Desde la Federación Universitaria Nacional, el Comité de la Facultad de Ingeniería y el Programa de Ciencias Sociales, el pasado jueves 8 de julio de 2021, se realizó el conversatorio “Primera Línea de Académicos Antifascistas”, este escenario se constituye como una apuesta para que la academia esté al servicio de la transformación social. La condición actual del país requiere de académicos consecuentes con una postura ideológica y política clara, que incida en los diferentes escenarios de discusión y deliberación en la Universidad y el País.

 

A continuación desde la organización del Conversatorio “Primera Línea de Académicos Antifasistas” se presenta la intervención del Dr. Julián Sabogal Tamayo Profesor Titular de Pensamiento Económico de la Universidad de Nariño, Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.

 

Comunicación simbólica del conversatorio “Primera Línea de Académicos Antifascistas”.

 

Ponentes invitados Conversatorio “Primera Línea de Académicos Antifascistas”: Julián Sabogal Tamayo, Jorge Forero Coronel y Felipe Marín Guzmán.

 

UN DESARROLLO ALTERNATIVO AL NEOLIBERALISMO

Por Julián Sabogal Tamayo

 

 

La revuelta estudiantil ha restaurado en muchos sentidos las posibilidades para que los intelectuales radicales se pongan a la altura de su tarea y encuentren su lugar adecuado en el movimiento.[1]

 

Esta afirmación es de Immanuel Wallerstein, al evaluar los movimientos estudiantiles de la década de 1960, en Estados Unidos. El movimiento estudiantil, y juvenil en general, que está teniendo lugar, en estos momentos en Colombia, es propicio también para evaluar el compromiso de los docentes con los intereses sociales de los estudiantes y del país. Personalmente, ya no estoy en edad de correr en la calle y por eso he intentado estar a la altura de las circunstancias mediante la producción de conferencias, cartas abiertas y artículos que ayuden a entender las causas de la lucha y las salidas posibles; la utilidad que estas actividades pueda tener lo dirá la práctica. Vivimos un momento en el que las solas reflexiones epistemológicas son insuficientes, es tiempo de recordar la tesis 11 del joven Marx sobre Feuerbach: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

 

Voy a plantear los siguientes aspectos: El mundo que tenemos, El neoliberalismo, Desarrollo alternativo, Conclusiones

 

El mundo que tenemos

La identificación en la realidad colombiana de las causas del paro nacional y la búsqueda de salidas posibles implica el conocimiento del mundo que tenemos: el sistema-mundo capitalista, constituido por un centro imperialista y una periferia dependiente.   Mi planteamiento, obviamente, expresará mi punto de vista. Plantearé aquí cuatro aspectos centrales del problema.

 

Primero. La deuda mundial equivale a más de tres veces la producción del mundo. Esto significa que los grandes capitales, que son propiedad de los dueños del mundo, viven de los intereses, se enriquecen cada vez más sin producir nada.

 

Segundo. La concentración de la riqueza en un extremo de la sociedad y de la miseria en el otro extremo es una ley del sistema capitalista, esto ya lo había dicho Carlos Marx hace más de sigo y medio: …a medida que se acumula el capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero… la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital… Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital[2]. Esta ley se hace cada vez más evidente. El año pasado, según datos de la fundación Oxfam, dos mil milmillonarios poseían más riqueza que el 60% de la población mundial. En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza; al tiempo que la pobreza extrema crece.

