Ser, dilema humano marginado por el evangelio de la vida en un mundo robotizado, relativista, corrupto y en decadencia por el colapso de los principios y valores

Eres por lo que posees como persona, pero al final tampoco lo eres cuando apoyas lo que eres sobre la fragilidad de tu ser – inauténtico. Todo esto lo reducimos diciendo que la sociedad nos presenta diversas expresiones de falsa autenticidad.

 

Ser auténticos es dar vida a los valores que poseemos, no haciendo expresión de las extravagancias y las actitudes que enseña e inculca el modernismo. Ser es ser respetuoso de toda diferencia, de ideas, opiniones y gustos bajo el referente de tener una sólida formación de la voluntad y de la madurez, cosa que no me deje llevar por lo superfluo, por lo vacío y por la incoherencia.

 

Es habitual que muchos elementos nos comuniquen sus atributos, pero ello en cierta medida no es simple, hay que determinar estrategias propias para la completa satisfacción; precisamente a partir de allí vamos a medirnos no potencializándonos como un producto pues ello sería aberrante, pero si es la forma como vamos a diferenciarnos, como vamos a vernos interna o externamente dentro del sinnúmero de falencias, atributos, valores, aptitudes, conductas sentimientos que satisfagan para llegar a las demás personas.

 

Los roles humanos comportan capacidad, conocimiento, sentires, servicios, ideas y valores; todos estos enlaces de la persona se relacionan interiormente para darse a los demás en un intercambio, en un compartir, en un interrelacionarnos en armonía. Esta el hombre viviendo hoy día una gran preocupación por la paz y en ese darse surgen los arraigos internos para darnos al otro, ese otro que nos espera en su silencio y en su soledad, porque hoy se vive en el delirio eterno de lo que hemos perdido.

 

Por doquier foros, pronunciamientos, escritos, mensajes, programas concientizando una lucha por crear pensamientos y actos de paz. Pero el panorama es desquiciador cuando el devenir es contrario pues la violencia arrecia. A estas alturas de la vida debiera el ser humano haber superado muchos fetichismos, muchos ímpetus, muchos arrebatos, muchos desprecios que devoran la tranquilidad. Los ejemplos del pasado no han servido para que seamos una sociedad humana. La barbarie en todas sus formas invade el corazón del hombre y este ejemplo es el que hace presencia en toda actividad y es el que está captando las nuevas generaciones.

 

El valor de la vida humana, la transformación y conservación del medio ambiente decrece despiadadamente. Los mandamientos se han perdido en la historia o mejor, se hace lo contrario a sus mandatos, no se conjugan en ningún de los tiempos. La violencia directa e indirecta sigue actuando en las distintas relaciones entre los hombres, creando y acrecentando las diferencias. Decía Cicerón que el peor de los estados es aquel donde se considera que los más opulentos son los mejores. Con esto no queremos descalificar a nadie. Las diferencias entre los hombres hacen que el ser se aleje de la escala a la que pertenece. Urge como dice un pensador:”…Es urgente la revolución de la conciencia.”

 

Percibirse sobre la imagen falseada del Ser, enseña más a valorar lo aparente y a rechazar lo profundo del alma humana. En la sociedad actual es evidente como se idealiza la superficialidad desconociéndose los sentimientos y los valores. Vivimos un narcisismo definido como enmascarar la imagen en un ambiente creado por un consumismo devastador, por un fundamentalismo en distintas creencias, políticas o religiosas. Cuando no hay autenticidad la persona busca agradar mimetizando distintas personalidades. Así es como en la sociedad se encuentran personas hechas a su manera de ser con el agravante que después esta misma sociedad la deshecha.

 

Lograr Ser se hace a través del trabajo honesto que se debe identificar con las capacidades y atributos que se posean. Ser equivale a autentico dentro de una sociedad manipuladora. Importa renunciar a ese yo manipulado, tomar conciencia para transitar por el camino propio. No es la sociedad quien nos valoriza, sino nosotros mismos con nuestra naturaleza humana. Jesús nos dijo: “Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el abismo.”

