Hay mucha confianza en las elecciones del próximo año, como si la fuerza del Paro se fuese a ver reflejado en los resultados electorales. No cabe duda que lo vivido desde el 28 de mayo, de intensas protestas, movilizaciones y agitación social es histórico, se recordará como un despertar del pueblo colombiano, que cansado de las distintas caras de la injustica, desea mejorar la situación que ha vivido durante años; por eso el apoyo de la gente a los muchachos que sufren en su carne la represión estatal, ha estado acompañado de la expresión “ellos están haciendo lo que yo no hice”, queriendo afirmar que la reducción de los derechos necesarios para una vida digna ha sido culpa de la inmovilidad y del conformismo al cual nos hemos acostumbrado.
No obstante, aunque la fuerza del Paro se mantiene, es un poco herrado pensar que las elecciones presidenciales y de congreso van a capitalizar todo ese descontento.
Se debe recordar lo sucedido en la última campaña presidencial donde resultó ganador Duque, acusado de comprar votos y manipular elecciones y eso, no solo es ahora, ha sido siempre, desde mucho antes; recordemos cuando Misael Pastrana Borrero padre de Andrés Pastrana le ganó las elecciones a Rojas Pinilla despues de un apagón de energía. Si no hubiera sido así, por vía electoral, el método a aplicar para ganar sería otro, como el exterminio de un candidato o de todo un partido. Por ese motivo, creer que las urnas van a ser la jugada esencial que despierte al pueblo colombiano, definitivamente, no es más que otra ilusión.
Lo que sí se puede afirmar como una verdad, es que el Paro resquebrajó la visión dominante respecto de que los gobiernos de Uribe fueron los mejores, quedando en una especie de sentido común lo nefastos que tales gobiernos fueron para las clases trabajadoras y los sectores sociales más pobres. Si bien es cierto, el sentido común uribista se soportaba sobre el rechazo a las FARC, al verlas como el monstruo de siete cabezas que había que acabar, ahora el sentido común que construye y que deconstruye al uribista, es el hambre, la falta de trabajo, la incertidumbre de un futuro promisorio que están presentes, palpables, generalizados, agudizados ahora por la pandemia, pero que se opacaban con la amenaza terrorista.
El Paro tiene esa gran virtud, de hacer que por lo menos el uribismo y la derecha sientan amenazado el trono moral, pero aún no hay unos puntos claros que permitan decir que se ha logrado algo más allá de una simple manifestación que con el tiempo puede olvidarse. Las elecciones del 2022 son una ilusión y por eso tenerlas en cuenta es necesario, pero no hay que obnubilarse, las movilizaciones han logrado en un mes deconstruir, en parte, lo que en 19 años la derecha más radical levantó con el autoritarismo y el discurso antiterrorista, pero no hay que hacer cuentas alegres, no hay que olvidar que la clase política dominante tiene gran experiencia manipulando y haciendo estratagemas para ganar “limpiamente” y que quienes hoy están en los órganos gubernamentales son, como diría Carlos Gaviria, “el fascismo más ordinario” a quien no le importa nada con tal de mantenerse en el poder.
Al parecer, la estrategia del gobierno de Duque, que en realidad es el de Uribe, busca crear un chivo expiatorio que remplace a las FARC y a las antiguas guerrillas a quienes se les endilgaba la culpa de todo; tienen dificultad para hacerlo, pero lo van a hacer; para ello necesitan tiempo el cual consiguen relentizando la negociación, rompiendo los preacuerdos y desconociendo lo ya acordado, incluso incumpliendo lo prometido (en realidad no han hecho nada nuevo, así han actuado siempre), para ir construyendo una situación de desesperación en la población que ve modificado su diario vivir por la falta de algunos productos, por la amenaza constante de desempleo, en quienes lo tienen, y por el temor de violencia y crimen que aumenta con la delincuencia organizada.
Ante esa estrategia que también contempla las elecciones, aunque no lo hace como un fin donde confluyan todas la esperanzas, pues el actuar de ellos no ha sido nunca lineal, como en el juego del parqués, sino de posiciones como en el juego del ajedrez, es necesario pensar en lo importante que ha sido el Paro, no como un canal o vía que encausará la fuerza del descontento a las urnas, sino como una muestra de construcción de sentidos, de fluir de percepciones, de multitud de visiones que poco a poco van fragmentando el espejo en el cual nos hemos reflejado durante tanto tiempo y que hemos creído imposible de romper.
La virtud del Paro, las movilizaciones, los bloqueos y los tropeles, nos han mostrado la posibilidad de construir una unidad en los sectores alternativos, desde donde se puede deconstruir el sentido común dominante que le va quitando el trono moral al fascismo ordinario representado por el uribismo y todos los que se congracian con él. Por eso es necesario apoyar el Paro sin pensar en las elecciones como fin, pero teniendo en cuenta la necesidad de reinventarlo en la medida que la estrategia del gobierno vaya cambiando de tonalidad, para evitar que las fichas del tablero se pongan de nuevo a su favor.
Romel Armando Hernández Silva
Docente Facultad de Derecho
Universidad Cooperativa de Colombia