 

Tercero. Con el desarrollo de la técnica, los capitales tienden a trasladarse a la periferia, en busca de fuerza de trabajo barata y materias primas abundantes y, por supuesto las ganancias regresan al centro. En 1980 la proporción del empleo industrial de los países periféricos había subido al 52%, en 2012 ya era del 83%. En 2006 el flujo de inversiones directas del centro a la periferia constituía el 33% del total de inversiones, en 2010 ese porcentaje subió al 51% y en 2013 ese porcentaje llegó al 61%. El desarrollo de la técnica de la información y las comunicaciones ha permitido que la empresa se deslocalice. Hoy gran parte de la producción directa se lleva a cabo en la periferia, lejos de los países dueños de las empresas, esta dispersión imposibilita la organización sindical, por lo cual en muchos lugares los trabajadores tienen la condición de esclavos. El resultado es que los salarios que reciben los trabajadores apenas llegan, en promedio, al uno por ciento del precio de las mercancías en los países centrales.[3]

 

Cuarto. La corrupción en el sistema es generalizada. Existe un contubernio entre los delincuentes milmillonarios, los políticos y las instituciones, incluidas las más respetables. Traeré solo un ejemplo que presenta el historiador Juan Carlos Flórez, en un libro reciente titulado Los que sobran. El milmillonario Jeffrey Epstein, gracias a donaciones de unos 10 millones de dólares a algunos directivos de la universidad de Harvard, recibió una oficina en la Universidad y fue admitido como visiting felow (investigador visitante), a pesar de no contar ni con título de pregrado. Luego se descubrió, en 2006, que este señor tenía una red de prostitución de menores y al ser detenido contó con la defensa de los más brillantes profesores de Derecho de la Universidad, por lo cual solo pagó 13 meses de prisión. Por supuesto, Epstein fue amigo cercano de personalidades como Bill Clinton y Donald Trump. Un presidente de Harvard argumentó que las directivas de la Universidad no tenían la posibilidad de investigar a quienes hacían donaciones a la institución. Esto se parece a la consigna de los antiguos romanos: pecunia non olet, el dinero no tiene olor.[4]

 

Y, mientras impere el sistema que tenemos hoy, las cosas solo podrán tender a empeorar. Klaus Schwab, fundador del Foro de Davos, donde se reúnen periódicamente los líderes del capital mundial a decidir sobre el futuro de la humanidad, publicó el año pasado un libro con el título de El gran reinicio, también conocido como El gran reseteo, donde plantea que después de la pandemia el mundo no volverá a ser como antes, el mundo va a ser reseteado. Una de las ideas del libro es que la virtualidad que se expandió con la pandemia va a permanecer y se va a expandir aún más después de la pandemia. Las empresas que venden virtualmente, como Alibaba, Amazon, Netflix y Zoom han crecido en más de 50 % durante la pandemia. El uso de la técnica, particularmente en el comercio de los bienes y los servicios significa necesariamente disminución de empleo. Obviamente, mayor productividad del trabajo significa más desempleo y este significa más pobreza.

 

La única opción que nos queda es un desarrollo para la vida, particularmente en los países situados en la periferia del sistema-mundo.

 

El neoliberalismo

El mundo que hemos tenido en las últimas décadas y que aún es dominante es el mundo neoliberal. Cuál es el viraje del neoliberalismo frente al liberalismo clásico. Ambos se basan en el mercado, pero mientras que los clásicos tenían en mente los intercambios de equivalentes con base en el valor, los neoliberales tienen como mecanismo la competencia, donde necesariamente hay ganadores y perdedores. Los liberales clásicos suponían una mano invisible que garantizaba el cambio de equivalentes, los neoliberales dan al Estado la tarea de garantizar el funcionamiento del mercado. Los liberales clásicos reconocían la existencia de clases sociales, Ricardo planteó que las ganancias y los salarios son inversamente proporcionales, es decir, obreros y capitalistas son contrarios; los neoliberales convirtieron los trabajadores en capital humano. Para el neoliberalismo, todos somos empresarios obligados a competir en el mercado. El que solo es propietario de su cuerpo, es un empresario de sí mismo. Lo más grave es que la ideología neoliberal se instaló en todos los espacios de la sociedad, particularmente en el sistema educativo, desde el preescolar hasta el doctorado. A todos los niveles se forman “empresarios”, para eso hay que ser competitivo. En realidad, es una competencia similar a la que se podría dar entre las zorras y las gallinas.