 

Eso ocurre cuando nos dejamos conducir como borregos. Elegir, construir nuestro Ser hay que hacerlo sobre pilares solidos como aquel que construyo su casa sobre la roca, al contrario sensu del que construyo la casa sobre la arena. Ser es trascender y en ese ascenso hay que esforzarnos para liderar proyectos comunitarios. La vida del ser humano es un proceso proveniente de proyectos de vida que en su trazado presentan cambios, modificaciones para bien o para mal, para trascender o para decaer según la posición que asumamos y según seamos o no receptivos a la crítica fraterna a la humildad y a la sensibilidad humana que nos caracterice. Todos tenemos una individualidad que cubre el reconocimiento social que nos hace distinguir frente a los demás, dentro de esquemas de un existencialismo caracterizado.

 

En el recorrido de la vida, en ese caminar trascendente nos escapamos del entorno masa o tejido social, escape que va a ayudar a reflexionar sobre conductas para mejorar como personas, para ser por lo que somos, no por lo poseemos materialmente, o por lo que los demás quiere que seamos. Mientras que, en la sociedad de los comunes, todos luchan para obtener ventajas materiales y otras, aun a costa de los demás. La corrupción que rompe el tejido espiritual, va en una carrera dinámica acompañando estos objetivos mundanos con diatribas que carcomen la finitud.

 

Con rigor hoy se alzan voces para denunciar las incongruencias sociales, formativas y la falta de autenticidad en los lideres, en los políticos, gobernantes, y en tantas disciplinas sociales, pues los hogares ya no cumplen sus dogmas de desarrollo personal, porque cada uno va por la línea de sus intereses, cada uno gana o pierde en su horizonte, y el futuro cabalga sin una directriz, ante un estado que también y como siempre está cumpliendo su papel desorientador, acorde a sus intereses institucionales enmarcados en un contrato social impuro.

 

La existencia de atributos es propia de todo objeto, servicio o personas. En lo atinente a las personas esta por ejemplo edificar lealtad, respeto, confianza, liderazgo, servicio, rectitud, honestidad, pero la existencia también marca otro aspecto y es que al estar inmersos en una sociedad vivimos procesos de cambios a los que hay que saber asimilar recurriendo a mecanismos como valores, principios, ética y moral, eliminar paradigmas que afectan interior y exteriormente que nos pueden lanzar al vacío.

 

Si queremos forjar una imagen e identidad propia a la manera del Ser, es propio actuar con altura, actuar con la debida postura y afectos integrales en todas las gestiones, en todas las actuaciones y en el marco de las comunicaciones y las relaciones con los demás. Este marco plasmado en un proceso permite conocer a los demás tal vez no en toda su integridad, o en el confiar y ser transparentes, pero si estar motivado para interrelacionarnos con solidaridad.

 

En un mundo globalizado confluyen a su vez pluralismos políticos, de pensamientos ideológicos, económicos, culturales, religiosos entre otros sin fundamentación, que se perfilan en el ambiente interior de la persona. Lo que hace la diferencia como ser es aquella posición de justicia que se debe adoptar y en esa extrapolación el respeto pluralista es el fundamento siempre y cuando no se llegue al abuso, a la dominación y al poder que coarte cualquier libertad o forma de expresión o conciencia crítica. O pensar libremente, que según las circunstancias nos llevan ante el derecho a no obedecer las leyes desiguales, por principios de ser personas.

