Quizá la palabra montaña sea una palabra familiar a la que estamos acostumbrados y creemos conocer porque la mayor parte de los nariñenses vivimos en la denominada zona alto andina, pero cuando uno se acerca a ella, entiende que en realidad estamos lejos de conocer lo que significa vivir y sentir la montaña.

 

Desde un punto de vista biológico, lo podemos mirar como un gradiente biodiverso donde a medida que ascendemos sobre la montaña vamos notando cambios en su temperatura, intensidad de los vientos, nivel de humedad y precipitación, lo que se refleja en un cambio gradual de su flora y fauna. La asociación de las especies y la vegetación ha logrado adaptarse y sobrevivir por millones de años a estos cambios ambientales, y día a día luchan por su supervivencia. Un gran ejemplo de este maravilloso evento, se ubica en el Páramo Cerro Negro, municipio de Los Andes – Sotomayor, vereda Cordilleras Andinas, un laboratorio activo donde podemos observar como las plantas de páramo intentan mantenerse en este sitio mientras las plantas de subpáramo tratan de ocupar el lugar de ellas. Unos pequeños parches de frailejonal, nos refleja la historia de un páramo que algún día fue basto y extenso, pero que ahora se mantiene en medio de una lucha constante entre la vegetación arbustiva de subpáramo que trata de dominar este territorio en complicidad con los cambios térmicos que enfrenta y ha enfrentado en los últimos 20 mil años con capacidad de resiliencia (“capacidad de florecer en medio de la sequía”).

 

Este laboratorio vivo hace parte de la cotidianidad de sus habitantes, quienes con botas pantaneras, sus animales campestres, su ganado y sobre todo, con esa fe, alegría y orgullo de ser montañeros, logran, en acuerdo con la madre tierra, que de esas tierras andinas broten diferentes frutos y productos que abastecen a los pueblos y ciudades que están a su alrededor: quesos, leche, maíz, papa, café, cebolla, entre otros, son producidos por esas manos laboriosas que trabajan desde las 4 de la mañana hasta las 7 de la noche, en medio de la niebla, en medio de la lluvia o de soles fuertes, abrazan sus herramientas, guardan su menaje y hacen su inmersión en la montaña para compenetrarse con ella y tratar de entender y conservar sus secretos.

 

 

 

Esta gente linda, sin niebla en el alma o en el corazón, abre sus brazos a sus visitantes y en medio del calor de la leña y la fogata, comparten bellas historias de lo que significa vivir en Los Andes, con un buen café, cargado de verdad y dos cucharadas de recuerdos que perduraran; cosas que ningún político, investigador o visitante logrará entender, pero para ellos, es algo que han aprendido en su día a día y que hoy comparten con sus hijos, quienes en medio del barro, potreros húmedos, en medio de la soledad porque desconocemos e ignoramos que allí habitan, caminan largos trechos en búsqueda de su escuela para aprender a leer y escribir, madrugan junto a sus padres a dar de comer a sus cuyes y gallinas y en medio de esas altas pendientes juegan muy divertidos, regalando al cielo su sonrisa y felicidad.

 

Nunca vimos lo que los demás vieron, no es lo mismo decir que la montaña tiene pendientes pronunciadas a tener que ascender todos los días por esas pendientes donde la montaña parece querer robarte tu aire y respiración, acelerando tu corazón, pero te alegra el alma al regalarte hermosos paisajes o noches estrelladas que los citadinos desconocemos, diríamos que prácticamente se descubre un mundo nuevo día tras día; en donde las quebradas, ríos, cascadas, pequeños humedales, potreros, montañas cubiertas de nubes, picos montañosos, cuevas rocosas, hermosas aves y sus cantos, caminos silenciosos con sus respectivos espíritus, son regalos de esas montañas que descubres mientras caminas logrando que tu cuerpo y tu alma se descontaminen del ruido, la frialdad de las ciudades, la cotidianidad de la vida y te permitan estar en ese momento presente.

 

En esta visita al corazón de Los Andes entendemos como la Universidad y la región tienen muchas tareas pendientes para empezar a acompañar a sus habitantes y empezar, a través del dialogo de saberes, a conocer estos maravillosos ecosistemas. Gracias a la Vicerrectoría de Investigación e Interacción Social VIIS logramos aportar al conocimiento inicial de sus aves (Tabla 1) y murciélagos, como Biólogos y como Universidad de Nariño, tenemos el reto para poder integrarnos de verdad a esos territorios donde niños y jóvenes reclaman se los tenga en cuenta y participes de su propio desarrollo y progreso. Invitamos a toda la comunidad de la Udenar y de Nariño a conocer estos lugares desconocidos para el mundo y en los cuales podemos encontrar muchas preguntas a nuestra necesidad de aprender a vivir y sentir los Andes.

 

“Algunas veces me siento extranjero en la tierra, tanto que podría decir que he conocido otro mundo…”

 

 

Jhon Jairo Calderón – Johana Arévalo Cortes – Lorena Erazo Ordoñez

Grupo de Investigación en Ecología Evolutiva – GIEE

Departamento de Biología

Universidad de Nariño

 


Anexo

 

Tabla 1. Listado de las aves presentes en el Páramo Cerro Negro, Municipio Los Andes – Sotomayor.

 

Tabla 2. Listado de murciélagos presentes en el Páramo Cerro Negro, Municipio Los Andes – Sotomayor

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