 

El sistema económico neoliberal es un sistema para la muerte: el neoliberalismo todo lo privatiza, con lo cual aumenta la enfermedad y la pobreza, es decir, aumenta la probabilidad de la muerte. Los economistas neoliberales se convierten en cerebros de las políticas de muerte. El profesor de la Universidad Pedagógica Nacional Renán Vega Cantor considera que los economistas neoliberales son nuevos criminales de guerra, estas son sus palabras: Así como Estados Unidos tiene una fábrica de asesinos, llamada pomposamente “Escuela de las Américas”, en la cual se han formado los militares latinoamericanos tan diligentes en torturar y asesinar en sus respectivos países (Argentina, Chile, Brasil, Guatemala, Colombia, Salvador, Honduras, Uruguay…) a miles de personas, los economistas neoliberales también tienen sus escuelas. Chicago, Harvard, Cambridge, Yale, Princeton, Instituto Tecnológico de Massachusetts (MlT) y otras se encuentran entre las universidades más prestigiosas en cuyas aulas se educa a los gurúes de la economía de todo el mundo… con los dogmas teologales del libre mercado. Esos dogmas exaltan la superioridad de la propiedad privada sobre la propiedad pública, la supuesta inferioridad de los pobres, la eliminación de todas las restricciones que impidan el funcionamiento eficaz del mercado, la defensa incondicional de los ricos y poderosos por hacer parte del bando de los “exitosos” y “eficaces”, la flexibilización del mercado laboral…[5]

 

En estas condiciones, la lucha de los trabajadores y de quienes defendemos sus intereses, entre quienes la universidad pública tiene gran responsabilidad, es muy difícil. Una parte de esta dificultad se debe a que la ideología neoliberal se ha tomado las ciencias sociales de todas las universidades del mundo, salvo contadas excepciones, particularmente las ciencias económicas. Por eso, los docentes y los estudiantes que tenemos posiciones democráticas de izquierda, que después de la década de 1970, con la llegada del neoliberalismo, constituimos una minoría, debemos dar una lucha teórica implacable en nuestros programas académicos y en las organizaciones. La actual rebelión en las calles, particularmente de la juventud, es una esperanza.

 

Los partidos y otras organizaciones de izquierda y revolucionarios se han debilitado significativamente después de la desilusión que significó la caída del socialismo en Europa. La izquierda y la derecha se define, no por lo que las organizaciones dicen de sí mismas, sino por el interés de quién actúan. La ideología de izquierda es la que actúa en favor de quienes viven del salario y la de derecha actúa en favor de quienes viven de las ganancias, las rentas o los intereses del capital. La contradicción esencial del sistema sigue siendo, aunque algunos lo nieguen, entre el capital y el trabajo.

 

En el Congreso colombiano, por ejemplo, la derecha tiene mayorías suficientes para decidir en favor del capital; esto queda claro por los proyectos de ley que no aprobaron en el periodo de sesiones pasado. El proyecto de la jurisdicción agraria, que tenía que ver con la presencia de jueces en los territorios para facilitar la legalización de predios a los campesinos, el único proyecto relacionado con el cumplimiento de los Acuerdos de Paz de La Habana; el proyecto que prohibiría el fracking en Colombia, una técnica de extracción de hidrocarburos cuyos efectos nocivos en los ecosistemas y en la salud humana son claros, y el Acuerdo de Escazú.