 

El hombre busca hoy su identidad con base al mercado, al consumismo y a lo que el   ofrece. La identidad, la forma el hombre hoy según sus valores o los atributos interiores que lo que identifican por la característica de lo que el mundo le presenta, le ofrece y le fija dispuesto en el gran mercado de bienes. Identifica pues nuestra imagen el producto de marca que esté de moda o de aquellos que la publicidad despiadada va señalando sin los cuales estaríamos por fuera de la órbita del prestigio. Lo más agravante es que el Ser que forma el mundo moderno se prepara desde el niño, es él el que está recibiendo el impacto de los espejismos de la televisión, radio, prensa, redes sociales; únicos conductores con el aval del régimen, donde influenciadores y competencias hacen lo propio.

 

La búsqueda de llegar a las personas es un principio vital del hombre y desafiante a la vez, que a la luz de una serie de circunstancias intenta brindar caminos para que la ecuación: éxito personal y servicio, permita calidad de vida integral. Todo tiene un punto de partida muy importante, es la verdad y la sinceridad; para que se haga un diagnóstico o revisión de la vida, que conlleva a calificar la vida familiar, profesional, social y laboral. Esto permite revisar de otra parte la aptitud de responsabilidad en los negocios y en todo lo actuado. El diagnostico de vida exige ser permanente, la necesidad lo exige por que se pierde la memoria y la objetividad ante la avidez del tiempo y el desarrollo galopante de la tecnología.

 

La imagen de Ser lleva a que ésta no debe identificarse con un parecer, hay que Ser para crear lealtad, seguridad, confianza, coherencia, transparencia. Este estado de convivencia hay que construirlo y sostenerlo sobre ideas de diferenciación, pero en un plano donde las diferencias se tienen en cuenta para respetarlas. Somos iguales , pero independientes. Todos nos necesitamos al decir que el hombre es sociable por naturaleza y estamos en igualdad de dignidad, en cometer errores, pero finalmente ninguno se sitúa por encima del otro como persona o de poder someterlo. El Ser por el tener por el haber tenido la oportunidad de posicionar bienes, posiciones, rangos o abolengos no propicia desigualdad de ninguna naturaleza como persona, pues prima mi yo único y transparente, mi valía dentro de cualquier escala de valores.

 

Cuando nos situamos en la honda de Ser, nos preguntamos si estamos en el plano de una vida en orden dentro de la coordinación de lo físico, lo mental, lo espiritual y en función de que toda la energía que interiorizamos sea para poder entrelazarla con los demás; en ese papel también tener la capacidad de mantener una actitud reflexiva que me posicione en un comportar recto y en función de evaluar y exigirme cuando haya que cambiar. Entonces Ser, es ser hacia los demás en la línea del amor como camino, aunque muchas veces no sea fácil lograrlo, pero tampoco imposible. Es levantarnos ante las caídas para buscar crecer venciendo, allí radica la voluntad de cambiar.

 

Hoy y siempre el hombre en su camino de autenticidad se encuentra con dos grandes enemigos. Uno es la sociedad que lo absorbe con sus complejidades, proyectos, tareas y con su estilo de vida material, impidiéndole llegar a Ser. Este complejo social vuelve al hombre indiferente, sin interioridad; el segundo enemigo es la falta de voluntad o voluntad débil y vacía que le impide vencer las contradicciones sociales y políticas que le arrebatan sus derechos, le infringen su dignidad y su pureza de ser persona.

 

El ser humano vive inmerso día a día dentro de un gran conjunto de actividades que van constituyendo el marco de su vida. De ese conjunto de actividades no se puede salir y de otro lado lo va interrelacionando con cosas, personas, lugares, costumbres de tal manera que va creando una rutina que le absorbe, que le crea crisis y estados patológicos o cansancios psicológicos que le inhiben buscar nuevas alternativas, nuevas rutas para la transformación. La esencia del ser, en su divagar se convierte en una odisea donde se ofrecen múltiples complejidades de trascendencia o perdida de sentido que rechazan el indómito principio a la identidad ante la arrogancia humana.

