El filósofo esloveno Slavoj Žižek escribió un ensayo titulado Pandemic, donde plantea que la pandemia del coronavirus dejó al descubierto otra pandemia, que lleva varios siglos arrasando con la vida humana y con las condiciones de vida del planeta: el capitalismo.  Desde sus primeros pasos, el capital* mostró lo que tenía para ofrecer a la humanidad.  España, en su conquista de nuestros ancestros, eliminó a la mayor parte de la población; en los primeros veinte años de la presencia conquistadora en nuestro continente el 90% de la población caribe y arawak había muerto a causa de viruela, gripe y sarampión; hay acuerdo entre los historiadores en que la viruela mató más gente que los Arcabuces, los trabucos, las lanza y las espadas.  Lo que no significa que los asesinatos con estas armas hayan sido pocos.  Y el capital ha seguido su marcha asesina hasta hoy.  Los veinte millones de muertos de la Primera Guerra Mundial y los cincuenta de la Segunda Guerra son solo una muestra.  En estos momentos, mil millones de personas en el mundo están en riesgo de morir de hambre o de enfermedades derivadas de la inanición.  Es decir, el capital es la pandemia campeona en cuanto a destrucción de vida.  Esta historia, presente en todo el planeta, escapa a la mirada de la mayor parte de la humanidad, la explicación de tan extraña miopía se debe a que la burguesía no solo es propietaria de las formas de capital: los bancos, las fábricas, la tierra, etc. sino también del saber, particularmente de las ciencias sociales, que se encargan de esconder la naturaleza del capital.  Las ciencias sociales, en manos de la burguesía, muestra una imagen invertida de la realidad social.

 

Los capitalistas tienen un doble comportamiento frente a la sociedad y el Estado.  Cuando se sienten fuertes piden libertad –que se adelgace el Estado, dicen– y cuando se presenta alguna dificultad entonces el Estado debe responder.  Recordemos lo que argumentaron los burgueses colombianos cuando empezaron a privatizar todo lo que se les atravesaba, decían que el Estado no podía ser empresario, por lo cual, había que entregar a los que sí sabían de negocios todo lo posible: la salud, la educación, las comunicaciones, etc. –laissez nous faire**, vienen repitiendo desde el siglo XVIII en tiempos de vacas gordas– pero cuando aumenta el riesgo, como ahora, los banqueros esperan que el gobierno les garantice el respaldo de los créditos; ahora resulta que ellos son unos simples intermediarios cuyo deber es vigilar los intereses de los ahorradores, la verdad es que por esta “humilde” tarea reciben ganancias que se calculan en millones de millones***, mientras a los ahorradores pequeños les pagan en pesos y centavos.  Una cosa son los ahorros de un humilde trabajador que mantiene temporalmente en el banco una parte de su precario salario, tal vez obligado por su empleador, y otra cosa son los billones de los capitalistas.

 

Ahora la pregunta, respecto al modelo social y económico, es qué viene después de la pandemia.  En lo que no cabe duda es en que vendrá una crisis económica muy profunda.  Habrá crisis porque parte del sector productivo está detenido, buena parte de los que trabajan creando bienes materiales no lo están haciendo.  Por esta razón primero que se prueba es que solo el trabajo humano crea valor.  La crisis económica más profunda que se ha conocido es la de 1929–1933.  Después de esta crisis se presentaron en los países capitalistas dos opciones: una de derecha extrema personalizada por Hitler y otra de derecha más moderada personalizada por Roosebelt, el New Deal.  Permaneció la tercera opción que eran los países socialistas, los que después de la Segunda Guerra llegó a cubrir el 40% de la población del planeta; hoy esta opción no existe.  Después de la pandemia del covid-19, hay que pensar y actuar hacia otra alternativa, cerrarle el paso a la disyuntiva entre derecha liberal y derecha fascista.  Žižek, en el libro mencionado, dice que la única alternativa para la humanidad es “algún tipo de comunismo reinventado”, sería un “comunismo basado en la confianza en el pueblo y en la ciencia”, porque la humanidad “necesita una solidaridad total e incondicional y una respuesta coordinada a nivel mundial, una nueva forma de lo que una vez se llamó comunismo”.  Creo que mínimamente se requiere una opción económica y social donde los bienes que comprometen la vida, particularmente la vida humana, no vuelvan a ser mercancías, que jamás vuelvan a servir de medios para obtener ganancia.  Es el caso de la salud y la educción, que son la garantía de la vida y del conocimiento, la salud para mantener la vida y el conocimiento para buscar el bienvivir.  Y, además, que garantice una vida digna para toda la humanidad.

 

Por supuesto, las medidas para salvar la vida constituyen hoy la primera prioridad.  Pero, simultáneamente, es necesario pensar en la sociedad pospandemia.   Me parece que los profesores y las profesoras de ciencias sociales, incluida Economía, están muy silenciosos al respecto, ¿qué pasará?

 

 

* Entiendo por capital la relación entre el propietario explotador y el trabajador explotado.

** Déjennos hacer, o sea, pedimos libre competencia.

*** Las ganancias de los bancos colombianos en 2019 fueron de 13.5 billones de pesos.

 

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Julián Sabogal Tamayo
Profesor Titular y Profesor Emérito de la Universidad de Nariño, adscrito al Programa de Economía; ha sido profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN. Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Socio fundador de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, autor de 18 libros, autor de artículos publicados en revistas y periódicos de Colombia y del exterior.

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