 

Este proyecto tenía que ser convertido en ley para que el país ratifique el Acuerdo. Y no se aprobó, a pesar de que el presidente Duque lo había prometido ante la Asamblea de la ONU y lo radicó con mensaje de urgencia.   Este es un acuerdo de los países de América Latina y el Caribe, fue formulado en Escazú, Costa Rica de 2018, el 4 de marzo fecha del cumpleaños de Berta Cáceres, ambientalista hondureña asesinada dos años antes.  Es el primer acuerdo derivado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de 2012 (Río+20) que tiene carácter vinculante y es también el primero en el mundo que incluye la defensa de los líderes ambientalistas.   Ha sido ratificado por 11 países, la cuarta parte; Colombia no lo ratifica, a pesar de que, según Global Witness, ocupa el primer puesto en el mundo en asesinatos de defensores ambientales. Por razones obvias, la extrema derecha latinoamericana, Brasil, Colombia, Chile no lo ratifican.

 

De otra parte, el Congreso, por razones electorales, aprobó una ley que baja la jornada laboral semanal de 48 horas a 42. La actual jornada de 8 horas diarias está vigente desde hace cerca de 90 años, mientras la productividad del trabajo se ha multiplicado varias veces. La única solución posible al desempleo es la disminución de la jornada de trabajo, por eso el desempleo no cesa de crecer. Los gremios empresariales no tardaron en quejarse de la pérdida de competitividad con la leve disminución de la jornada. La queja de los capitalistas ha sido y seguirá siendo la misma; en 1847, hace 174 años, cuando el parlamento ingles fijó en 10 horas la jornada para las mujeres y los adolescentes, los empresarios dijeron que iba a desaparecer la industria textil.

 

Desarrollo alternativo

Lo primero que debemos precisar es la necesidad de un mundo alternativo, un desarrollo para la vida. El modelo imperante ya ha probado, en el mundo entero, que no puede ofrecer una alternativa deseable para la sociedad humana.

 

Se trata de un desarrollo para la vida que pueda derrotar el desarrollo para la muerte que está viviendo el mundo, con la derecha neoliberal. La disyuntiva es la vida o el capital, esta es una disyuntiva general pero también lo es frente a la pandemia. La crisis de la pandemia ha demostrado que más de la mitad de los trabajadores colombianos, gran parte de los cuales se califican como informales, son realmente desempleados, es decir, carentes de salario y la pandemia no les permite rebuscarse de cualquier manera los medios de vida. El gobierno, en lugar de garantizarles una renta básica, los condena a morir de hambre en los aislamientos. Finalmente, la opción que encontró el gobierno fue permitirles que volvieran al rebusque y a propagar el covid-19.

 

Los datos estadísticos sobre la situación de la población colombiana son aterradores. En el 2020 el porcentaje de pobreza llegó al 42.5%, esto es 8.8 puntos más que el promedio latinoamericano; el 65% de la población solo puede comer dos veces al día y más de un millón de colombianos solo come una vez diariamente; el coeficiente de Gini, que mide el nivel de inequidad en la distribución, es el segundo más alto de América Latina y el Caribe. Por su parte, los principales medios de comunicación del país son empresas privadas monopólicas y, por lo tanto, su información se sitúa del lado del capital.

 

La vida y el valor de uso.

La reproducción de la vida material humana se basa en el consumo de cosas útiles, lo que en Economía Política se llama valores de uso.   En la sociedad histórica que vivimos: el capitalismo, la producción en general tiene la forma de mercancía. Mercancía es una cosa producida para cambiar, para vender. Para esto debe poseer dos condiciones: tener valor de uso, ser útil, y tener valor de cambio, ser cambiable. Para el capitalista el valor de uso no tiene ninguna importancia. Marx lo expresa de esta manera: En la producción de mercancías los valores de uso se producen pura y simplemente porque son y en cuanto son la encarnación material, el, soporte del valor de cambio.[6] En cambio, para la vida, el valor de uso es lo único importante, el valor de cambio es indiferente.

