donde pasa la autonomía.

 

El paradigma Universidad-Región no propone solamente una idealidad teórica, normativa y prescriptiva sino su discusión, que, si bien fue generada plausiblemente en la Asamblea, debe ser retomada y vivificada continuamente en el desarrollo fáctico de la academia y del ejercicio concreto de las funciones misionales de la Universidad. Y justamente, la pretensión del documento sobre la visión de la investigación es reconocer la pluralidad de posiciones y prácticas contradictorias o complementarias para, desde ahí, y reconociendo también la complejidad del paradigma Universidad-Región, arribar a eso que en el documento se denomina soberanía epistemológica y teórica, como base para suscribir relaciones dignas y coherentes con los bagajes de otras culturas y de aquellos que han adquirido significación universal, sin perder jamás un pensamiento crítico y autocrítico. Creo que desde ahí podríamos arribar con mayor solvencia a eso que está en el telos de nuestra identidad institucional: el pensamiento alternativo y el desarrollo alternativo.

 

Si no profundizamos la discusión sobre las disímiles y a menudo contradictorias racionalidades, intereses y prácticas que nos habitan en el día a día de la docencia, la investigación, la creación y la interacción social, seguiremos siendo entre nosotros, en buena medida, excluyentes y sectarios, aspecto que ha afectado sensiblemente nuestras demandas propias de interdisciplinariedad y transdisciplinariedad. En este sentido, el pensamiento y desarrollo alternativo que abrió el Plan de Desarrollo Universidad y Región es un largo camino con algunas certezas, pero, sobre todo, con grandes retos e incertidumbres, lo cual constituye una aventura creadora que bien vale la pena asumirla y vivirla y que le daría a la Universidad de Nariño una significación regional, nacional y latinoamericana de enorme importancia. El documento antepone y prioriza justamente esta sentida necesidad y, por esta razón, la propuesta es hacer de la creación una función misional transversal, que atraviese y vincule todas las funciones académicas y administrativas de la Universidad. No necesitamos solamente decir que debemos tener pensamiento y desarrollo alternativos, sino especialmente generar las condiciones para crear pensamiento y desarrollo alternativos.

 

Por lo demás, aclaro que las citas a Schumpeter no fueron motivadas por la necesidad de generar el pensamiento económico de nuestra Universidad. Además, si esto fuera así y no un documento introductorio que trata de aportar a la discusión sobre los aspectos epistemológicos y teóricos del Plan de Investigación, habría también que desarrollar en el mismo el pensamiento alternativo que se genera en la sociología, la filosofía, la antropología, las artes, la geografía, la biología, la física, etc., lo cual rebasa totalmente las posibilidades y alcances de un texto de esta naturaleza. Esto es lo que queremos, que concurramos en una alternatividad frente a las hegemonías del saber-poder, pero en la dinámica de sus desarrollos, incidencias y preguntas y a partir, insistimos, de una discusión rigurosa y sostenida de nuestras tendencias teóricas, ideológicas, epistemológicas y metodológicas dentro de una unidiversidad (permítanme el neologismo) como la nuestra. De lo contrario, salvando algunas experiencias loables y más bien fragmentarias, difícilmente vamos a ir más allá de los enunciados propuestos en los planes y proyectos institucionales.

 

Pero también es necesario aclarar que el documento en mención nunca hace una apología de Schumpeter como lo insinúa el profesor Julián Sabogal. Solamente, a partir de las necesidades de discutir en la Mesa del Eje de Investigación un concepto tan invocado en el modelo económico actual y en los modelos de calidad de las universidades actuales, como lo es la innovación, intentamos recordar su origen, precisamente en el seno de las necesidades de un capitalismo insaciable y arrasador de éticas sociales, tradiciones y culturas, origen en el que se destaca este economista austriaco. Se trata en realidad de una crítica a estos orígenes y a la concepción actual de la innovación dentro del neoliberalismo, que abreva directamente en las fuentes schumpetereanas, una crítica a la innovación como herramienta del capitalismo de las revoluciones industriales de los siglos XX y XXI, de la globalización y del neoliberalismo. Incluso el documento muestra las supuesta sensibilidad de la innovación social que pregona el modelo económico y político dominante: “El concepto de innovación se ha abierto camino a aspectos sociales a partir de la consideración funcional de términos como capital social o rentabilidad social, que han surgido mediante la construcción de metáforas o analogías con las nociones de capital económico o rentabilidad económica y que han tenido como estrategia mostrar una cara más amable y más social del capitalismo, sin tocar su lógica fundante de exacerbación del individualismo y los intereses de grupos o clanes, que deja intactas las estructuras que profundizan la exclusión, la inequidad y la dominación en la sociedad.” (Documento: La Visión de la Investigación de la Universidad de Nariño. (2020-2032).