 

El pulso del mundo hechiza al hombre llevándolo por laberintos que lo embrujan con efímeros atavíos de poder, principio sin fin, ser en lo sempiterno del gran cosmos que nos hace sentir vida, aun en lo solitario del umbral, pues allí está el hombre, un desconocido social, complejo, sin distinción ni tiempo, ni espacio para poder unir fuerzas sempiternas. El Ser, es el otro, ese otro con quien estamos compartiendo vicisitudes con o sin razones dentro de un plano político, y social que es esencia humana en el orden del control de los distintos actos de la vida en integración.

 

Cada uno como Ser profanamos nuestra dignidad, y lo hacemos cuando decidimos sin razón. Llevándonos por emociones políticas y sociales, contra el país, como votando por funcionarios con deudas legales, ante conductas cometidas impunemente, haciéndonos cómplices de esos malandrines sociales y políticos. Ser, así, implica hacer apología al delito, contrario sensu a comportarnos como autárquicos, esto es, ser equilibrados integrales y humanistas.

 

El hombre no puede vivir una vida mecánica o robótica, el hombre debe saber que es un ser que trasciende, pues está lleno de imperfecciones humanas y por ende tiene que preguntarse por las razones de su existencia y no permanecer como suele ocurrir dentro de un estilo de vida oscurecida, masificada, superficial, manipulada por la dimensión del tener, de la apariencia que le impide captar la profundidad de su existencia.

 

Ser, es transformar la conciencia, pues en ella aun el hombre defiende el desorden. Nunca ha sido razón de ser la violencia ni la competencia basada en el engaño. El gran pecado del hombre es no amar al enemigo y dejar a la deriva al que sufre, como ocurrió con el levita y el sacerdote en la parábola del Samaritano. Ser, exige que seamos en la búsqueda del cambio radical. En medio del mundo el hombre se realiza, alcanzando su plenitud y cabal finitud de la existencia humana.

 

Ser auténticos es la verdadera revolución humanista, es el verdadero descubrir para saber lo que podemos perder cuando no asumimos el rol de captar el ser mensajeros de la verdad, paladines de la justicia, terapeutas de la salud del alma, amigo de todos. Ser, es una revolución continua sobre nuestra identidad, sobre defender ese yo interno y externo que fluye en un mundo donde el ser parece que no cuenta, donde el ser se pierde en lontananza, se pierde en las quimeras de la deshumanización, cosificado por los espejismos de un capitalismo cruel y sin sentido social. Pareciera una reflexión abultada, pero observemos como en estas épocas, el ser está perdiendo su carácter, su solidez, su crisol dentro de un mundo en decadencia de todo trascender, de dejarnos llevar al vació donde la persona al decir de Zygmunt Bauman, se diluye.

 

Seguir luchando por la defensa humana ante su propia tragedia debe perdurar, blindando ese saqueo de su existencia de Ser. Son muchas las cortinas de humo que se le anteponen al Ser en su devenir, por reemplazarlo por otros irracionales vivientes, cubriéndolo, con mentiras, iconos y confusiones, cubriendo su rostro limpio con máscaras, afiches y caretas, cínicamente.

 

Fustigar a los demás en su dignidad, explica la hipocresía con que nos conducimos, cual parásitos lisonjeros, con retoricas mediocres. Aumentar lo superfluo es imponer censura a la personalidad que atropella el amor al prójimo. Entonces, carecer de Ser, es escondernos en la arrogancia, perfilándonos con soberbia que despoja el sentido de la otra persona, y de la propia. Faltar al amor propio con destellos de oropeles es convivir de apariencias, simulando un humanismo inexistente, cual reflejo de la profanidad de gobernantes, administradores y politiqueros que están en el camino de enlodar a la sociedad con su aberrante corrupción.

 

Ser o no ser al decir del pensador, es el absurdo de la imagen en cuanto a que ella vive en la mente de cada persona.

 

Platón nos enseña que Amar es la forma de ser, encontrando la belleza en todo lo existente.

 

Mariano Bernardo Sierra Sierra

Abogado, egresado de la Universidad Libre de Colombia

 

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