 

Muchos objetos que en una sociedad de lucro tienen gran valor, en una racionalidad para la vida pierden todo significado, es el caso de algunos metales preciosos como el oro. Como valor de cambio, este metal tiene máximo significado. Recordemos las magistrales palabras del gran Shakespeare, en el acto IV de la obra Timón de Atenas: …Muchos suelen volver con esto (el oro) lo blanco negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente…

 

Pero, en relación con la vida no solo carece de importancia, sino que muchas veces puede ser destructivo, por ejemplo, la explotación de oro puede destruir fuentes de vida como el agua; es lo que sucede con la minería en los páramos. Esto demuestra que la racionalidad de la ganancia es una irracionalidad frente a la vida.

 

La racionalidad de lucro es lineal, unidireccional y cuantitativa, basada en el precio de los bienes y servicios. La racionalidad para la vida, en cambio, es cualitativa y compleja, porque el valor de uso también es complejo por ser concreto. Para efectos prácticos, una racionalidad para la vida permite determinar con facilidad los productos que es necesario producir; no es difícil definir qué productos son necesarios a la vida y cuáles no lo son, cuáles sirven para la muerte. Es evidente que la producción de armas de guerra es para la muerte. En un desarrollo alternativo, los productos para la muerte pueden ser erradicados de manera absoluta.

 

Tomamos como fundamento la vida, porque no existe nada más importante para un ser vivo que la vida misma. El pensador latinoamericano, de origen alemán, Franz Hinkelammert dice lo siguiente:

 

Lo primero en la vida del ser humano, no es la filosofía, no es la ciencia, no es el alma, no es la sabiduría, no es la búsqueda de la felicidad, no es el placer, no es la reflexión sobre Dios, es, la vida misma. Toda libertad, toda filosofía, toda acción, toda relación con Dios, presupone el estar vivo. Presupone, por tanto, la posibilidad de la vida, de la vida material, concreta, corpórea. Y esta posibilidad de la vida presupone el acceso a los medios para poder vivir.[7]

 

El bienvivir. Las condiciones materiales para reproducir la vida no son suficientes, los humanos, además de mantener la vida, desean una vida buena, gozar de bienvivir. Para esto, además de los valores de uso necesarios para reproducir la vida material, se precisan al menos dos condiciones: tiempo de ocio para producir filosofía, ciencia o arte y la posibilidad de formar parte de una comunidad, lo cual implica vivir en democracia y para ello se requiere formación e información adecuadas. Es decir, gozar de educación suficiente y de buena calidad, tener acceso a medios informativos que no manipulen sus decisiones, sino que le entreguen la información veraz, a partir de la cual pueda tomar decisiones autónomas.

 

En cuanto a los medios materiales indispensables para la vida el consenso es bastante claro:

 

…es evidente el acuerdo entre todos los integrantes de una comunidad en que para la vida es necesario consumir calorías, proteínas, vitaminas, etc., salvo las personas con patologías relacionadas con la anorexia. Igualmente, existe acuerdo en que nadie quiera vivir desnudo o dormir a la intemperie, sobre todo en determinados climas; nadie elije ser analfabeta, sobre todo si tiene la oportunidad de entender las ventajas que le trae la posibilidad de leer y escribir.[8]

 

Es claro que la mayoría de los humanos aspiramos a una sociedad equitativa, pero la equidad no tiene validez sin libertad. Esta fue una condición no lograda por la experiencia vivida en los países del Socialismo Realmente.   Además de vivir en un mundo equitativo, necesitamos también la posibilidad de decidir libremente, en síntesis, pensamos en una organización social que sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando consciente y racional.[9] No significa esto, como lo pregonan las teorías individualistas, que el bienvivir sea una decisión puramente personal, al respecto habíamos dicho en otra oportunidad lo siguiente:

 

…el bienvivir, al menos en la mayor parte de sus componentes, no es un asunto individual sino colectivo. ¿De dónde nace la idea de que el bienvivir es individual?   En primer lugar, de la concepción epistemológica que conlleva el pensamiento económico ortodoxo; tal pensamiento tiene sustento teórico atomístico. Es por eso que siempre se tiende a analizar los problemas sociales a partir de los individuos, es el modelo del Robinson Crusoe. Nosotros no compartimos ese camino de análisis, porque partimos del principio según el cual el ser humano es un ser social, el ser humano solo es tal en sus relaciones con sus semejantes, el individuo al margen de la sociedad simplemente no existe.[10]