 

De ahí que hemos ponderado el termino genérico de creación, respecto al cual el de innovación es solamente una especie. Y esta ponderación la hemos hecho sin perjuicio de llegar a asumir ciertas resignificaciones de la innovación para fomentar apropiaciones dentro del pensamiento y el desarrollo alternativos y distinguirnos, de esta manera, de sus presupuestos genésicos sin renunciar a las ventajas de una forma de cambiar procesos y productos que no debería ser exclusivamente acaparada por las respuestas a las necesidades de engrasar la maquinaria neoliberal.

 

Apropiaciones de este tipo también pueden fomentarse con los conceptos de empresa, emprendimiento, industria, etc. Si los proscribimos en nuestras prescripciones normativas y orientadoras en aras de anteponer posiciones meramente contestarias frente al neoliberalismo, partiríamos de que estos conceptos y sus prácticas correlativas son privativas de este modelo económico, y nos estaríamos negando a promoverlos en el contexto de una alternatividad que enarbole principios de solidaridad y no de egoísmo, que involucren la participación más autónoma de los distintos sectores de la sociedad, que interprete y proponga frente a las necesidades de la clase media, que otorgue especial acento a las comunidades más excluidas y postergadas, pues desde esa vocación por promover las acciones éticas y reflexionadas la Universidad de Nariño debe fortalecer sus vínculos con estos sectores que se organizan civilmente para la construcción de nuevas conciencias sociales que les permita devenir sujetos políticos más deliberantes y activos. Es crucial aquí el papel que la Universidad debe jugar en la cualificación de una conciencia política en la sociedad y la región, presupuesto necesario para la consolidación de las autonomías locales y la creación social.

 

No cuestiono la Alianza Universidad-Región-Estado, pues la región es un concepto más amplio y plural que el de empresa. Se trata de una región que incluye y no excluye a la empresa, empresa que nosotros la queremos progresista y abierta a la alternatividad en las formas de producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Pero insisto en que sería importante que, desde las distintas tendencias epistemológicas, teóricas, científicas, culturales, estéticas, intelectuales y políticas que habitan la Universidad, y desde nuestros discursos, prácticas y simbolizaciones, podamos entender y desarrollar la alternatividad frente al modelo económico, social, político y cultural imperante, que está estructurado con ideología neoliberal y con un enfoque globalista excluyente y asimétrico en el ejercicio del saber-poder. El documento lo plantea explícitamente cuando afirma que “en su apertura a la pluralidad de formas de pensamiento y acción la Universidad de Nariño no aprueba la sacralidad del mercado que pregona el sistema capitalista”. (Documento La Visión de la Investigación de la Universidad de Nariño (2020-2032).

 

De ahí que, en esa pluralidad, debemos encontrar la tendencia identitaria institucional, pues de lo contrario de un plumazo borraríamos una gran parte de las prácticas vigentes en la academia que se desarrolla en la Universidad. ¿Qué haríamos, por ejemplo, con el CUEE?, (Comité Universidad-Empresa-Estado, coordinado en la región durante muchos años por un académico de nuestra Universidad) ¿Qué haríamos con la interlocución, convenios y acuerdos que muchos programas de pregrado y posgrado tienen con los gremios económicos y productivos de la región y del país? ¿Qué hacemos con los propósitos de formación, perfiles profesionales y ocupacionales, y las orientaciones y prácticas curriculares de muchos de esos programas, que le apuestan a la competitividad empresarial? ¿Qué hacemos con las políticas de créditos académicos, que, desde el Pacto de Bolonia y desde las premisas de la OCDE, constituyeron una herramienta de las políticas globalizadoras en materia de educación superior? ¿Qué haríamos con las políticas del Estado colombiano y de sus departamentos y municipios en favor de la competitividad productiva, la innovación y el emprendimiento, que convocan a las universidades y públicas y privadas? ¿Qué hacemos con las políticas de calidad que fueron responsables de la acreditación institucional de la Universidad de Nariño, de la acreditación de alta calidad de muchos programas de pregrado y del registro de funcionamiento de todos sus programas de pregrado y posgrado, políticas de calidad que, como todo lo implicado en las preguntas anteriores, se ajustan, en buena parte, a la medida del modelo económico imperante?

 

Tenemos que reconocer que esas no representan solamente políticas que se imponen de arriba hacia abajo por el Estado Colombiano y por el sistema global imperante, sino también que se corresponden con interiorizaciones y apropiaciones generadas por administrativos y académicos concretos que hacen el día a día de una academia concreta. Llevamos 12 años con el Paradigma Universidad-Región y, sin embargo, (sin desconocer una serie de experiencias significativas de autonomía y alternatividad que se han suscitado en ese paradigma, incluso muchas de ellas llevadas a cabo desde periodos anteriores al Plan de Desarrollo 2008-2020), el paradigma Universidad-Empresa-Estado moviliza, en nuestra Institución, esfuerzos y anhelos en torno al cumplimiento de indicadores dictados desde abiertas tendencias neoliberales. De ahí que consideremos que un diálogo abierto y profundo sobre todas estas pluralidades, divergencias, contradicciones y confluencias que se viven en una Universidad como la de Nariño, bien vale la pena ponerlas sobre el tapete para que, sin dogmatismos y ortodoxias, logremos articularnos en un pensamiento alternativo y autónomo.

 

El documento aboga por considerar la posibilidad de llegar a cierta soberanía epistemológica, a partir de la discusión de tentativas interesantes como la que propone, por ejemplo, De Sousa Santos en su libro Una Epistemología del Sur. Nadie ha propuesto una conciliación de este sociólogo con Schumpeter sino todo lo contrario: ante la necesidad de proponer nociones y prácticas alternativas de la innovación, lo que muestra el documento es que el austriaco está en las antípodas del portugués. Sin embargo, existen matices que impiden una lectura en blanco y negro, como la que hace justamente De Sousa Santos en su lectura profunda, y de ningún modo maniquea, de los desarrollos para nada lineales de la ciencia occidental.

 

En razón a esto, ante la cita de Vega Cantor que incluye en su artículo el profesor Sabogal, que enlista a algunas de las más prestigiosas universidades norteamericanas como los templos en la formación de los adalides del neoliberalismo, para mencionar solamente el caso del MIT, instituto que he citado a propósito del tema de la innovación tecnológica, sería bueno recordar que entre sus egresados figura un economista como Joseph Stiglitz, caracterizado por su crítica radical al libre mercado y la globalización. Así mismo, en el MIT realizó su larga carrera académica el lingüista Noam Chomsky, figura emblemática de esta institución y crítico acervo de la ideología capitalista y del statusquo norteamericano. Es natural que el MIT albergue distintas maneras de entender la economía y la política, pero estos autores representan importantes tendencias. Quizás ese vuelo que permitió formar y acoger librepensadores como Stiglitz y Chomsky haya también inspirado en el MIT la idea de integrar sus equipos creativos en tecnología, tradicionalmente constituidos por ingenieros, biotecnólogos o nanotecnólogos, con artistas irreverentes que demuestran a menudo la depurada seriedad de sus locuras creativas.

 

Enero 14 de 2021

 

 

Pablo Santacruz Guerrero

Profesor Asociado Departamento de Artes Visuales

Universidad de Nariño

 

 

 

Comentarios de Facebook