 

El tiempo de ocio es indispensable para el bienvivir, aunque las consignas del modelo imperante demeritan el ocio a favor del trabajo. El modelo imperante ha eliminado al homo ludens, que debe ser recuperado. Al respecto nos dice Naredo lo siguiente:

 

Las construcciones utilitaristas apoyaron el desplazamiento que se produjo en la ideología global del homo ludens por el homo economicus al conside­rar el “consumo” en términos monetarios e identificarlo engañosamente a la satis­facción de necesidades y al bienestar de los individuos, encubriendo la pérdida de contenido que sufre tal identidad a medida que prolifera el fetichismo del consumo…[11]

 

El tiempo que necesita trabajar cada persona por día es mucho menor de lo que comúnmente se cree. Ya a finales del siglo XIX se planteaba este problema en el libro El derecho a la pereza, del yerno de Marx Paul Lafargue, en estos términos:

 

En parís se confeccionan camisas de hombres y pañuelos que valen 2.000 y 3.000 francos. ¡La ex emperatriz de los fran­ceses usaba vestidos que valían entre 40.000 y 50.000 francos! Todo este gasto frívolo e insultante desaparecerá… El día que todas esas clases de lacayos y de obreros de lujo se apliquen a un trabajo útil, no será nada difícil reducir la jornada de trabajo a seis horas.[12]

 

Esto se pensaba en un momento en que la jornada de trabajo en Francia era muy larga, allí la jornada de 8 horas solo tiene un siglo de historia.   En Colombia que, como hemos dicho, la mitad de la clase trabajadora está desempleada o en el rebusque, la jornada de trabajo atendría que disminuir a la mitad para poder emplear la fuerza de trabajo disponible. Si tenemos en cuenta, además, que hoy hay mucha más producción inútil y dañina, como la producción de armamentos, de publicidad, de administración del capital ficticio, etc. podemos estar pensando perfectamente en jornadas de tres horas. Esta sería la jornada para todo aquel que esté en condiciones de trabajar. Hablamos aquí del trabajo productivo de bienes y servicios, de aquel trabajo que no es simultáneamente fuente de placer. Trabajos como la investigación científica, la docencia, el estudio, etc. que no son trabajo en sentido estricto porque son satisfactorios en sí mismos, no deben someterse a la misma jornada. Todo trabajo creativo es trabajo placentero y, por lo tanto, el tiempo que se dedica a él cada día puede estar a voluntad de quien lo realiza.

 

Otro mito de la ortodoxia es el del crecimiento económico. La metáfora de la ortodoxia, según la cual de la misma manera que al subir la marea suben todos los barcos, igual los grandes que los pequeños, en la economía al crecer el producto nacional crecen todos, grandes o pequeños, es una falacia. En primer lugar, es imposible crecer infinitamente en un planeta finito y, en segundo lugar, es innecesario. La producción actual del mundo es suficiente para la población del mundo. Ilustremos el problema con unas cifras imaginarias.

 

La producción del mundo en un año equivale, aproximadamente, a 90 billones de dólares (90.000.000.000.000). Supongamos que en el mundo se produce únicamente alimentos, si el precio promedio es de 250 dólares por tonelada, la producción sería de 360 mil millones de toneladas o sea   47 toneladas de alimentos para cada uno de los 7.730 millones de habitantes que hay hoy en el mundo. Supongamos ahora qué porcentaje de la producción se puede dedicar en promedio a los alimentos. En Colombia, los que reciben el salario mínimo dedican más del 40% del mismo a la alimentación y el otro 60% a todos los otros consumos. Sabemos, por la ley de Engel*, que cuanto mayor es el ingreso de una persona, menor es el porcentaje que dedica a la alimentación. Supongamos un ingreso suficientemente alto, para todas las personas del planeta, que solo dediquen el 10% de su ingreso a la alimentación. Supongamos además que consume dos toneladas de alimentos por año, o sea 5.5 kilos por día. Los otros gastos serían nueve veces más, o sea el equivalente a 18 toneladas de alimentos. Llegamos con esto a la conclusión de que todos podemos vivir muy bien, tener un bienvivir, con el equivalente de 20 toneladas de alimentos al año por persona, que es el 43% de la producción actual, en nuestro supuesto; es decir, en un modo de desarrollo diferente la producción mundial puede disminuir el 57%, respecto a la producción actual, y ser suficiente para una vida buena de toda la población.

 

Hagamos el mismo cálculo en términos monetarios, en dólares. Si dividimos los 90 billones de dólares entre la población, veremos que a cada persona le corresponderían 11.643 dólares. Si en promedio, cada familia tiene cuatro miembros, a cada familia le corresponden cerca de 47.000 dólares, que en pesos colombianos serían 168 millones de pesos anuales o 14 millones de pesos mensuales. Este es un ingreso superior al que obtiene la gran mayoría de la población. Es decir, con la producción actual del mundo, todos los habitantes del planeta podrían bienvivir. Para esto se requieren solo una condición: que la distribución sea equitativa. Para lo cual se requiere una organización social distinta a la existente.

 

Otro problema a tener en cuenta en un desarrollo alternativo es la división del trabajo. Permítanme aquí una pequeña reflexión utópica, entendiendo por utopía lo que nos propone Darío Botero Uribe: una racionalidad superior a la existente. No creemos que la división técnica del trabajo desaparezca, al menos por ahora, lo que planteamos es que un especialista en Física cuántica, por ejemplo, no debe ser un ignorante en arte o en filosofía, y además debería cultivar su propio huerto. Lo importante es que alguien por trabajar en las minas esté imposibilitado para ser poeta o filósofo, además, que el trabajo del minero sea menos digno que el del pintor o el filósofo. Además, hay conocimientos que ningún ser humano debe ignorar, independiente de que sea científico o agricultor, que es, por ejemplo, el valor y el significado de la vida o la responsabilidad ética consigo mismo, con los semejantes y con la naturaleza. Hay, por supuesto, un tipo de división del trabajo que está contra el ser humano, la división social del trabajo que separa entre los que trabajan productivamente y los que se apropian de los resultados de ese trabajo. En otras palabras, nos referimos a la división que se deriva de la propiedad privada capitalista. La eliminación de ese tipo de división del trabajo permitirá que el ser humano vuelva a encontrarse consigo mismo, que vuelva a ser un todo único de mente y cuerpo, un ser pensintiente. Marx y Engels se imaginaban la sociedad futura sin división de trabajo, con seres humanos que actúan en forma universal, al respecto dicen:

 

En todo caso, en una organización comunista de la sociedad desaparece la inclusión del artista en la limitación local y nacional, que responde pura y únicamente a la división del trabajo, y la inclusión del individuo en este determinado arte, de tal modo que sólo haya exclusivamente pintores, escultores, etc., y ya el nombre mismo expresa con bastante elocuencia la limitación de su desarrollo profesional y su supeditación a la división del trabajo. En una sociedad comunista, no habrá pintores, sino, a lo sumo, hombres que, entre otras cosas, se ocupan también de pintar.[13]

 

La recompensa por el trabajo debe ser proporcional a las necesidades de cada cual y no a la calificación que haya alcanzado. Es obvio que un minero debe consumir más calorías que un docente y en consecuencia debe disponer de ellas. Cuando hablamos de igualdad no estamos diciendo que se debe medir a todos con el mismo rasero, estamos diciendo que la sociedad debe garantizar a todos sus miembros las condiciones para la vida y las posibilidades de encontrar el bienvivir.

 

En conclusión:

Estamos pensando en una organización social construida por colectivos humanos, a través de múltiples caminos, cuyo fin sea el bienvivir en condiciones de solidaridad y sustentabilidad. En principio, confiamos en que comunidades humanas, situadas en la periferia del sistema, tengan la posibilidad de experimentar maneras nuevas de organizar su vida.[14]

 

Conclusiones

  1. Los miembros de la universidad pública tenemos una responsabilidad particular, en la situación que vive Colombia en estos momentos, en el sentido de ayudar a comprender y explicar las causas del paro y las salidas posibles.
  2. Las condiciones que vive el país no son aisladas, sino que forman parte de la sociedad humana en el actual sistema-mundo capitalista, por lo cual tenemos que conocerlo.
  3. El neoliberalismo debemos entenderlo como una ideología general, que abarca todos los espacios de la vida y los somete a las leyes de la competencia en el mercado.
  4. En el modelo neoliberal no hay futuro, este debemos buscarlo en un desarrollo alternativo, un desarrollo para la vida.

 

 

 

Bibliografía

FLÓREZ, Juan Carlos (2021) Los que sobran, Bogotá: Ariel.

FOSTER, J. Bellamy (2016) El nuevo imperialismo, Editorial Viejo Topo.

HINKELAMMERT, Franz y MORA, Henry (2009) Hacia una economía para la vida, Bogotá: Proyecto Justicia y Vida.

LAFARGUE, Paul (2004) El derecho a la pereza, Buenos Aires: Longseller.

MARX, Carlos (1976) El capital, tomo I, México: Fondo de cultura Económica.

MARX, Carlos y EGELS, Federico (1975) La ideología alemana, Buenos Aires: Ediciones Pueblos Unidos.

NAREDO, José Manuel (2003) La Economía en evolución, Madrid: Siglo XXI.

SABOGAL TAMAYO, Julián (2010) Desarrollo humano multidimensional, Pasto: Editorial Universitaria Universidad de Nariño.

VEGA CANTOR, Renán (2014) Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra, Bogotá: Impresol ediciones.

WALLERSTEIN, Immanuel (2004) Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos, Madrid: Akal.

 

 

 

[1] WALLERSTEIN, Immanuel (2004) Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos, Madrid: Akal, pág. 54.

[2] MARX, Carlos (1976) El capital, tomo I, México: Fondo de cultura Económica, pág. 547.

[3] Cf. FOSTER, J. Bellamy (2016) El nuevo imperialismo, Editorial Viejo Topo.

[4] Cf. FLÓREZ, Juan Carlos (2021) Los que sobran, Bogotá: Ariel.

[5] VEGA CANTOR, Renán (2014) Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra, Bogotá: Impresol ediciones, págs. 26-27.

[6] MARX, Carlos, op. cit., pág. 120.

[7] HINKELAMMERT, Franz y MORA, Henry (2009) Hacia una economía para la vida, Bogotá: Proyecto Justicia y Vida, pág. 35.

[8] SABOGAL TAMAYO, Julián (2010) Desarrollo humano multidimensional, Pasto: Editorial Universitaria Universidad de Nariño, pág. 223.

[9] MARX, Carlos, op. cit., pág. 44.

[10] SABOGAL TAMAYO, Julián, op. cit., pág. 221.

[11] NAREDO, José Manuel (2003) La Economía en evolución, Madrid: Siglo XXI, pág. 65.

[12] LAFARGUE, Paul (2004) El derecho a la pereza, Buenos Aires: Longseller, pág. 46.

* Estadístico alemán del siglo XIX.

[13] MARX, Carlos y EGELS, Federico (1975) La ideología alemana, Buenos Aires: Ediciones Pueblos Unidos, pág. 470.

[14] SABOGAL TAMAYO, Julián, op. cit., pág. 209.

 

 

 

 

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